YPF conspira en contra de los clubes de Comodoro

Desde que Carlos Menem y sus cómplices entregaron gran parte del patrimonio nacional al malvender Yacimientos Petrolíferos Fiscales, varias instituciones deportivas esperan un gesto de altruismo por parte de los nuevos dueños del petróleo argentino….

domingo 18/09/2011 - 22:00
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Desde que Carlos Menem y sus cómplices entregaron gran parte del patrimonio nacional al malvender Yacimientos Petrolíferos Fiscales, varias instituciones deportivas esperan un gesto de altruismo por parte de los nuevos dueños del petróleo argentino.

¿Que pretenden? Nada menos que obtener los títulos de propiedad de las tierras donde funcionan las asociaciones civiles que día a día luchan con sus últimas fuerzas, para incluir socialmente a los jóvenes a través de la práctica deportiva.

Una quimera dicen los escépticos. Un derecho aseguran los justos.

Desde la selecta platea donde se ubican los que defienden la propiedad privada, se elevan los ruidos a joyas y alhajas que escandalizan ante el temeroso murmullo de la popular, la masa que sabe que eso le pertenece.

En esta historia mínima, no hay lugar para otro desenlace final que no sea el documento legal que le devuelva a los esforzados dirigentes la tierra que les fue entregada por la gloriosa YPF para fomentar el deporte.

Muchas puertas se golpearon con respeto y timidez. Cientos de escritos. Reuniones en despachos políticos, mucho más confortables que las instalaciones de varios clubes. Todo en vano. La resultante es la actitud silenciosa de la nueva YPF.

Día a día el sistema acorrala a los que aún dejan su tiempo para dedicarle a la tarea de sobrevivir. La flaqueza de recursos conspira para seguir birlándole al destino cruel, aunque sea por un rato, a muchos pibes y verlos sonreír en actitudes lúdicas.

Entonces se debe apelar a lo que se disfraza como un salvavidas para obtener dinero. El seductor negocio inmobiliario que prometen otros privados, agazapados esperando que se corrompan los dirigentes y le abran la ventana a la corrupción.

Los clubes que no tienen título de propiedad, según la Ley vigente, no pueden acceder a subsidios estatales de ninguna índole. Por lo tanto, a veces, no queda otra que violar las leyes y ceder algo que no les pertenece, para construir por ej; un hipermercado a cambio de mejoras en la infraestructura.

Hay Clubes como Federación Deportiva que invirtieron dinero en un estadio modelo y, sin embargo a pesar de los años transcurridos, no son aún dueños de lo suyo. Florentino Ameghino construyó un Gimnasio, pero en tierras ajenas. Habría muchos ejemplos. Todos son válidos. Pero es misión casi perdida poder recuperar en papeles, lo que se posee por derecho adquirido.

Santa Lucía Golf Club en su momento accedió a un comodato por una década. Hoy quienes firmaron aquel convenio, ya sumaron más de 10 años en sus vidas. Todo está como era entonces.

Los honestos dirigentes, siguen en la épica tarea de acompañar a los padres en los procesos de crecimiento de sus hijos a través del deporte. Eso concentra a todas sus casi inexistentes fuerzas. Entonces aparecen políticos, empresarios, que de repente son fervorosos simpatizantes de esos clubes y se ofrecen para colaborar. Eso si integrando puestos encumbrados en las Comisiones Directivas. Cargos que definen futuros.

¿Que los convirtió en los mecenas contemporáneos? El faraónico negociado inmobiliario que pretenden pergeñar, si durante sus mandatos consiguen el ansiado Título de Propiedad.

Hubo ejemplos clarísimos cuando se llegó a volantear los destinos de algunos clubes, los filántropos proponían trasladar los campos de juego a tierras fiscales y, si aparecían los títulos, asociarse con una empresa constructora para levantar planes de viviendas para gente de la platea oligárquica a valores que los de la popular nunca podrían acceder. Otros pretendieron lotear los campos de juego, la mayoría rodeados de urbanidad lo que da cuenta de su inmenso valor. El tiempo pasó y, curiosamente al no aparecer los papeles para poder negociar, desaparecieron los de traje y corbata que llegaban como los salvadores.

Esto sirvió de perfecta excusa para los dueños legales de la tierra. No regalarían un metro cuadrado de terreno si sospechaban–con razón–que no sería para fines deportivos y si para piratería.

Entonces la argentinidad al palo. Todos en la misma canasta. Buenos y malos. Justos y pecadores. Pobres y pobres. Cerrado el diálogo, el tiempo se hará cargo del fin. O sea que de a poco van a ir abandonando la idea de que los jóvenes accedan a valores que solo se obtienen en el deporte. Los dirigentes se irán a sus casas a preguntarse si se ponen a pensar si la tierra es de todos y no del que tengas más, si las manos son de ellos, es de ellos los que les den. Los chicos en el mejor de los casos a otro Club.

Los vicios regocijados esperan con la paciencia de una araña, que caigan en sus redes los que ya no tendrán contención.

En un estadio abandonado de Barrio Mosconi, debajo de lo que alguna vez era una tribuna popular, un tipo canta bajito «Yo me pongo tu uniforme y vos me das de morfar…».

Cuando tenga la tierra… «La propiedad privada tiene asignada una función social dentro de la comunidad nacional». (Juan Domingo Perón)

Por Ricardo Scazzino

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