En el acto en Tucumán, Macri reconoció que su gobierno está en un mal momento por errores de su gestión. El Presidente viajó con su gabinete y su esposa a Tucumán a un acotado acto en la Casa Histórica. Reconoció que su gestión atraviesa una “tormenta” por varias circunstancias, incluyendo errores propios. Pidió colaboración a la oposición.
Esta vez, el presidente Mauricio Macri decidió asistir al acto de una conmemoración de una fecha patria. No pretextó, como lo había hecho el 20 de junio, que existían problemas de seguridad. El acto fue en Tucumán, bien lejos de las movilizaciones de Buenos Aires, donde suspendió el desfile militar. El presidente reconoció que la Argentina vive un momento económico complejo, al que asoció a un fenómeno climático: “Estamos pasando una tormenta, fruto de muchas circunstancias, entre ellas hay temas de nuestra propia gestión”. Macri les reclamó a los opositores que dejen “los oportunismos y demagogias” y convocó a los gobernador “a colaborar desde su lugar para que tengamos un presupuesto del año que viene ordenado”.
El presidente llegó temprano a Tucumán junto a buena parte de su gabinete y la primera dama Juliana Awada. Lo recibió como anfitrión el gobernador Juan Manzur en el aeropuerto. Juntos fueron hasta la Casa Histórica, donde Macri firmó el libro de visitantes en la Sala de Jura. Luego, en el patio cantaron el Himno y Macri dio su discurso por el Día de la Independencia, en esta oportunidad exento de halagos al rey de España.
El mandatario, no obstante, eligió este escenario para enviarle directivas a diversos sectores en el contexto económico del que el oficialismo no logra salir. A la oposición Macri le reclamó “ponernos a trabajar juntos, hombro con hombro, para que el país pueda salir de una vez por todas de esa historia de crisis recurrentes que nos lastimaron durante 70 años”. Les pidió “sensatez, racionalidad y profesionalismo”. “Este no es momento de oportunismos y demagogias, no es momento de ser egoístas”, les enrostró. Sostuvo que tienen que tener “la grandeza de superar los enfrentamientos” y puso como ejemplos la ley Justina o la ley para urbanizar villas que se aprobaron en el Congreso.
Macri reconoció la situación económica, aunque dio pocos detalles sobre sus causas y cómo piensa afrontarla: “Estamos pasando una tormenta, fruto de muchas circunstancias, entre ellas, temas de nuestra propia gestión, de los mercados externos y de las políticas tomadas por los gobiernos anteriores”. Tampoco se planteó cambios en las políticas que, según ahora reconoce, lo llevaron a este lugar. Por el contrario, el presidente dijo: “Pueden variar los factores, como varia el clima en la navegación, pero el rumbo del barco está claro y sigue siendo el mismo”.
“Reparar los daños no puede ser la razón de un Gobierno”, aseguró Macri. Les pidió a los empresarios que “aporten más” y les dijo que no cambiarán “las reglas del juego incluso en las tormentas”, una señal en dirección a que no habrá medidas que controlen los aumentos de precios, la flotación del dolar, o limiten la baja de las retenciones a la soja, por dar tres ejemplos. “Sepan que ya no hay un Estado que aplasta y que pone trabas”, les insistió, en busca de la ansiada lluvia de inversiones que sigue sin caer. En tanto, Macri le advirtió a “los sindicalistas y los movimientos sociales” que tengan en cuenta “el esfuerzo que hemos hecho y que seguiremos haciendo para que este camino de transformación tenga los menores costos para todos”.
“Quiero convocar a todos los gobernadores a colaborar desde su lugar para que tengamos un presupuesto del año que viene ordenado. Así vamos a poder ir terminando con el déficit fiscal y vamos a poder vivir como lo hacen las familias argentinas, con los recursos que tenemos”, indicó, con la proa puesta por cumplir el acuerdo con el FMI como única variable para salir de la situación económica actual. “Es hora de retomar la marcha, no nos quedemos a mitad de camino”, sostuvo Macri en una intervención que tuvo aires de ser su primer discurso hacia la reelección.
A diferencia del 25 de mayo, Macri no asistió al Te Deum, en un momento en que la Iglesia está manifestando su enojo con el oficialismo por el avance de la ley de aborto legal en el Congreso, pero también por la situación de la pobreza en la Argentina. En su lugar, asistió la vicepresidenta Gabriela Michetti, a la que ningún obispo le puede reprochar que no esté haciendo todo lo posible porque la ley no salga. La vicepresidenta incluso aseguró que no permitiría los abortos en casos de violación, como está legislado desde 1921.
No obstante, en la homilía, a cargo del cura Carlos Sánchez, se insistió en contra de la ley que se discute ahora en el Senado: “Necesitamos oír la voz de los que no tienen voz, de los marginales de la patria, de los que estén en el seno materno. No de los que más gritan. Respetemos este derecho fundamental que tiene todo ser humano, todo argentino. Vale toda vida, no hay sobrantes en la Argentina. El aborto es muerte de un inocente. No nos engañemos ni dejemos engañar”, dijo, ante la mirada aprobadora de la vicepresidenta. A la salida, le preguntaron a Michetti por la situación económica y respondió: “No sé si es la peor, pero nos atraviesa a todos los argentinos”.