La pieza es completamente invisible y, según sus indicaciones, “debe colocarse en una casa particular dentro de un espacio libre de cualquier obstrucción”.
“El buen resultado de la subasta atestigua un hecho irrefutable: el vacío no es más que un espacio lleno de energía, la cual se condensa y se convierte en partículas, en fin ¡en nosotros!”, comentó el autor.
De esta forma, lo que quedó en manos del comprador fue únicamente el certificado de garantía que deja constancia del archivo de la obra.
En él, se representa el único elemento presente en el catálogo en el que, en lugar de la imagen tradicional de una obra tangible, se visualiza un espacio en blanco.