El incendio de edificios públicos y de un diario en Chubut no fue un arrebato de antimineros furiosos. Se trató de maniobras planificadas y ejecutadas por el poder político asociado a movimientos piqueteros. Un modelo exportable a los sitios más pobres del país.
Trelew, en el corazón del Valle Inferior del Río Chubut, fue un pueblo progresista y emprendedor en el sentido estricto del desarrollo. Cincuenta años después de aquel brillo, es el banco de pruebas de experiencias de violencia social, «exportables» a las zonas más pobres del país –según publica Diario El Chubut-.
La ciudad tuvo un parque industrial pujante, industrias textiles, pesqueras, químicas, forestales, agroindustria, alimenticias y un comercio emprendedor. Formó parte de un valle productivo que tuvo buenos precios para sus productos a pesar de las desventajas del clima y de las distancias. Fue la ciudad que se le plantó a la dictadura del general Alejandro Lanusse en 1972, cuando una noche se llevaron presos a Villa Devoto a decenas de vecinos, acusados de haber sido soporte de los presos políticos masacrados en agosto de ese año en la Base Aeronaval Almirante Zar. El abogado radical Mario Abel Amaya fue uno de aquellos secuestrados. Durante días, más de seis mil personas marcharon reclamando contra el poder militar. La sede de las protestas fue el Teatro Español, una de las dos grandes salas de la época. Había en aquella ciudad de apenas 45.000 habitantes varios elencos, una industria cultural pujante, escritores de renombre, poetas, dos diarios, varias radios, canal de TV, y una camada de científicos que dejarían de darle la espalda al mar, a pocos kilómetros, para empezar a comprenderlo. La industria turística nacía con los avistajes de ballenas, los pingüinos de Punta Tombo, los dinosaurios, y el té galés.
Cuna de la política provincial, de la cultura cívica patagónica y de varios gobernadores, Trelew brilló hasta que las sucesivas crisis económicas y las malas administraciones la fueron transformando en la capital del «pobrismo» en la Patagonia. Ahora es la sede de numerosas organizaciones piqueteras donde casi 30.000 de las poco más de 110.000 personas que viven en la ciudad deben recibir planes, ayuda social, bolsones de comida, pensiones, o alguna «changa» en cooperativas de empleo manejadas por organizaciones sociales que son contratadas por la municipalidad local, para hacer trabajos de pocas horas y muy baja intensidad y calificación, pero con buen financiamiento. Paliativos para el 9 % de desempleo y 35 % de pobreza, que no es de los índices más altos del país, pero que en jóvenes y mujeres llega al 50 % sostenido a fuerza de planes Potenciar Trabajo, y en las cooperativas piqueteras.
Viendo en perspectiva, aquel pueblo pujante que competía con Comodoro Rivadavia, Puerto Madryn, Viedma, General Roca, Cipolletti, Bahía Balnca o incluso Bariloche, se fue transformando en el caldo de cultivo ideal para montar un «banco de pruebas» de la violencia. Así, fueron clientelizando a la gente, haciéndoles depender del empleo oficial, de la bolsa de alimentos, de la cooperativa piquetera local, del plan. Luego, comenzaron a usarlos para fines inconfesables hasta que se les volvieron inmanejables. La política local, cuya escena es dominada por el Frente de Todos, una línea interna que responde al intendente de Trelew Adrián Maderna, adoptó como aliados a los movimientos piqueteros. Especialmente, al más importante de todos en esta zona de la Patagonia norte, el Movimiento de Trabajadores Excluidos de Juan Grabois. Abundan en las informaciones de la comunicación estatal local, las promocionadas reuniones entre Grabois y el intendente Maderna. ¿Cuál es el plan? Ir avanzando sobre la propiedad privada a través de la cesión o toma de tierras, de la ocupación, dominar la escena política local a través del voto clientelar, financiarse con planes nacionales e iniciativas municipales, influir en la toma de decisiones a través de la presión y las movilizaciones, y resistir a los medios y a la política tradicional denunciando a «los liberales», el «FMI», la «mega minería extractiva», y otros enemigos similares. No importa tanto, en realidad. La pelea parece ideológica, pero hay mucho más. Lo que trasciende es que la destrucción de la Casa de Gobierno en Rawson, a pocos kilómetros de Trelew, de una veintena de edificios públicos, y el atentado incendiario contra el diario El Chubut, fueron la expresión máxima del laboratorio violento que se «cocina» en la Patagonia, y que tiene puntos de contacto en los conflictos con falsos mapuches y la ocupación ilegal de tierras en la cordillera, los grupos que adhieren al terrorista que cumple prisión en Chile, Facundo Jones Huala, los incendios intencionales de camiones, estaciones de servicio, una estación de tren, y puestos de estancia ocurridos desde 2011 hasta aquí, y últimamente los ataques a locales partidarios apañados en «zonas liberadas». Hay muchos puntos de similitud entre las acciones violentas. Y lo que se ha puesto a prueba en Trelew, es la capacidad del Estado, del sistema que los «antisistema» resisten. Cuánto aguanta la clase política, cuánto soportan las instituciones, cómo reacciona la opinión pública en las redes sociales, y especialmente, el curso de acción de la justicia y la policía. El peronismo local que usó a los piqueteros para fortalecerse, ahora es rehén de esa fuerza que no pueden parar, ni controlar. «Esto es una cuna de delincuentes» se quejó un dirigente radical, mientras se quemaba la planta baja del diario.
Los piqueteros de Grabois y la acción violenta
El Movimiento de Trabajadores Excluidos que responde a Juan Grabois tiene en Trelew una fuerza de más de 12.000 militantes «de hierro». Los que van a todas las marchas. Los que aprietan al Concejo Deliberante local ante cada ordenanza que no les gusta, o que necesitan, los que son incondicionales. Son los que hablan en nombre «del pueblo», en una ciudad donde acaba de ganar las elecciones por paliza el candidato a senador nacional de Juntos Por el Cambio, Ignacio «Nacho» Torres, del PRO. El principal dirigente del MTE se llama Miguel Prudente. Dos de sus militantes, uno de ellos dirigente de los feriantes barriales, Marcos Wilipan, están presos por el atentado con bombas molotov contra el Diario El Chubut. El fiscal especial Marcos Nápoli investiga las conexiones entre dirigentes políticos y los piqueteros de Prudente y Grabois. Así lo dijo el funcionario en la audiencia de control de detención de tres de los siete identificados por el ataque.
Prudente maneja un poder del que poco se conoce en Trelew. Pero que es equivalente al del propio intendente local, de quien es aliado. Domina cuatro cooperativas de trabajo de distintas actividades, que son contratadas por la Municipalidad. Los feriantes y vendedores ambulantes no pueden vender ni un caramelo en los alrededores del paseo Laguna Chiquichano, ni en los barrios de las zonas más empobrecidas, sin «arreglar» con Prudente. Maneja grupos de limpieza que trabajan para la municipalidad en la Terminal de Ómnibus, otro de construcción, una fábrica social de panificados… A los ambulantes, feriantes, cartoneros, a emprendedores de la economía popular, recicladores, recolectores. Han ido extendiendo su poder a través de la asignación de planes y de cooperativas.
El piquetero Miguel Prudente, que tiene a disposición una flota de vehículos y se maneja en una VW Amarok de color gris oscuro, accedió al «poder real» en 2016, cuando el peronista Adrián Maderna asumía como intendente. Por estas horas, el dirigente piquetero denuncia en las redes que la detención de Wilipan «es política», pese a que hay pruebas de sobra que ubican a los detenidos destruyendo y saqueando instalaciones del diario El Chubut, y por eso le dieron dos meses de prisión preventiva.
El MTE, en sus redes, anuncia que no participa de la política electoral. Pero está asociado en Trelew a Adrián Maderna, como una suerte de neoperonismo de izquierda, al que también se llega desde el trotskismo. Prudente ya tiene antecedentes de violencia social. En 2013, cuando era intendente otro peronista, Máximo Pérez Catán, grupos conducidos por el dirigente piquetero produjeron un furibundo ataque a piedrazos al edificio municipal. Maderna por entonces era ministro de Acción Social de un gobernador justicialista, Martín Buzzi, y había fuertes polémicas por el manejo de una «tarjeta social», que se repartía desde unidades básicas. Aquella refriega se saldó con una Probation para el propio Prudente, quien luego, con el cambio de gobierno local y la llegada de Maderna a la Municipalidad, comenzaría a construir el poder del que hoy dispone.
Los fiscales que investigan los ataques a los edificios públicos en Rawson y el atentado al Diario en la ciudad de Trelew, ya contarían con indicios de participación política de la rama «madernista» del peronismo en la preparación de los incidentes en la Capital Provincial, y de piqueteros aliados al intendente en el atentado incendiario contra Diario El Chubut. Pero hay más. Dirigentes políticos de la oposición cuentan cómo referentes del peronismo de Trelew que responde a Maderna iban por el barrio INTA, una de las barriadas populares del pueblo, «ofreciendo comida y plata» para completar los colectivos que marcharon a Rawson, donde se produjeron gravísimos incidentes. Es cierto que el intendente ha negado toda vinculación con los ataques, pero cada día aparecen indicios que complican a sus funcionarios y a concejales del oficialismo.
El fondo de la cuestión es el laboratorio de violencia exportable que se está cocinando en la Patagonia, y particularmente en Trelew. El peronismo local usó a movimientos sociales para ganar elecciones y multiplicar poder, y ahora, no pueden controlar a los grupos vandálicos más violentos. Hay decenas de fotos de marchas del MTE por el centro de Trelew, cada vez que querían protestar o demandar lo que fuese. Es el método antidemocrático del apriete y la extorsión, perfectamente aplicable en lugares pobres y clientelizados de la Argentina.
El Gobierno Nacional tiene su parte en este lío. Funcionarios y funcionarias de reparticiones nacionales en Trelew y otras ciudades, festejaron la violencia en las redes, y algunos habrían aportado logística, comunicación, capacidad de movilización, a las protestas que terminaron en un verdadero desastre. Hay en el Frente de Todos algunos nostálgicos de las organizaciones de los setenta, por lo que se ve. Y ya no tiene que ver con la minería.
No se trata de criminalizar la protesta. Mucho menos, de estigmatizar a quienes buscan una salida laboral en sus propias habilidades y capacidades. El problema es el uso político abusivo, clientelar, y descarado que se hace de los más pobres. El «pobrismo» que se milita como modo de vida, en contraposición al progreso. Aunque en el camino haya que incendiar todo, como ocurrió en Chubut incluso con la Casa de Gobierno, el Poder Judicial o un medio de prensa. Adicionalmente, lo que hay es dirigentes de la política «tradicional» que usan a estos grupos que después pasan la factura, como fuerza de choque.