Desde septiembre, Gustavo Villar espera que el uso de ibuprofeno inhalatorio sea autorizado por la ANMAT y solicita que se le permita nebulizar a los pacientes internados.
Villar le dijo a Infobae que por ahora no piensa inocularse: “Esa vacuna tiene que ir al brazo de un anciano y no al mío. No es para mí, aunque sea médico”.
El médico Gustavo Villar (51) sabe bien lo que es estar de los ‘dos lados del mostrador’. Le tocó vivir al COVID-19 en carne propia y en la de sus padres con patologías preexistentes, y además, atiende a cientos de pacientes que lo contactan a través de la Fundación Respirar -entidad benéfica que dirige Alexis Doreski- para ser tratados de manera gratuita con nebulizaciones de ibuprofeno inhalado. Sin embargo, a pesar de los buenos resultados que se obtienen, todavía está a la espera de que las autoridades sanitarias lo aprueben.
El año pasado, se aisló durante 10 días ya que presentó síntomas leves compatibles con la enfermedad. Pero hace dos semanas, le empezaron a doler las piernas y la cabeza mientras atendía a sus pacientes. Pensó que el dolor muscular se debería a que había estado haciendo esfuerzo físico pero, cuando se midió la saturación, el valor estaba muy por debajo de lo normal: tenía 91, cuando lo normal es 98 o más. Automáticamente, se dio cuenta de que se había contagiado y fue el momento preciso para aplicarse el tratamiento que a diario le brinda a sus pacientes.
“Ese domingo, había hecho esfuerzo físico y venía durmiendo mal, porque mi teléfono explota a toda hora porque los pacientes que llaman por el tratamiento. Ese martes, tuve dolor de cabeza y mialgias, así que me saturé y estaba en 91. Me quedé aislado, me nebulicé y me recuperé. Me di cuenta del cuadro al cuarto día de evolución y, con esa saturación tan baja, no hacía falta hacerme una tomografía porque era obvio que estaba con una neumonía instalada”, le dijo a Infobae.
“La misma noche que me di cuenta de que estaba contagiado, me hice cuatro nebulizaciones con ibuprofeno y mi saturación subió a 96. Justamente, a la noche es cuando el cortisol plasmático baja y los pacientes empeoran. El resto de los días saturé entre 94 y 95, me nebulicé durante 6 días y me recuperé. Ahora, sigo con tratamiento preventivo y me hago una nebulización diaria para terminar de desinflamar el pulmón. Por eso, el ibuprofeno inhalatorio también puede usarse para la recuperación del tejido pulmonar en aquellos pacientes que han superado el COVID-10, pero han quedado con los pulmones con fibrosis, que es una de las principales secuelas de esta enfermedad”, explicó.
Una de las complicaciones más temidas por COVID-19 son las cardiológicas. Al principio del cuadro, Gustavo desarrolló una miocarditis, pero con la medicación oral que se suministró la pudo controlar. Dijo que nunca sintió miedo y que confío en el tratamiento porque lo uso a diario, incluso en pacientes añosos. “Nebulicé a pacientes de 92 años con neumonía por COVID-19 y hoy están bien”, indicó.