Una inmensa multitud colmó ayer la 9 de Julio en rechazo a la política económica de Mauricio Macri. Entre locro, baile y música, cientos de miles de personas se reunieron para celebrar el aniversario de la Revolución de Mayo y repudiar el ajuste del Gobierno, el aumento de la violencia institucional y defender las políticas de memoria, verdad y justicia.
Bajo el sol tibio del mediodía, organizaciones sociales, gremiales y políticas y ciudadanos autoconvocados comenzaron a colmar la avenida 9 de Julio. Una marea kilométrica y compacta, celeste, blanca y de todos los colores se movilizó desde distintos puntos del país para unir la celebración del 25 de Mayo con la crítica a las negociaciones del gobierno de Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional. “El 25 de Mayo de 1810 las mujeres y los hombres que habitaban este suelo fueron protagonistas de la gesta revolucionaria que marcaría a fuego los destinos de nuestra historia. Se trataba de defender y organizar un pueblo ansioso de construir un destino común de Patria. Pero, 208 años después, una vez más, la Patria está en peligro”, aseguraron desde el escenario emplazado en el Obelisco, donde además se realizó un festival musical. El Presidente, mientras tanto, encabezaba una fiesta cerrada para funcionarios y un puñado de vecinos en la quinta de Olivos.
“Este es un gobierno para los ricos que va a aceptar todo lo que le imponga el Fondo, que siempre va a ser a costa de nuestros bolsillos, deteriorando la educación pública y los hospitales y bajando nuestras jubilaciones, pero nunca volviendo a imponer retenciones a las empresas mineras o al campo, o volviendo a ponerles el impuesto a las ganancias a los jueces”, dijo Guillermo, afiliado al sindicato docente bonaerense Suteba, mientras sostenía un cartel con la frase “Soberanía o FMI” escrita a mano. El docente de 50 años, que llegó con su familia desde la localidad bonaerense de Tigre, no dudó al afirmar que “la plata que nos va a dar el FMI no va a venir para ninguno de nosotros, sino que va a terminar financiando a los especuladores”. En la misma línea, Amparo, explicó que fue la sensación de “estar como sociedad y como país, en peligro de nuevo y bajo el poder de los Estados Unidos y del FMI” lo que la llevó a formar parte de la movilización. “Tenemos un gobierno autoritario y represor, que atenta contra los derechos de los trabajadores, de las mujeres y de los más débiles de la sociedad”, aseveró la joven de 25 años.
El aire frío, sigiloso, obligaba a abrazarse, a tomarse de la mano, a envolverse en banderas. La bronca y la tristeza parecieron devenir, de pronto, en un grito unánime para dar paso a la celebración. “Aunque hoy la consigna es otra, porque cambió el contexto político y cambiaron las condiciones, creo que lo más importante es venir a festejar este día”, afirmó Sebastián, que llegó al Obelisco con la familia de su novia para “defender la Patria y a mostrar nuestro inconformismo con todo lo que está pasando”. Como él, son muchos los que se sintieron parte de una jornada histórica: “No venimos por nosotros, sino por nuestros hijos y nuestros nietos. Quiero que ellos sepan que cuando el gobierno vendía el país, nosotros estábamos acá, movilizándonos”, señaló Diana, una mujer de 70 años con los ojos achinados por el sol. Por su parte, Silvia, una canillita, se mostró orgullosa de compartir el momento con sus hijas. “Allá lejos, hace tiempo, estuve en otras marchas en contra del FMI. Ahora les dije a mis hijas que tenían que venir”, aseguró, y sentenció: “Hay que estar siempre que se pueda para no ceder el lugar a los otros”
“Rechazamos los acuerdos de Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional, su modelo de dependencia política y económica con las grandes potencias extranjeras que se están reeditando en nuestro continente, un plan sistemático que sólo ofrece a las mayorías populares un destino de miseria planificada. Rechazamos el endeudamiento externo que significa una cadena de dependencia sobre nuestro pueblo”, exclamaron los actores Osmar Núñez y Paola Barrientos al leer el documento que, a modo de manifiesto popular, reunió el conjunto de reivindicaciones planteados desde diversos espacios políticos y sociales. La lectura, interrumpida de a ratos con cantos y aplausos, continuó trazando un mapa de reclamos específicos contra la gestión de Cambiemos, entre los que se mencionaron “el salvaje tarifazo impuesto sobre los servicios públicos esenciales”, “la reforma previsional que ha licuado los ingresos de jubilados y pensionados”, “el desfinanciamiento educativo, el disciplinamiento del salario docente, el ataque a sus organizaciones gremiales y la persecución a la organización estudiantil”, “el proceso de flexibilización laboral iniciado al hacer crecer los niveles de desocupación”, “la radicalización de la violencia ejercida por las fuerzas de seguridad” y “el ataque a las comunidades de nuestros pueblos originarios y el avasallamiento de sus derechos sobre tierras y cultura ancestrales”.
Uno de los puntos más álgidos de la proclama llegó con el pronunciamiento en defensa de “las políticas públicas de memoria y lo conquistado en más de 40 años de lucha”: “Reafirmamos que el único lugar para los genocidas es la cárcel común. Seguimos exigiendo justicia para Santiago Maldonado y Rafael Nahuel”, consignó uno de los pasajes del texto. En el cierre, se exhortó a los presentes a “enfrentar al gobierno de Macri por el camino de la democracia, en las calles y en las urnas”. “En ese camino, y con estas reivindicaciones y desde estos principios, nos disponemos a forjar la unidad necesaria para construir definitivamente la Patria que soñamos”, enfatizaron los oradores ante el millón y medio de personas encolumnadas con los organismos de derechos humanos, partidos políticos y sindicatos de la Corriente Federal de la CGT y la CTA, entre otros.
El final del acto estuvo signado por la entonación del Himno Nacional, que cantaron, con la misma intensidad, militantes políticos y sociales, chicas con el pañuelo verde de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, grupos de señoras, adolescentes con la cara llena de acné, metaleros solitarios y familias enteras, con la mano en el pecho, el puño levantado o los dedos en forma de V. Con las últimas estrofas, empezó la desconcentración que se transformó, de a poco, en una marcha espontánea –como si se tratara de un acto reflejo– hacia una excesivamente vallada Casa Rosada. Allí, el grito “¡La Plaza es nuestra!” resonó como un eco disperso y terminó de delinear la postal de una jornada histórica que dejó en claro que hay un pueblo que no está dispuesto a resignar su soberanía y que, como hace poco más de 200 años, se hace cargo de su destino.