Carla y Santiago partieron de Buenos Aires hacia España en abril de 2021. Ella, comunicadora social, nacida en Concepción del Uruguay; su marido, ingeniero industrial, oriundo de Chivilcoy. Ambos dejaron su casa en el barrio porteño de Belgrano y sus trabajos de oficina con el objetivo de recorrer distintos países y tener nuevas experiencias.
Después de una estadía de un año y medio en Barcelona y Mallorca, a principios de noviembre de 2022 volvieron a Argentina a pasar unos días de vacaciones y decidieron viajar a Australia. Con esa meta, aplicaron a un trabajo para hacer diversas tareas rurales al sur de Nueva Gales que se ofrecía en un grupo de Facebook. Ellos ya tenían una visa Work and holiday por un año pero si querían extenderla a dos para disfrutar más tiempo en ese país, era requisito permanecer 88 días en un empleo en zonas establecidas por el Gobierno y no tener más de 30 años. No tenían tiempo que perder, Santiago cumplía 31 en abril.
La respuesta a su solicitud fue positiva y a fines de noviembre ya estaban asentados en la finca de 2.400 hectáreas donde Carla Beltramini (IG: @carbeltramini) se encargaría de cocinar para todo el personal abocado a la cosecha de trigo y de algunas tareas generales. Mientras que su marido se dedicaría a diferentes tareas de campo.
“Nosotros no teníamos ninguna experiencia, ningún vínculo con el campo más que haber ido alguna vez, de chicos, a establecimientos de amigos en modo recreativo a pasar una tarde, pero nos contrataron igual”, cuenta Carla.
Durante un mes y medio, ella preparó las comidas del mediodía y la noche para toda la cuadrilla. “Tenía que cocinar para unas 18 personas, hacía las viandas con bebida y se las llevaba en auto a los trabajadores que estaban en el campo”, cuenta Carla.
Cuando finalizó la trilla, se sumó a Santiago, que ya cubría los turnos de riego nocturno en los lotes de maíz. “Como vieron que yo lo ayudaba y trabajábamos bien, nos dejaron a los dos solos en irrigación. Las jornadas son largas, trabajamos 12 horas, de 6 de la tarde a 6 de la mañana o de 7 a 7”, repasa Carla.
“Acá se irriga a partir de unos tubos negros en forma de U que circundan el lote, los cuales, mediante un movimiento de manos que hacemos para generar un vacío, chupan agua de los canales que están alrededor y la llevan al surco”, describe. Ese sistema requiere mucho tiempo ya que se van activando los sifones de forma manual, uno a uno. “Podés tener tres o cuatro tandas de 114 tubos en un lote, y cuando eso se termina de regar hay que cerrarlos, también hay que controlar los niveles de agua para que no se rebalse el canal y controlar ciertas cosas técnicas”, detalla. Cada lote se riega una vez por semana y el trabajo se hace de lunes a lunes.
“Yo no tenía idea, todo el conocimiento lo adquirí acá y no es algo que disfrute hacer. Lo estoy haciendo para extender la visa. Sobre todo, lo que no me gusta es el tema de las arañas y las víboras porque solo vamos alumbrados con una linterna de cabeza y las luces del auto, no ves muy lejos, y eso me da miedo.
Es que ya tuvo una mala experiencia. “Una vez, cuando empezaba a activar el riego con uno de los tubos, en ese movimiento de vacío, me apareció una víbora en una punta, así que solté todo y salí corriendo, la pasé mal, pero no es algo habitual según me dicen”, relata.
“A mí me sorprendió cómo se trabajaba en el campo, todos los días, todo el día y toda la noche; en época de cosecha sobre todo, se comenzaba muy temprano y se terminaba muy tarde. Y me sorprendió el ritmo, todos están dedicados al trabajo a full, y si bien nosotros veníamos de trabajar muchas horas en la ciudad, no es lo mismo. Después entrás en ritmo y te acostumbrás”, reconoce. A pesar de que las tareas rurales en el establecimiento no tienen pausa, ellos suelen tener días libres y pueden solicitar un día de descanso cuando lo necesiten.
En Australia el régimen de pago es semanal de acuerdo a la cantidad de horas trabajadas. “Nosotros hacemos un promedio de 70 semanales y recibimos unos 1.600 dólares australianos”, cuenta Carla. Dentro de los gastos incluyen una compra quincenal en el supermercado, USD 40 cada uno por semana en alojamiento, seguro médico y teléfono. “Básicamente ahorramos casi todo”, indica.
“Nosotros no teníamos una idea previa del campo, pero cuando me vine, mi tío, que trabaja en tareas rurales en Bolívar, me advirtió: ‘Mirá que va a ser duro’; y así es, se trabaja mucho”, recuerda. Además, “estar encerrados, lejos de una ciudad, no es la vida que llevábamos en Argentina o en España, es diferente, pero nos sorprendió para bien”, agrega.
De todas maneras, ya les queda poco en esos menesteres. A fines de marzo completarán los 88 días de trabajo, podrán extender la visa y partirán a recorrer Australia, arrancando por las playas de la costa este. “Después veremos las oportunidades que se nos presentan. Por suerte, tenemos la posibilidad de volver a este campo el día de mañana si quisiéramos”, destaca.
Del otro lado del teléfono, a las 11 de la noche y a 12.000 kilómetros de Argentina, Carla expresa: “Extraño mucho a la familia, la comida, los amigos, sobre todo el folclore de las juntadas y esa argentinidad que estando afuera se añora muchísimo”. Sin embargo, por ahora no tienen pensado volver. “Vamos a seguir recorriendo pero no nos fuimos enojados con Argentina sino que queríamos conocer un poco el mundo, abrir la cabeza y acá estamos por suerte”, concluye.