En un rincón sereno del oeste de Irlanda, Martin McEvilly, a sus 108 años, es testigo de un tiempo que parece haberse detenido. Nacido el 26 de junio de 1916 en Rosscahill, este hombre ha tejido una vida que desafía la lógica del tiempo, superando la longevidad de sus diez hermanos mayores, quienes llegaron a los 90 años. La genética, ese hilo invisible que muchos consideran clave en la búsqueda de una larga vida, no es, en su caso, el único hilo conductor.
McEvilly ha demostrado que ciertos hábitos, mantenidos con la disciplina de una vida entera, pueden prolongar la existencia de formas que superan cualquier predisposición hereditaria. Su vida es más que un testimonio; es una prueba viviente de que la verdadera clave de la longevidad se encuentra en el equilibrio y la constancia.
Hasta los 99 años, esta bicicleta fue su principal medio de transporte, y cuando las limitaciones físicas finalmente empezaron a manifestarse, no cedió. A los 105 años, aún se le podía ver ejercitándose en una bicicleta estática, manteniendo un compromiso con su cuerpo que pocos logran sostener durante tanto tiempo. No era solo una rutina, sino una estrategia consciente, una resistencia contra el tiempo y la inercia.
Hábitos saludables y longevidad
La ciencia, con su precisión y estudios, ha respaldado lo que McEvilly ha practicado durante más de un siglo: el ejercicio regular no solo prolonga la vida, sino que la enriquece, preservando la vitalidad en la vejez. Un estudio publicado por el British Journal of Sports Medicine en 2022 concluyó que el ejercicio cardiovascular y el entrenamiento de fuerza pueden reducir el riesgo de muerte por cualquier causa en más de un 40 por ciento. McEvilly es un testimonio viviente de cómo la actividad física regular puede ser fundamental para disfrutar de una vida longeva y saludable.
El andar en bicicleta, para él, no fue simplemente una actividad física; fue un viaje diario hacia la juventud, un recordatorio constante de que la movilidad no solo reside en las piernas, sino también en la mente. Cada pedalada era un pequeño triunfo contra la inmovilidad que el tiempo intenta imponer. Y así, su vida se convierte en un reflejo claro de cómo prácticas simples, pero sostenidas, pueden tejer una vida larga y saludable, donde cada día es una nueva oportunidad para seguir avanzando, aunque sea solo un poco más.
En una época donde la ciencia busca constantemente la fórmula para prolongar la vida, McEvilly sostuvo en diálogo con The Mirror que su secreto no reside en complicados tratamientos, sino en un sencillo pero poderoso mantra que repite a sus nietos: “Todo con moderación”
Este principio lo ha guiado desde su juventud, evitando los excesos que otros persiguen sin descanso. Por ejemplo, nunca come después de las siete de la tarde, y limita su consumo de alcohol a solo tres vasos de cerveza negra, exclusivamente los domingos por la noche. Este control moderado es un patrón común entre las personas que superan el centenar de años en todo el mundo, como lo demuestra el caso de Kane Tanaka, la segunda persona más anciana de la historia, quien murió a los 119 años sin beber en exceso. Este control sobre sus hábitos no era una carga, sino una forma de disfrutar la vida sin dejarse consumir por ella.
Practicar la fe y la religión
Desde las primeras luces del día hasta el final de cada jornada, Martin McEvilly ha encontrado en la fe un refugio constante, un pilar inquebrantable que ha sostenido cada uno de sus pasos. Nunca ha dejado que pase una noche sin recitar el rosario, un ritual que lo ha acompañado desde la juventud y que, incluso en los días más oscuros, le ha ofrecido consuelo y paz. Pat McEvilly, uno de sus siete hijos, recuerda con admiración la devoción de su padre: “No creo que en toda su vida haya faltado una sola vez a sus oraciones vespertinas”. Este compromiso con la espiritualidad no es simplemente un hábito, sino una forma de estar en el mundo, de mantener una conexión con algo que trasciende la realidad cotidiana.
La fe no solo le ha dado a McEvilly una fuente de consuelo, sino que ha sido la luz que ha guiado su vida de trabajo duro y dedicación familiar. Crecer en una granja en Rosscahill no era una tarea fácil; el trabajo era arduo, y las tareas diarias eran muchas. Desde joven, aprendió a cortar helechos, recoger musgo para la cama de los animales y acarrear agua y turba.
La relación entre la fe y la longevidad no es un fenómeno aislado. Elisabeth Francis, quien fue la persona de mayor edad en Estados Unidos, también atribuyó su longevidad a su devoción religiosa. De hecho, un estudio realizado por la Universidad Estatal de Ohio en 2018 analizó obituarios y descubrió que aquellos que mencionaban alguna afiliación religiosa tendían a vivir un promedio de 10 años más que aquellos sin ninguna referencia religiosa. Los expertos sugieren que este beneficio no proviene únicamente de la religión en sí, sino del contacto social y el sentido de comunidad que la práctica religiosa fomenta. Para McEvilly, la fe ha sido un pilar fundamental que, combinado con otros hábitos saludables, ha contribuido a su notable longevidad.
Según cuenta él mismo, su vida estuvo profundamente marcada por su rol como esposo y padre. En 1946, contrajo matrimonio con Kathleen, la mujer que se convertiría en su compañera durante 75 años. Juntos, criaron a siete hijos: Margaret, Mary, Noranne, Christina, Mickey, Pat y John. La casa familiar en Rosscahill se llenó de risas, trabajo y una fe compartida, convirtiéndose en el corazón de su vida cotidiana. Sin embargo, los años no pasaron sin dolor; hace dos años, Martin tuvo que despedirse de Kathleen, la mujer que había estado a su lado durante más de siete décadas. Su amor era tan profundo que fueron considerados una de las parejas más longevas de Irlanda.
Hoy, McEvilly sigue viviendo en su hogar de Rosscahill, rodeado del cariño de su familia. Aunque el tiempo ha dejado sus huellas, sigue siendo cuidado con devoción por su hija Noranne, con la ayuda de sus otros hijos y un equipo de cuidadores. La casa que alguna vez fue el centro de una bulliciosa familia sigue siendo un lugar de paz y devoción, donde la fe y el trabajo duro continúan siendo los principios que guían la vida de este hombre excepcional.
El caso de McEvilly no es único, sino parte de una tendencia creciente a nivel mundial. En países como Japón, Italia y Estados Unidos, el número de personas que superan los 100 años está aumentando significativamente. Según el Pew Research Center, se proyecta que en los próximos 30 años, el número de centenarios en Estados Unidos se cuadruplicará. Esta tendencia refleja no solo avances en la medicina y la atención sanitaria, sino también una mayor conciencia sobre la importancia de los hábitos de vida saludables.
La moderación en la dieta, el mantenimiento de la actividad física y la práctica de la fe son algunos de los factores que contribuyen a esta longevidad. McEvilly, con su estilo de vida activo y equilibrado, es un ejemplo vivo de cómo estos hábitos pueden extender la vida y mejorar su calidad.