La política todavía está aturdida. El estruendo del triunfo de Javier Milei hizo volar todo por el aire. Algunos quedaron sordos. Otros, que ya lo estaban, pretenden recuperar la escucha contrarreloj. El candidato de La Libertad Avanza expresó el enojo generalizado con la clase dirigente en un contexto de deterioro crónico y se quedó con más de 7 millones de votos, la mayoría de los cuales huyeron en masa de Juntos y el ex Frente de Todos. Con la cuarta parte del total de los que se emitieron en las primarias y la quinta parte del universo de 35 millones que estaba habilitado para votar, Milei derrumbó las paredes que le quedaban a una polarización que ya estaba reducida a escombros y sin reacción, publicó La Política Online.
Aunque sus consignas, planes y fantasías asusten a sectores antagónicos de la sociedad argentina, el economista que trabajó durante años para el magnate Eduardo Eurnekian tiene a su favor el contexto de alta inflación que derrite los ingresos de las mayorías cada vez más rápido, un ministro-candidato que devalúa en medio de la campaña presidencial y una dirigencia que se amoldó a la endogamia confortable de acusar al otro sin advertir que su propia cabeza estaba en juego. Igualados en el fracaso, pero creyéndose distintos, los integrantes de las dos fuerzas que dominaron la política en los últimos 15 años tapizaron su propio fin de ciclo.
Con un manejo de las redes sociales que hizo penetrar su mensaje en todas las clases sociales y se metió en las pantallas de los más jóvenes, Milei le sumó a una campaña que nació en la televisión una eficacia inigualable. El partisano de la dolarización concretó la amenaza que Maximo Kirchner comenzó a percibir a la salida de la pandemia y se quedó con el apoyo de la juventud pauperizada. En sentido inverso, La Cámpora envejeció con su comandancia y no pudo contener el malestar que se cocinó en lo más bajo a lo largo de la última década.
Un hombre clave del equipo de Horacio Rodriguez Larreta da cuenta del extravío de la política tradicional con una figura. «Nosotros todavía tenemos una fábrica de sombreros», dice. Pese a los millones que destinó para publicitar su quimera presidencial, el jefe de gobierno porteño fue el gran perdedor y encabezó el pelotón de los derrotados. Por eso, algunos que ahora están fuera de carrera consideran que la cartelería en la vía pública acaba de morir como forma de propaganda y ya no sirve para hacer campaña.
Las señales de alerta que fueron subestimadas se conjugaron con teorías como la de la economía barrani para llevar a Unión por la Patria y Juntos en estado de negación a las puertas de la votación. La pregunta ahora es si el electorado que puso a Milei en los más alto hizo solo un llamado de atención o, por el contrario, emitió un voto decidido para que el cambio lo lleve adelante la variante más extrema del propio sistema que se viene abajo. Pero tanto la trayectoria de Sergio Massa como la de Patricia Bullrich funcionan perfecto en el imaginario de la casta que viraliza Milei.
Si en apenas dos años Milei pasó por encima a Juntos como expresión de rechazo al gobierno peronista, fue porque ocupó un lugar que estaba vacante desde hace mucho y pedía a gritos ser representado. Le alcanzó con enunciar la palabra dolarización y culpar a políticos que, sin conexión con sus antiguos votantes, lo convirtieron en una amenaza real para ellos mismos.
A un programa que proponía más sacrificio para sus votantes, Juntos le sumó la pelea entre sus dirigentes pero lo que lo incrimina antes que nada es el fracaso de gestión que todavía está fresco en la memoria social. Si el extinto Frente de Todos ya había perdido en 17 provincias hace dos años, la novedad ahora es fue que alianza antiperonista se agotó como antídoto para un populismo tomado por la impotencia.
El castigó fue para todos. El peronismo atado con alambres hizo la peor elección de su historia, el kirchnerismo perdió Santa Cruz con el sindicalista petrolero Claudio Vidal -acompañado por el ex gobernador Sergio Acevedo-, el cordobesismo de Juan Schiaretti cayó derrotado en Córdoba con Milei y el massismo sucumbió en Tigre, su tierra santa, con Julio Zamora.
El economista que reivindica al menemismo como nadie y gana votos con la idea de volver a desguazar el Estado impulsa el ajuste más violento que una derecha con chances electorales se haya animado a pronunciar (15% del PBI), quiere privatizar la salud y la educación, eliminar retenciones y extender el modelo laboral que inauguraron la UOCRA de Gerardo Martínez y el Grupo Techint. Pero jura que la motosierra no va a afectar a las víctimas sino a los políticos, «los victimarios», y dice que eliminar la asistencia social «es un crimen».
Su plan de gobierno tiene unas cuantas similitudes con el que Mauricio Macri pretendió aplicar durante su aventura de gobierno y con el pensamiento más puro del ingeniero, que llegó a la Casa Rosada forzado a un proceso de reeducación que dirigía el ahora también derrotado Jaime Durán Barba.
Camino a octubre, Bullrich y Massa necesitan fidelizar los votos que obtuvieron Larreta y Juan Grabois pero además apuestan a que cientos de miles de personas abandonen el escepticismo y el enojo que los invade desde hace años para respaldarlos en defensa del sistema que no les dio respuesta y Milei dice combatir.
El candidato de La Libertad Avanza ganó la primaria solo: superó por más de 2 millones de votos a un Massa que, guiado por el catalán Antoni Gutiérrez Rubí -otro gran perdedor-, se proponía ser el más votado a título individual. A la implacable Bullrich, Milei le sacó más de 3 millones de votos de diferencia y la dejó envuelta en la confusión absoluta, con sabor a poco o directamente nada. Si existe el voto útil, aquella categoría que el Grupo Clarín inventó para impulsar a Néstor Kirchner sobre Elisa Carrió hace dos décadas, hoy beneficia al ex empleado de Eurnekian en detrimento de Patricia.
La ex ministra de Seguridad tiene en contra, primero que nadie, al propio Macri. En la enorme mayoría de la dirigencia del PRO se expande la convicción de que el ex presidente busca destruir a Bullrich igual que antes lo hizo con Larreta. Que el ingeniero sea considerado uno de los ganadores del 13A no deja de ser sintomático porque, si Juntos se vino abajo como opción predilecta del país antikirchnerista, es porque ya gobernó en modo trituradora de ilusiones.
Sin embargo, Macri se manifiesta eufórico y se cree victorioso porque sus ideas primitivas son las que se imponen en las elecciones. También, aunque no le guste que se diga, porque el artefacto del PRO sigue ligado a su apellido y los epígonos que hablan en su nombre parecen condenados al fracaso. «Macri trabaja para Milei. Su lógica es que si él no puede ser líder y presidente, prefiere que no sea nadie», dice un dirigente que participó de la Ucedé, del menemismo y ahora milita con Bullrich.
La centralidad de Macri preocupó en los últimos días incluso a alguien que lo conoce desde la cuna. Aunque se manifestaba más cercano a Larreta, Carlos Grosso considera nocivo que el ex presidente opaque a Bullrich y se pare como ganador de un escenario donde se cree el padre de la criatura. Para el renovador que fue intendente de la ciudad y sufrió a Menem como nadie, el revival que encarna Milei es inquietante.
Al rol de Macri, Bullrich tiene que sumarle otro factor de preocupación. Son pocos los que confían en que, después de una derrota humillante -hasta los vecinos de la Ciudad le hicieron perder la interna-, Larreta se ponga a trabajar para ella. En lo que fue el macrismo, son muchos los que se precipitan hacia un escenario político balcanizado en el AMBA. Adivinan un mapa en el que coinciden Milei como presidente, Axel Kicillof como gobernador y Jorge Macri como jefe de gobierno porteño.
Nadie arriesga a asegurar que el primo Jorge vaya a militar fuerte por Patricia y algunos malpensados creen que fantasea con quedar como el único ganador del PRO en el país del AMBA. Además, advierten que el ex intendente de Vicente Lopez no es de compartir el poder y le auguran a Martin Lousteau bastante menos suerte que con el mecenazgo de Larreta.
A un lado y al otro, sobran muestras de que Milei tiene ahora el caballo del comisario. El dueño de un fondo de inversión se lo dijo en las últimas horas a un macrista que sigue en carrera: «Nosotros te votamos a vos porque sos amigo, pero si no votábamos a Milei». ¿Es posible que razonen de manera similar en el otro extremo de la pirámide social los que durante años acompañaron al peronismo?
Como le pasa a Massa, Bullrich tiene que pelear casi en soledad contra lo que se presenta como una tendencia de fondo. Como si se creyera condenado al éxito, Néstor Grindetti no convocó a Diego Santilli para lo que viene. El ex vicejefe de gobierno porteño, que perdió por un margen muy estrecho -algunos calculan que serán 10 mil votos en la cuenta final- se reunirá el martes con Bullrich, que sí lo llamó para sumarlo a su campaña. Junto con la convocatoria a Carlos Melconian, es parte de un operativo de salvataje que ensaya la titular del PRO para contener al Círculo Rojo.
Entre los colaboradores de Larreta apostaban a que el alto conocimiento de Santill en tierra de Kicillof los salvara de una derrota. No pasó y esa división tajante entre ganadores y perdedores ahora conspira contra la ex ministra de Macri y De la Rúa. Puertas adentro, algunos especialistas en diseño electoral que perdieron el poder lamentan no haber logrado una composición distinta, que le diera a Santilli la victoria en provincia. Con decisión política, eso hubiera facilitado la unidad hacia octubre. Todos hubieran tenido algo por qué pelear.
Entregado a la devaluación que negó mil veces en plena campaña electoral, Massa también tiene un camino cuesta arriba y necesita que Cristina Fernández, Máximo Kirchner y lo que fue el kirchnerismo abandonen el mutismo y hagan algún tipo de aporte para llegar al balotaje y frenar a Milei. El espiral inflacionario, que en alimentos y tarifas agrede cada día a los votantes del oficialismo, lleva las previsiones de las consultoras a hablar de una inflación ingobernable camino a octubre.
La saga de promesas incumplidas del ministro y candidato queda empequeñecida ante la inestabilidad y la incertidumbre que gobiernan su cruzada electoral cuando las reservas son nulas y la brecha sigue en torno al 100%. El Fondo que, según dice, acaba de someterlo con la devaluación, ahora tiene que compensarlo para sostenerlo en el terreno impreciso de las fuerzas competitivas. Más difícil es que se revierta el proceso de licuación sobre los ingresos que Marina Dal Poggetto describió en los últimos días en Radio Mitre. Si el gasto previsional era del 9,6% del PBI antes de la reforma del macrismo, dijo, la misma partida quedó reducida a 7,2% del PBI con el FDT. Aunque el gobierno buscó preservar a los que ganan la mínima, la inflación ajusta fuerte y desde hace tiempo sobre la base irreductible del kirchnerismo.
La peor sequía de la historia afectó a un Massa que se hizo cargo de un gobierno sin rumbo y decidió entregarse a la improvisación absoluta para surfear la ola en busca de llegar como candidato al año electoral. Considerado un salto discreto, la devaluación que Cristina no quería fue ejecutada por el ministro en el peor momento para el candidato y en lo político no hace más que alimentar a Milei.
Devaluar al día siguiente de las PASO sin plan económico es una ofrenda más a un Fondo que exige más de lo que ofrece. También un signo más de una debilidad que excede a Massa, la del gobierno de la más rara unidad peronista. Después del fracaso de Macri y los Fernández, el creador de la avenida del medio encarna desde hace un año la última apuesta de la clase política para sobrevivir ante la debacle general.
Entregado a la devaluación que negó mil veces en plena campaña electoral, Massa necesita que Cristina Fernández y Máximo Kirchner hagan algún tipo de aporte para llegar al balotaje y frenar a Milei.
Personaje de Marvel, Joker del poder para consumo popular o predicador de un mundo inviable, Milei se apalanca en las experiencias de Donald Trump y Jair Bolsonaro para venderse como solución a la tercera gran crisis que se incubó en 40 años de democracia. Su ascenso preocupa al Departamento de Estado y a empresarios que se acostumbraron a ganar en medio de la penuria generalizada. En palabras de Dal Poggetto: «El objetivo de los últimos 3 años y 7 meses de una empresa fue conseguir pesos baratos, comprarle dólares baratos al Banco Central y vender en una economía protegida con precios descuidados. Fue una fiesta. Ahora se acabaron los dólares y el modelo no funciona».
Las dudas que genera Milei en los factores de poder son infinitas. El candidato de La Libertad Avanza convocó a un exponente de la casta, Guillermo Francos, que acaba de renunciar al cargo de director ejecutivo del BID, donde había sido designado por Alberto Fernández y Gustavo Beliz. Francos viajó a Washington en las últimas horas para apurar su mudanza. Ex abogado personal de Domingo Cavallo en la querella contra Alfredo Yabran, ex miembro del Concejo Deliberante y ex diputado de Acción por la República, el político que podría ser ministro de Interior en un eventual gobierno libertario compartió con Milei la escuadra de Eurnekian.
El diputado tiene en Macri un apoyo fundamental. «Si gana Milei, el PRO se terminó. Macri parte el partido y lo ayuda a Milei», vaticina un bonaerense que milita junto a Bullrich y prevé un respaldo de los legisladores macristas a un eventual gobierno libertario. El partido creado por el ex presidente quedaría así como expresión de una época agotada. Dos décadas después del estallido de la Convertibilidad y ante las ruinas de la polarización, de las entrañas del sistema nació la cara más agresiva del mesianismo de mercado. Con una estética antimenemista, Milei apunta a consagrarse como el vindicador más potente de los años noventa.