Fue abusada durante 12 años por un suboficial de la Fuerza Aérea que le decía: “No soy tu padre, soy tu amante”. Quiere Justicia y cambiarse el apellido.
Habló en exclusiva con Clarín desde el estudio de Jovita Vivar, su abogada en pleno centro de Río Gallegos, la capital de Santa Cruz.
El caso conmueve a todo el país ya que los abusos comenzaron a los 9 años y continuaron hasta los 21. El acusado es un suboficial de la Fuerza Aérea y cada vez que abusaba de la chica le decía «no soy tu papá, soy tu amante». Está detenido y procesado.
Ella lo recuerda así: “Siempre me decía que no era mi papá, que era otra persona. Ocurría durante los abusos». Por esos años terribles no pudo terminar la escuela. La joven tomará varias decisiones, pero una de ellas para aliviar un poco más su alma: “Voy a cambiarme el apellido”.
La entrevista
– ¿Cómo te sentís ahora que está preso?
– Dentro de todo me siento bien. Tengo un poco más de alivio. No es el alivio que yo esperaba pero estoy mejor. Más que nada porque se está haciendo justicia con algo que a mi me dañó, que arruinó toda mi vida. Pero sí, con alivio.
– ¿Estarías más tranquila si lo condenan?
– Sinceramente sí. Es una paz que estoy buscando dentro de mi. El hizo algo que tiene que pagar. Una vez que empiece el juicio y a él lo condenen sería otro alivio más.
– ¿Creés que con el tiempo vas a poder superar lo que te pasó?
– Es un daño que queda para toda la vida. No se puede superar siquiera con el paso del tiempo. Hay veces que yo me levanto y todavía pienso cómo será mi día, qué cosas me van a pasar. Y eso lo sentí durante aquellos años. Un día me levanto bien, otro día deprimida. Pero aunque sé que se puede salir, es algo que no se puede superar por completo. No es una cosa que uno puede decir «ya fue, ya pasó”. Te deja marcado porque es algo que va a quedar adentro siempre.
– Esto comenzó cuando tenías 9 años ¿Qué pensabas en ese momento?
– Yo sabía que era algo que no se debía hacer. Pero tenía miedo porque la forma del trato de él para conmigo era agresiva. Entonces no entendía mucho. No sabía si debía dejarlo o no, hacerlo o no. Y además tenía miedo en cuanto a cuál sería su reacción si yo me negaba.
– ¿Y cuando fuiste creciendo tomaste más conciencia?
– Sí, pero fue igual. Su trato conmigo siempre fue agresivo y entonces le seguí teniendo miedo. Afortunadamente puedo decir que hoy ya no. Puedo pararme frente a él y enfrentarlo. Pero cuando vivía con él, mi miedo era constante.
Ahora los recuerdos quedan. Siempre van a estar en la cabeza por más terapia que haga o me empastille.
– ¿Y cómo te decidiste a hablar?
– Una hermana me contó que no era mi padre. Que él me adoptó cuando yo tenía tres años. Y después nacieron ellas. Ahí supe que no era mi padre biológico.
– ¿Te llevaba con él al cuartel cuando estaba de guardia?
– Sí, me llevaba.
– ¿Y esas frases que te decía respecto a que no era tu papá, que te iba a matar y a suicidarse, que no hables, eran constantes?
– Por lo general me lo decía cuando abusaba de mi. ”No soy tu papá, soy otra persona”. Y además solía castigarme.
No era un hombre, era un monstruo. Y siempre me pregunté por qué me tocaba a mi. Porque tenía que pasar por esto si yo nunca había hecho nada. Siempre traté de ser una buena hija. Es una persona enferma evidentemente por lo que hizo. Lo considero un monstruo.
– Ahora trabajás y decís que estás más tranquila, ¿Crees que llevás una vida normal?
– Es que trato de no pensar en lo que me pasó aunque no puedo. Trato de enfocarme en otras cosas. Y vivir el día a día. No tengo otra. Tal vez cuando estoy trabajando atendiendo al público me entretengo. Pero llego a casa y hay veces que todo empieza de nuevo. Y me desahogo.
– ¿Qué condena querés para él?
– Que pase el resto de su vida en la cárcel. Yo ni siquiera pude terminar la escuela por todo lo que me pasaba, Pero ahora pienso seguir, hacer otras cosas, tomar otras decisiones.
– ¿Cómo cuales?
– La primera, cambiarme el apellido. No quiero llevar el apellido de quien me arruinó la infancia y la vida. Que además de abusar de mi me agredía en forma física permanentemente. Es todo muy difícil para mi. Pero de alguna manera tengo que seguir adelante, seguir viviendo.
En los últimos diez años en Argentina hay un promedio de un femicidio cada 30 horas. Según estadísticas de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema, sólo en 2018 fueron 278. La mayoría de los asesinatos ocurren en las casas de las víctimas y son cometidos por parejas o ex.