
En la puerta de la panadería Pan y Queso, en Km8 frente a los Bomberos, hay un perro mayor que hace ya un tiempo se instaló ahí. Está solo, aunque no del todo: algunas personas que pasan seguido le alcanzan comida, y las chicas de la panadería también le dan una mano.
Una vecina incluso le llevó una cucha que era de su perra Lola, con la esperanza de que el perro empiece a usarla y al menos tenga un lugar cómodo donde dormir. “Estamos en etapa de adaptación”, dice, ya que al principio no sabía bien qué hacer con ella.
Aunque no le falta comida y atención básica, no es lo mismo que tener un hogar. El perro está en sus últimos años de vida y sería ideal que alguien se anime a adoptarlo para que no termine sus días en la calle. No pide mucho: un poco de techo, algo de cariño y un lugar donde descansar.
Mientras tanto, quienes pueden lo siguen ayudando como pueden. Pero la idea es clara: hace falta una persona que quiera y pueda darle una segunda oportunidad.