Un grupo de científicos, que analizó las mutaciones que sufrió el SARS-CoV-2 desde que fue descripto por primera vez, aseguró que “su transmisión a los humanos es consistente con un proceso evolutivo natural ocurrido en un murciélago”.
De esta forma, los especialistas descartaron que el coronavirus pudiera haberse “escapado” de un laboratorio de Wuhan, una posibilidad que había tomado cuerpo cuando los expertos internacionales de la Organización Mundial para la Salud (OMS) que estuvieron en febrero en China no pudieron desentrañar el origen del virus.
“La capacidad de los virus de ARN para adaptarse a los nuevos huéspedes y escapar rápidamente de su sistema inmunológico se atribuye, en gran parte, a la diversidad genética que surge de sus mutaciones”, aseguraron los expertos en una investigación publicada en la prestigiosa revista científica Cell y resaltaron que se podría inferir el origen del SARS-CoV-2 rastreando sus espectros moleculares, o dicho de otro modo: la “estela” de cambios que quedó marcada en el “DNI” del virus a medida que se sucedían variaciones en su genoma viral.
De esta manera, para los investigadores del Instituto de Genética y Biología del Desarrollo perteneciente a la Academia de Ciencias de China, existen similitudes “entre los espectros de mutación del SARS-CoV-2 y el coronavirus RaTG13, perteneciente al murciélago”, las cuales se acumularon desde su separación y evidenciarían que el virus del Covid-19 evolucionó, antes de su transferencia zoonótica a los humanos, en un huésped “muy similar a los murciélagos”.
Cuáles son las supuestas pruebas
Ya sean líderes mundiales, como fue en su momento Donald Trump, o agrupaciones de las más diversas, el origen del virus responsable de la pandemia generó y aún genera una fuerte controversia. Es por eso que, entre los expertos mundiales, se evaluó la posibilidad que surgiera de forma natural, con un cambio exacto, en el momento indicado y ante un huésped sensible. O bien, que se tratara de un virus modificado genéticamente para afectar a la humanidad, provocando cientos de miles de muertos y millones de afectados en todo el planeta.
A pesar de que las dos opciones puedan sonar descabellada (para quien avala la otra), un grupo de científicos buscó desentrañar el origen del SARS-CoV-2 realizado una suerte de “ingeniería inversa”. Es decir, arrancando desde el final y desandando un camino hacia el inicio. En este caso, es desde el virus que circula actualmente en el mundo y, descomponiendo sus mutaciones como si se tratara de una pista de migas de pan, lograr dar con aquello que estimaron habría sido el patógeno “original”.
Según señalaron, lograr encontrar el patógeno inicial de la pandemia tuvo como principal impuso que no existen datos empíricos que apoyen la teoría de un escape de un laboratorio, como así tampoco la de una mutación natural, ya que no lograron encontrar en la naturaleza un virus suficientemente similar en su genética al SARS-CoV-2, aunque el RaTG13 presente en los murciélagos es el virus más similar identificado hasta el momento.
De todas maneras, como dice el saber popular, según explicaron los expertos, “la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia”, por lo cual advirtieron que aún existe una “gran cantidad de animales salvajes inexplorados”.
Un salto evolutivo que vino “volando”
En lo que se refiere a la mutación de un virus, existen variaciones en el material genético que puede “perderse” o “prevalecer”, dependiendo si presentan una ventaja o desventaja en la selección natural, tales como mayor transmisión, mayor agresividad o una mejor evasión del sistema inmune del huésped; al tiempo que otros cambios, que no representan mayores diferencias, pueden establecerse dentro del mapa genético del virus.
En ese tono, los científicos destacaron que existen algunos aspectos que pueden marcar el genoma viral, los cuales son denominados como “firmas mutacionales”, mediante las cuales se puede establecer cuáles fueron sus huéspedes ancestrales o a qué efectos externos estuvieron sometidos. En este punto destacaron tres: un entorno celular variable que permita mutacionales distintas; procesos específicos dentro de las células huésped que permitan la mutación del patógeno; y mutaciones acumuladas en su evolución.
Ante esta información, los científicos armaron un árbol filogenético del SARS-CoV-2 y el coronavirus (como una suerte de árbol genealógico), donde pudieron relacionar e identificar mutaciones acumuladas por distintos huéspedes antes de llegar a los humanos para luego compararlas con un árbol con variaciones de origen natural.
Al estudiar estos datos, lo que pudieron develar es que las mutaciones fueron causadas por entornos celulares del hospedador (o huésped) y hallaron que en el árbol evolutivo del SARS-CoV-2 existen mutaciones vinculadas a los murciélagos Rhinolophus y los pangolines (GD-1 y GX-P5L), siendo que de los primeros identificaron siete y de los segundos dos. “Estas observaciones indicaron que los murciélagos (y probablemente también los pangolines) proporcionaron un entorno celular propicio para la evolución del genoma del virus de ARN, aunque difería sustancialmente de la de los humanos”, afirmaron.
Es por ese motivo que determinaron que, en algún momento, hubo una divergencia entre el SARSCoV-2 y el RaTG13, y que el primero había evolucionado del segundo. “Aún falta comprender de varias características claves, pero mostramos que las mutaciones acumuladas en el SARS-CoV-2 son consistentes con un proceso evolutivo natural desarrollado en un murciélago Rhinolophus”, concluyeron.
Fuente: tn.com.ar