En una de las paredes del living del departamento de Irina hay un cuadro estratégicamente colgado. Allí prolijamente ubicados están los tesoros de su papá Teodoro, un bioquímico que murió hace cinco años y que gracias a su trabajo pudo recorrer el mundo.
Se trata de cientos de cajas de fósforos que el hombre recolectó de todos los países que visitó y con las que armó una colección de miles de ejemplares. El cuadro solo tiene algunos de ellos.
“Las cajas de fósforos estaban guardadas en bolsas. Mi mamá Ivonne que es artista, un día decidió dividirlas por color y creó un cuadro en homenaje a mi papá”, dijo la joven a TN y La Gente.
Así, entre marrones, azules, blancos y verdes, quedaron inmortalizados parte de los viajes de Teodoro. Hay piezas de Japón, Holanda, Estados Unidos, España y Francia, entre otros.
Al mirar el cuadro, Irina recuerda a su padre como un verdadero bon vivant. “Me gusta creer que mi amor por la buena comida y las cosas lindas me las dio él”.
El resto de las cajas aún están en bolsas esperando que la inspiración de Ivonne los transforme en una historia que revive en cada ocaso, cuando los últimos rayos del sol iluminan el legado de su papá.