— Hola Miriam, mi nombre es Javier, vivo en Santa Rosa, provincia de La Pampa y creo que mi hijo tiene el corazón del tuyo.
Era la mañana del domingo 18 de octubre de 2015 y en su casa de Luzuriaga, Maipú, provincia de Mendoza, Miriam Vega atravesaba su tercer Día de la Madre sin Matías (“Tutte”) ,su hijo muerto en un accidente. Esas palabras en el teléfono, y en una fecha especial, le cambiaron el semblante informó Infobae.
A unos 740 kilómetros de allí, en Santa Rosa, la capital pampeana, Javier Palacios había estacionado el camión de la empresa recolectora de residuos -donde aún trabaja- y se había decidido a llamarla. Había dejado pasar un tiempo, el prudencial de un duelo, pero ya era momento de agradecer a esa madre valiente que supo tomar la decisión de donar los órganos de su primogénito en el momento más terrible de su vida y darle a Alexis la posibilidad de vivir tras años en lista de espera por un trasplante de corazón.
Miriam sintió que aquellas palabras se habían convertido en un bálsamo.
Lo que sucedió, a partir de allí, fue una historia conmovedora y llena de matices que hoy decidieron revivir en una charla abierta. Con una sonrisa y también con la convicción de dejar un mensaje: donar órganos salva vidas.
Por motivos opuestos –nada menos que la vida y la muerte— los matrimonios de Miriam Vega y Jorge Mazzega y de Natalia Mazzei y Javier Palacios evocan con nitidez aquel 29 de octubre de 2012.
Ese día, Tutte, de 18 años, fue “desconectado” en el Hospital Central de Mendoza tras seis días en coma farmacológico. Había caído a una zanja con su vehículo; uno de sus acompañantes murió en el acto mientras que el restante salió ileso. Cuando les hablaron a sus padres de muerte cerebral, se acercó personal del Instituto Coordinador de Ablación e Implantes de Mendoza (Incaimen) y aceptaron donar los órganos. Recordaron que, en alguna oportunidad, su hijo había manifestado el deseo de ser donante.
“Gracias a Dios tuvimos la claridad de no mezclar el dolor por el que estábamos pasando”, evoca Miriam a Infobae.
Pocas horas después del deceso, en Buenos Aires, el papá de Alexis recibía la noticia más esperada: “Hay una posibilidad, parece que llega un corazón desde Mendoza”.
Javier empezó a llorar de alegría, casi como un niño, en el Hospital Garrahan, donde su hijo se debilitaba minuto a minuto. Por fin, Alexis iba a tener una chance.
Y al día siguiente, en medio del dolor, le informaron a Miriam que el corazón de Tutte ya estaba latiendo en Buenos Aires. “Dos meses después, Incaimen nos informó sexo y edad de las seis personas que se salvaron”, destaca.
Una vez superada la cirugía de Alexis, Javier y Natalia sintieron una felicidad inexplicable y, a la vez, describen hoy, “no podíamos dejar de pensar en esos padres anónimos que lloraban a un hijo”.
Supieron que, efectivamente, el donante era mendocino. “En el fondo de mi corazón sentía una gran necesidad de saber quién era ese chico. Supuse que era joven, por la edad de mi hijo, que en ese entonces tenía 12 años. Pasé noches enteras, largas horas buscando una pista en la computadora. Me fijaba en los accidentes y no encontraba nada. Hasta que vi un aviso fúnebre de un chico de 18 años y tomé los datos”, evoca Javier.
El tiempo siguió su curso. Javier y su hermana –tía de Alexis— ubicaron en Facebook a aquella familia que había aparecido en el aviso en 2012. No fue hasta 2016 en que le enviaron una solicitud de amistad. Miriam aceptó enseguida y cuando miró la foto de perfil vio a un niño con barbijo y la inscripción: “Donar órganos salva vidas”. Se trataba de Alexis.
Los Palacios intuyeron que era la mamá de quien había salvado a su hijo. Sobre todo, cuando leyeron el posteo de una carta extensa y sentida donde hablaba del dolor de perder a un hijo y, al mismo tiempo, de la tranquilidad de saber que Tutte “vivía” en otras personas.
“Por eso el llamado no quise demorarlo más aquel Día de la Madre. Sabía que me la jugaba entero, tal vez no deseaban conocernos y también era respetable” reflexiona Javier.
Lo cierto es que aquella primera charla resultó mejor de lo esperado. Y si bien Alexis y su familia visitaron poco después Mendoza por el Mundial de Trasplantados -en el que Alexis compitió en atletismo- prefirieron no visitarlos.
“Me acuerdo que mientras caminábamos, le decía a mi hijo que a esa maravillosa provincia le debíamos el corazón”, repasa.
Ya sin más vueltas, los Palacios llegaron a Santa Rosa e invitaron a los Mazzega. Y hacia allí salieron estos mendocinos el 8 de enero de 2016.
“Cuando nos vimos, sentimos que nos conocíamos de toda la vida. Increíble, pero nos unimos como familia desde el primer minuto. Abracé a los dos y les dije que no nos iba a alcanzar la vida para agradecerles”, rememora Natalia.
Miriam agrega: “Conocer a Alexis y a su familia nos ayudó a sobrellevar el gran dolor que sentíamos. Saber que gozaba de buena salud fue una caricia al alma. La muerte de nuestro hijo ya no fue en vano. Sentimos que el corazón de Tutte sigue latiendo y dando vida a ese hermoso muchacho”.
Una nueva vida y el homenaje a “Tutte”
Después de la inolvidable semana que compartieron las dos familias en Santa Rosa, Natalia y Javier supieron que esperaban otro hijo.
“Fue un alboroto y una felicidad. Por unanimidad decidimos que el segundo nombre del bebé sería Matías y sus padrinos, por supuesto, Miriam y Jorge”, evoca Javier.
Ulises Matías nació el 23 de septiembre de 2016 y no hay cumpleaños que celebre sin la presencia de sus padrinos. También su bautismo, a poco de nacer, se realizó en Mendoza, con bombos y platillos, en la villa El Challao, al pie de la precordillera de los Andes.
Alexis tiene hoy 23 años y trabaja en un taller mecánico, además de ser recolector de residuos en la misma empresa donde su papá es chofer. Desde el día en que los conoció, consideró a Miriam y Jorge sus “segundos papás”.
Además de Ulises Matías, con quien tiene una especial relación, tiene otros dos hermanos, Alan (22) y Priscila (16).
Tiempo atrás, el ahijado consentido, de seis años, recibió el mismo diagnóstico que Alexis: miocardiopatía dilatada.
“Sentimos que el mundo se nos derrumbaba nuevamente. Otra vez pasamos por la misma angustia, la misma pesadilla, integrar la lista de emergencia, esperar un donante, sufrir, tachar los días y rezar…”, repasa Javier.
Finalmente, llegó el corazón y Ulises Matías fue operado el pasado 13 de diciembre de 2022 en la Fundación Favaloro, donde aún hoy permanece recuperándose tras una complicación por haber contraído Covid-19.
Javier aclara que, si bien es todo muy reciente, no dudará en buscar al donante del corazón de su hijito. “Quién dice que no tengamos la misma suerte”, se esperanza, mientras enumera las muchas situaciones dolorosas que se viven entre los pacientes que esperan un órgano.
“Hoy sentimos lo mismo que con los papás de Tutte, nos preguntamos quiénes serán los héroes anónimos que decidieron que su hijo le diera el corazón al nuestro. El agradecimiento es y será eterno”, reflexiona.
Un programa de TV y otro receptor que se dio a conocer
Fueron seis los órganos de Tutte que pudieron ser trasplantados a distintos pacientes. Así lo relataron Miriam y Alexis cuando en 2019 participaron del programa “Quién quiere ser millonario”, conducido por Santiago del Moro y en el que Miriam ganó 180 mil pesos.
“Al día siguiente sonó mi teléfono, era un mendocino que había recibido el riñón de mi hijo. Las casualidades hicieron que también viviera en Maipú, cerca de mi casa. Jamás se me hubiese ocurrido buscarlo, ni a él ni a Alexis, pero las cosas se dieron así y creo que por algo fue…”, señala.
Hoy, Miriam y Jorge -empleado en una cristalería de la zona- viven solos en su casa de Luzuriaga. Fabián, su hijo menor, se casó el año pasado.
En estos días, Miriam integra el staff de costureras de la Fiesta Nacional de la Vendimia, una actividad que, como mendocina, la llena de orgullo y la ayudó a sobrellevar los momentos más difíciles desde que su hijo no está.
“Me convocan desde hace cuatro años y para mí es un honor trabajar para la Vendimia. Amo lo que hago y esta tarea me ayuda a ponerme de pie todos los días”, confiesa. Además, es capacitadora textil en zonas de vulnerabilidad, entre ellas en algunas cárceles de la provincia; barrios de la zona roja y pobladores rurales y extremadamente carenciados.
“Es cierto, lo hago por necesidad, pero no de dinero, sino de contención. Siento una profunda felicidad saber que puedo ayudar a otros, igual que mi hijo lo hizo con Alexis” concluye.