Cuando Diego Giacomini y Javier Milei propusieron un canje de las Lebac, en el Banco Central consideraron que era una demostración del extremismo de algunos economistas. Aquel presidente del Banco Central saltó por los aires detonado por las Lebac. Sucesivas advertencias de ambos también fueron rechazadas pero el Presidente de la Nación va barranca abajo. El equipo de la consultora Economía & Regiones que lidera Giacomei vuelve a realizar un diagnóstico con recomendaciones. Ya no le queda mucho más tiempo a Mauricio Macri para eludir el desplome.
Fragmento del informe de Economía & Regiones:
La corrida cambiaria no está dominada; ergo no se puede asegurar que es cosa del pasado y ya se terminó. A su vez, tampoco se puede decir que la economía ya ha tocado su piso y lo peor “ya pasó”. Por el contrario, no se puede descartar que vuelva a haber nuevos rounds de corrida cambiaria y presiones sobre el dólar.
En este marco, las consecuencias negativas de la corrida cambiaria continuarían a la “orden del día”. En la esfera monetaria y financiera, el dólar probablemente prosiga encareciéndose en términos nominales. O sea, habría que descartar ingreso de capitales y baja nominal del tipo de cambio.
Paralelamente, la inflación mantendrá tendencia alcista durante los próximos meses. La inflación debería ganarle al dólar en el promedio de la segunda mitad del año, ya que la actual devaluación es récord y el tipo de cambio real es el más sobre depreciado de los últimos años. erosionando la competitividad vía precio.
Algunos sectores y agentes económicos, basados en sus intereses microeconómicos, ven con malos ojos que el tipo de cambio real (TCR) se erosione.
Sin embargo, macroeconómicamente sería lo menos doloroso. ¿Por qué? Porque la única forma que el tipo de cambio real siga subiendo, y la competitividad dólar aumentando, es que con más corrida cambiaria, lo cual ni siquiera es “pan para hoy y hambre para mañana”.
Ya sin más rounds de corrida cambiaria los próximos trimestres tendrán variaciones desestacionalizadas negativas, con menos inversión, caída del consumo, recesión, destrucción de empleo (informal y formal), aumento del desempleo (dependiendo que suceda con la PEA) y más pobreza e indigencia.
Es decir, ya sin nuevos rounds de corrida cambiaria nos espera un escenario poco alentador. Por el contrario, con más corrida cambiaria este escenario desalentador, que seguro ya tendremos, será más intenso y peor.
Será aún más inflación con todavía menos inversión y consumo, menos oferta y demanda agregada; en pocas palabras, más estanflación.
¿Por qué hay y puede resurgir la corrida cambiaria? Porque no se arreglan los problemas de fondo que originan la corrida cambiaria. Una corrida cambiaria son los agentes económicos huyendo del peso y refugiándose en el dólar.
O sea, para parar de “verdad” la corrida cambiaria hay que corregir o eliminar las razones que hacen que el público le escape al peso y se vaya al dólar. Todo lo demás, es “parche” circunstancial; es decir actúa sobre las consecuencias y no las causas.
El público actúa con expectativas racionales (Robert Lucas Jr., premio Nobel 1995). El público utiliza toda la información disponible y conoce a la “perfección” como “funciona” el modelo del gobierno de Cambiemos y por ende, sus expectativas son correctas en promedio.
La gente sabe que la política macro está mal diseñada y que su gestión y aplicación son ineficientes. En este marco, el público anticipa malos resultados.
Con este modelo, el público descuenta más inflación, dólar (nominal) más caro y recesión; y consecuentemente se protege saliendo del peso (y activos argentinos) y refugiándose en el dólar y fuera del sistema. Así, se desploma la demanda de dinero; que es el origen de la actual corrida cambiaria y estanflación.
La caída de la demanda de dinero genera el salto del dólar, la aceleración de la inflación y el desplome de la economía real. En este marco de expectativas racionales es una profecía auto cumplida.
El gobierno debe actuar sobre el origen del problema, que es el actual desplome récord de la demanda de dinero que es consecuencia de la mala política fiscal.
El actual programa fiscal, como no es financiable, genera que los agentes se fuguen del peso, salgan de los activos argentinos y se refugien en el dólar.
Con las nuevas metas fiscales se necesitan más de US$ 45.000 MM de financiamiento de aquí a fin de 2019. Sin embargo, sólo entrarían US$ 35.000 MM de organismos internacionales hasta diciembre’19. Ergo, el gobierno necesitaría colocar más de US$ 10.000 M adicionales en el mercado doméstico, asegurando crowding-out y altas tasas de interés hasta fin de mandato.
Del otro lado, la baja inversión, falta de empleo y el pobre nivel de actividad estarían asegurados. La alternativa para colocar menos deuda sería mayor devaluación, aunque significaría más caída de demanda de dinero e inflación, o sea mayores problemas.
En este marco, se entiende que las nuevas metas de déficit fiscal primario de -2,7% (2018) y -1,3% (2019) pactadas con el FMI no sirven, ya que no son un seguro para que la demanda de dinero deje de caer y la corrida cambiaria no “vuelva” más.
Por el contrario, hay que virar hacia metas de equilibrio fiscal primario en 2018 y 2019 para tener chances de revertir la caída de la demanda de dinero y solucionar la actual coyuntura cambiaria.
Con equilibrio fiscal primario en la segunda mitad de su mandato, el gobierno de Cambiemos tendría su programa financiero cerrado, no haría falta endeudarse ni devaluar más, y en consecuencia la demanda de dinero podría estabilizarse y el riesgo-país bajar.
Menos riesgo-país abarataría el crédito facilitando la vuelta a los mercados de crédito internacional. Además, la inflación sería menor y la recesión más suave y más corta, la inversión se recuperaría más rápido, el nivel de actividad también; y en consecuencia el impacto social negativo sería menor. Habría menos destrucción de trabajo, más bajo desempleo y salarios con menor pérdida de poder adquisitivo.
Por el contrario, con las actuales metas fiscales luce poco probable poder retornar a los mercados voluntarios de deuda y pone una buena red de contención a la caída de las variables.
> Expectativas racionales, profecía autocumplida y cambio de organigrama y nombres
Aunque el déficit fiscal sea el origen del desplome de la demanda de dinero y la corrida cambiaria, anunciar nuevas metas de equilibrio fiscal primario para 2018 y 2019 no soluciona los problemas porque ya que no sería creíble. El público actúa con expectativas racionales. Tiene toda la información, conoce el modelo y en consecuencia anticipa (en promedio) correctamente los resultados.
El público sabe que el actual organigrama atenta contra el buen diseño, coordinación y gestión de las políticas económicas; y por ende los resultados son malos. El público tampoco cree en los funcionarios que diseñan y gestionan la política económica. Negar este ‘knowhow’ del público sería menospreciarlo.
El público descuenta malos resultados, se anticipa y defiende; dando origen a la caída de la demanda de dinero y la corrida cambiaria. En este contexto, se debe cambiar el organigrama y los funcionarios para que el público no descuente el fracaso y elija cambiar sus actuales expectativas pesimistas, lo cual es condición necesaria para obtener buenos resultados.
Se debe desarmar el actual triunvirato de Jefatura de Gabinete y volver a los 8 Ministerios con un único y fuerte ministro de Economía. Este cambio no sólo permitiría ahorrar gasto cerrando decenas de ministerios, secretarías y subsecretarías, sino que impulsaría un cambio de expectativas. ¿Por qué? Porque impulsaría una creíble reducción del gasto y del déficit fiscal, estimulando una mejor coordinación y gestión de la política macro en general y la política fiscal en particular.
El cambio de organigrama y un único (fuerte) Ministerio de Economía son imprescindibles para que pueda haber cambios de nombre.
Por el contrario, con el actual organigrama difícilmente haya cambios de nombres, ya que ningún profesional prestigioso aceptará afrontar los costos de una mala gestión. Los eventuales candidatos son parte del público y en consecuencia también descuentan malos resultados futuros.
En este sentido, ellos también saben que el actual organigrama atenta contra el buen diseño, aplicación y gestión de cualquier plan económico consistente. En este escenario, dichos candidatos eligen seguir al margen y no involucrarse.
El problema es que se necesitan nuevos funcionarios para tener chances de revertir el actual escenario y tener buenos resultados. El público no cree que la actual conducción económica, que es la que nos trajo hasta “aquí”, pueda rencausar la macroeconomía.
Ergo, con los actuales funcionarios (y organigrama), lo más probable es que el público continúe descontando resultados negativos y en consecuencia la caída de la demanda de dinero y la corrida cambiaria serán una amenaza recurrente. Así, la profecía auto cumplida continuará a la orden del día.
> Acuerdo con el FMI y sus condiciones: cuidado con la inflación
El acuerdo con el FMI es un salvavidas en el medio de una pileta de waterpolo (no se hace pie en ningún lado) para que el gobierno pueda llegar al borde; es decir, al fin del mandato en diciembre 2019.
Pero el trayecto hasta el borde de la pileta (fin del mandato) no va a ser sencillo y va a tener oleaje, porque el gobierno no tiene ninguna intención de corregir los problemas de fondo que alimentan la caída de la demanda de dinero, la corrida cambiaria y la estanflación.
El gobierno vive actuando sobre lo urgente, nunca sobre lo importante.
Siempre actúa sobre las consecuencias de los problemas, nunca sobre las causas. La corrida cambiaria es un gran ejemplo en este sentido. El gobierno toma nuevas (viejas) medidas para acrecentar la oferta de dólares y bajar la cantidad de pesos con los cuales se adquieren las divisas, pero no cambia ni la política fiscal, ni el organigrama, ni los nombres para que los agentes dejen de descontar malos resultados, cambien sus expectativas y dejen de salir del peso y se fuguen al dólar.
En este escenario, sin cambios de fondo, es probable que haya nuevos rounds de corrida cambiaria, que la estanflación sea más dura y prolongada de lo que la mayoría de los agentes piensan y que algunos de los condicionamientos del acuerdo con el FMI sean puestos en jaque; por ejemplo, las pautas de inflación.
El acuerdo con el FMI es imprescindible para tener chances de llegar al borde de la pileta de waterpolo (diciembre’19). Si el acuerdo con el FMI se cae, la pileta de waterpolo, en la cual el borde está lejos y no es fácil de alcanzar, se convierte en el Triángulo de las Bermudas y la macroeconomía va a tragar agua como “loca”.
Igualmente, hay que tener claro que el acuerdo con el FMI no alcanza y no nos va a empujar hasta el borde de la pileta de waterpolo por sí sólo. La plata del Fondo no alcanza para llegar hasta fin de diciembre’19.
Se necesitan aproximadamente US$ 45.000 MM y el FMI va a “poner” como mucho US$ 35.000 MM; ergo se necesitan por lo menos US$ 10.000 MM más. Y eso asumiendo que se hacen todos los roll over de los vencimientos.
La diferencia saldrá del mercado de deuda doméstico, lo cual asegura crowding-out, altas tasas, menos inversión, empleo y actividad.
En definitiva, el acuerdo no sirve para impulsar la inversión, la creación de empleo y el crecimiento económico, sino que tan sólo es un salvavidas para poder llegar a fin de mandato. Pero el salvavidas no alcanza. No obstante, el acuerdo con el Fondo no se puede caer.
(…) La alta inflación vino para quedarse hasta final del actual mandato de Cambiemos. No hacer lo que hay que hacer, cuando hay que hacerlo, tiene costos; y los enfrentaremos todo este año y medio que tenemos por delante.
La política fiscal imposible de financiar y la mala política monetaria no son gratis, por el contrario, son carísimas. La caída de la demanda de dinero y la devaluación récord impactarán por largos meses en la esfera real de la economía, asegurando recesión, pérdida de empleo y deterioro del salario real.