Ariel López denuncia que a su tío le negaron la internación por su avanzada edad. Lo asistió 9 días, pero su estado se agravó y murió. Luego se supo que tenía coronavirus.
Su tío, Miguel Fuentealba, de 84 años, estaba gravemente enfermo. Por su avanzada edad y en un contexto de alta ocupación por el coronavirus, no logró que lo internaran en el hospital zonal ni en otra institución médica de Cipolletti, en Río Negro. Por eso, Ariel López (58) usó sus conocimientos como enfermero y armó una improvisada sala de terapia intensiva en la casa de su familiar para intentar salvarle la vida, relata Clarín.
Los centros de salud y el propio servicio de emergencias 109 tampoco se mostraron predispuestos a realizar el hisopado al abuelo afiliado al PAMI, informó el profesional. Finalmente murió el jueves 24 después de padecer durante 10 días profundos y dolorosos problemas respiratorios. Nueve de ellos los transcurrió en la “terapia” de su sobrino. Recién el miércoles 23 una ambulancia lo trasladó hasta el Hospital Dr. Pedro Moguillansky de Cipolletti. Dos días antes de su fallecimiento la propia familia pagó un hisopado en un laboratorio privado, a un costo de unos 8.000 pesos, que reveló que padecía Covid-19.
López.vive en la localidad rionegrina, pero trabaja todos los días en el hospital Castro Rendón de Neuquén capital. En una desesperada acción por cuidarlo y ahorrarle a su tío el espanto de morir ahogado, tomó la decisión de montar la sala en su casa.
Consiguió tubos de oxígeno prestados, mascarillas, líneas para suero y evacuación de orina, material higiénico descartable, entre otros complejos elementos sanitarios, con el único propósito de atender las necesidades de su tío quien residía en Cipolletti junto a otros dos familiares de avanzada edad.
El 14 de septiembre Fuentealba comenzó a mostrar severas deficiencias respiratorias debido a una amigdalitis purulenta. El enfermero trató de internarlo en distintos centros de salud del Alto Valle de Río Negro (región en la que confluyen con pocos kilómetros de distancia General Roca, Allen y Cipolletti), pero la respuesta de las administraciones siempre se empantanó en una densa burocracia administrativa condicionada por el Covid 19. En esta zona de Río Negro la ocupación de camas de UTI ha alcanzado el 98%. E
En voz baja, por fuera de los canales formales, los médicos le reconocieron a López que no se estaban recibiendo enfermos de avanzada edad en las UTI ocupadas como están, prácticamente en su totalidad, por pacientes con coronavirus.
“Llamé a todos lados y no pudimos ingresarlo. Hice llamadas a funcionarios, hospitales, administraciones, teléfonos de urgencia que nunca fueron contestadas. Los únicos que vinieron fueron los de una empresa privada de urgencias que no podían hacer nada. No lo podían llevar a un hospital donde no lo iban a recibir. Ellos mismo me dijeron: nadie está recibiendo a ancianos enfermos con PAMI”, dice López.
“Los ancianos están condenados a muerte en este país, aquí no hay una crisis sanitaria, hay desidia. Tuvieron 6 meses para prepararse y los que saben como está el sistema sanitario no les importa, a los funcionarios no les importa”, agrega.
Fuentealba era un antiguo vecino de Cipolletti donde trabajó sus últimos 25 años en una rotisería de la localidad. Su sobrino se licenció en la Universidad Maimónides de Buenos Aires y tiene 33 años de experiencia, la mayor parte de ellos en el área de Terapia Intensiva.
“Entre el 14 y el 23 de septiembre fue un martirio para nosotros y para mi tío. Mi tío se me moría porque no podía respirar y durante 10 días estuve al lado suyo sin salir y con todos los protocolos de Covid 19 tratando de ayudarlo”, recuerda López.
El enfermero radicó una denuncia policial por “abandono de persona” aunque López explica que tampoco recibió noticias del Ministerio Público Fiscal de Cipolletti a este respecto.
“Cuando su situación se agravó, el 14 decidí hacer una salita de terapia en su casa. Amigos que no quiero nombrar para protegerlos me pasaron dos tubos de oxígeno, uno chico y otro grande. Antes lo había tratado con medidas no invasivas. Mi tío tenía una vía periférica de suero y una sonda para orinar porque no podía levantarse. Yo le suministraba agua con una jeringa de 10 centímetros, más una solución fisiológica por vena. Dejó de alimentarse el 22 de septiembre y falleció el 24 a las 2 de la mañana”, relata.
“Suena grosero decirlo pero en la práctica instalé una UTI en una habitación de la casa de mi tío”, subraya López.
El 24 a las 10, es decir 8 horas después de su muerte, lo llamó una administrativa del PAMI consultándole por los datos personales de Fuentealba. “Es un hecho casi cómico en la tragedia, toda esa maraña burocrática, papeles y más papeles que había que completar, formularios, todo eso durante 10 días hasta que mi tío murió y entonces ahí recién lo llamaron”, señala el profesional.
López prefiere que no trasciendan fotografías de su tío en otros momentos más alegres de su vida. Así se lo ha pedido su familia. La única que distribuyó entre las redes sociales muestra a su pariente en una cama, con una mascarilla y a su costado un tubo de oxígeno. De una base de metal cuelga el suero y la línea que permanece inyectada a su organismo. Junto a él una imagen del fallecido papa Juan Pablo II.