Lo reveló a través de un mapa de calidad de vida desarrollado por científicos de la institución. Mide parámetros socioeconómicos y ambientales por provincias, ciudades y hasta barrios.
La calidad de vida de un individuo está determinada por múltiples razones. El económico, el social, el cultural y el ambiental son algunos de los factores que tienen una mayor incidencia en esta fórmula del bienestar. Utilizando una serie de parámetros, un grupo de científicos, tras más de 20 años de investigación, elaboró un mapa interactivo que abarca todo el territorio nacional -al que se puede acceder ingresando en https://icv.conicet.gov.ar/-. Al hacer zoom sobre una parte del plano, permite conocer la situación urbana de los argentinos en las más de 52.408 unidades geográficas censales -en cada una hay unos mil habitantes- en las que se divide el país.
“La calidad de vida es un concepto relacionado con el bienestar de las personas. En ese sentido, depende de ciertas bases materiales, pero está lejos de reducirse a ellas. Para construir estos índices hemos procurado reflejar las características socioeconómicas y ambientales valoradas por las personas como determinantes de su prosperidad», explica Guillermo Velázquez, investigador superior del CONICET en el Instituto de Geografía Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS, CONICET-UNCPBA).
De acuerdo a las últimas mediciones del índice de calidad de vida (ICV), la situación más favorable dentro del territorio nacional se da en la Patagonia, con un promedio 7,03 sobre 10. Le siguen la región Pampeana (6,93), la cuyana (6,91), la Región Metropolitana de Buenos Aires (6,77), el NOA (6,33) y en último lugar, el NEA (6,01).
Los colores del mapa reflejan la situación en que se divide el ICV en las diferentes provincias. En rojo, el 10% de las unidades con peor calidad de vida; en ocre y verde claro, situaciones intermedias; en verde oscuro el 10% con mejor calidad de vida.
La interacción con la aplicación permite descubrir que hay provincias o regiones en las que, bajo una primera instancia, parecería que el ICV es bastante homogéneo. Pero al agrandar la malla geográfica se observan zonas dentro de esas áreas cuya realidad -en términos de calidad de vida- contrasta con la situación general que las rodea.
Así, uno puede encontrar en sectores céntricos de algunas ciudades localizadas en regiones pauperizadas que tienen grandes diferencias. Y viendo aun más en detalle, la disparidad entre los barrios de emergencia y los countries que se encuentran a pocos kilómetros de distancia, explica diario Clarín.
“Para definir qué tan bien vive la gente que reside en un área determinada tomamos dos grandes grupos de indicadores: los socioeconómicos, que representan el 60%; y los ambientales que aportan el 40% restante”, advierte Velázquez.
Dentro de los indicadores económicos, con un porcentaje de 20% en cada uno, se reparten la educación, la salud y la vivienda. A su vez, cada uno contiene otras clasificaciones como tasa de mortalidad infantil, población sin obra social, sin inodoro y hogares hacinados.
“Mientras en 1980 podría haberse considerado un logro haber completado la escuela primaria y en 2001 tener el título secundario, en la actualidad, lo importante es haber terminado la universidad. Por eso, tomamos en estos momentos como la peor posición de la variable la primaria incompleta y como la mejor, el título académico”, expone Velázquez.
Los ambientales comprenden los recursos recreativos (playas, balnearios, centros termales, nieve/hielo, cursos de agua, parques y espacios verdes, centros culturales, comerciales, de esparcimiento y deportivos) y problemas ambientales (uso de plaguicidas en agricultura, industria y minería, contaminación/ ruido/congestionamiento, inseguridad, asentamientos precarios, basurales, sismicidad y vulcanismo, tornados, inundabilidad, disconfort climático).
“En este sentido, los datos que aporta el sistema estadístico nacional, principalmente a través de los censos, son fundamentales para nuestro trabajo, así como también las estadísticas vitales del Ministerio de Salud de la Nación. Pero para armar los mapas también nos valemos de relevamientos propios, muchos de ellos en terreno”, asegura el geógrafo.