Detrás de la ventana del acompañante, Magdalena Fanny Córdoba regala una primera sonrisa. Su nieta Ely la toma de la mano y la ayuda a bajar de la camioneta. A las 11.15, el sol pega fuerte y en Villa España, Berazategui, se cocina una de las historias del día del balotaje. Una mujer de 104 años que había sido eliminada del padrón por su edad está por votar.
Minutos antes, en la Escuela Primaria N°37 -también funciona allí la Secundaria N°53- entraba y salía gente, pero ahora todo es silencio y el tiempo parece detenerse allí, en esa mujer que participó de todas las elecciones democráticas desde 1951, cuando el voto femenino se convirtió en ley en la Argentina.
“Estoy muy contenta. Nunca falté, siempre quise estar”, le dice a TN antes de atravesar los 20 metros que la separan de la mesa 375. Segundos después, sale del cuarto oscuro, alza el sobre, lo besa y lo introduce en la urna. Fanny -o “Chonita”, como la llaman sus más cercanos- es feliz.
“Me había causado una amargura muy, pero muy grande cuando descubrí que ya no estaba en el padrón”, resume al evocar el motivo que le impidió votar en las PASO de agosto y las generales de octubre: en 2018, en base a parámetros estadísticos de longevidad, la Cámara Nacional Electoral emitió una acordada mediante la cual dispuso la eliminación automática del sistema informático electoral de todas aquellas personas que cumplieran 104 años. Una información que Magdalena y su familia desconocían y pudieron subsanar tras la resolución del juez federal Alejo Ramos Padilla.
“Creo que si somos argentinos, argentinas y demócratas tenemos que depositar el voto en las urnas. Yo, por lo menos, lo pienso así. Cada uno con su idea y su sentimiento, ¿no es cierto? Yo tengo el mío desde siempre”, dice, y agrega: “Voy a votar toda la vida, siempre lo dije. Cumpliré con mi deber de ciudadana hasta el final”.
Fanny nació en Pirovano -partido de Bolívar- el 28 de julio de 1919, pero la fecha que figura en su documento es 16 de agosto. “Vivíamos en el campo y mi papá tardó unos días en anotarme. No podía llegar debido a las inundaciones que teníamos entonces”, cuenta.
En la década del ‘50 se instaló con su esposo, Juan, en Berazategui. Allí trabajó durante muchos años como asistente social en el municipio. Allí vive hasta hoy con las cuatro generaciones que le siguieron: Fanny tiene cuatro hijos, 11 nietos, 22 bisnietos y 13 tataranietos.
“Me hubiera quedado toda la vida en Pirovano. pero quería que mis hijos estudiaran y, en aquella época, en el pueblo solo había una escuela primaria. Todavía tengo familia y amistades allá. Es un pueblo que sigo amando, como también amo a Berazategui”, cuenta.
“Está levantada desde las 6. Se bañó, se vistió, todo. Para ella es una fiesta”, dice Ely. También la acompañaron sus nietos Javier y Marcela, y sus hijos Fanny y Juan. El grueso de la tropa esperaba el regreso a casa con asado y su vino favorito.