Joris experimentó un viaje de vida que jamás hubiera imaginado. Transitó su infancia y adolescencia en Wilde, inmerso en el comercio familiar en que aprendió la cultura del trabajo, el esfuerzo y la perseverancia.
Mucho antes de convertirse en actor porno, también vio cómo sus papás empezaron de nuevo por un negocio que salió mal y en el cual terminaron estafados. “Puse mi primer local a los 18 y me pasé 20 años trabajando los siete días de la semana. Así crecí”, dijo a TN.
Joris, el mayor de tres hermanos, en pareja desde hace seis años, se adentró en el mundo de la pornografía por curiosidad y necesidad. Fue justamente su novio quien lo incentivó a ingresar en la industria del entretenimiento para adultos.
“Él es psicólogo, otro perfil, le escapa a la exposición. Pero sí es verdad que me empujó a ir por ese camino”, indicó Joris. Su historia como actor porno comenzó cuando aún tenía un local en el que vendía suplementos deportivos.
Antes había vendido purificadores de agua, ropa y hasta se animó a abrir una dietética. Una vida marcada por la constante búsqueda de oportunidades, entre préstamos y deudas, sin dormir y con más dolores de cabeza que satisfacciones.
“En ese entonces me endeudé para hacer crecer mi negocio. Tenía un local en Wilde, una muy buena ubicación. Pero arrancaba a las 9 de la mañana y terminaba a las 21. Un día me contactó un hombre a través de una aplicación de citas y me ofreció hacer una escena porno. Así que cerré el local al mediodía, hice la escena y volví a atender a la tarde”, recordó Joris.
La dinámica se hizo constante: comenzó con dos escenas mensuales e incrementó su actividad sexual a medida que lo recomendaban con otras personas. La popularidad de Joris crecía a la par del dinero que debía.
De cerrar su negocio en Wilde a dedicarse a producir pornografía
“La sexualidad me cambió en el momento en que empecé a hacer porno. Sencillamente, porque lo tomo como un trabajo; trabajo sexual es trabajo. Y desde el vamos entendí que si quería que me fuera bien y vivir de esto, tenía que ser consciente de que estaba trabajando”, explicó Joris.
Continuó con las dos actividades hasta que comenzó la cuarentena. En esa época, al igual que miles de comerciantes de todo el país, el hombre de 41 años lloró y se estresó al ver que todo lo que había construido se le escurría entre los dedos.