La ola delictiva se mantiene en esta ciudad, con hechos cada vez más violentos, y un accionar que llama la atención por lo descarado o desprovisto de temor ante la eventual participación preventiva policial de parte de los delincuentes quienes, a cualquier hora y en cualquier lugar, cometen los más osados asaltos con una total falta de respeto por la vida del prójimo.
En el hecho delictivo de ayer, que volvió a teñir de sangre la mañana de otro fin de semana -tal lo que sucedió durante todo el mes de octubre-, dos hombres resultaron víctimas de furiosos delincuentes que, prácticamente sin necesidad y sólo por el hecho de amedrentar, golpearon brutalmente a un hombre mayor que se encontraba como cliente en un locutorio del barrio Pueyrredón, mientras que el dueño del local también recibió un brutal culatazo en la frente y luego, un disparo en uno de sus hombros.
El violento asalto se produjo poco después de las 11 de la mañana en un locutorio ubicado sobre avenida Portugal entre Colonos Galeses y Sgto. Ramírez, en momentos que al menos dos delincuentes arremetieron contra quienes se encontraban en el comercio, golpeándolos brutalmente y provocando un soberano desorden en las instalaciones, además de un reguero de sangre que manaba de las cabezas de la víctimas.
Golpes y balazo
Es que tanto el circunstancial cliente, un hombre de alrededor de 65 años -visiblemente afectado no sólo por los golpes y heridas, sino psicológicamente, por la odisea que le tocó vivir- como el dueño del comercio, identificado luego como Sergio Gustavo Ballar -de 34 años y nacido en la localidad de Sarmiento- recibieron la violencia de los ladrones con fortísimos golpes que, ante la brutalidad ejercida, terminaron haciéndolos caer al piso arrastrando exhibidores y artículos a la venta.
El hombre mayor resultó golpeado detrás de la oreja izquierda, desde donde manaba abundante cantidad de sangre que corría por el cuello y el pecho, lo que en un primer momento hizo pensar que la herida era en otro lugar y mucho más grave; mientras que el dueño del local recibió un tremendo golpe en la frente, con la culata de un arma de fuego, lo que le provocó hundimiento craneal y herida cortante y su posterior caída casi desmayado por el violento impacto.
La acción que dejó a dos hombres heridos y un verdadero desorden en el pequeño salón demandó contados segundos y, cuando los delincuentes se disponían al arrebato de la caja, es que Ballar intenta reaccionar y arremeter contra uno de los ladrones, pero ello provocó que -con total sangre fría- el delincuente disparara contra el joven, provocándole una herida en el hombro izquierdo sin orificio de salida.
La inesperada reacción y los disparos, que al menos serían dos porque se observaba sobre la puerta de ingreso otro de los impactos, hizo que los delincuentes emprendieran la huida mientras que, alertados los efectivos policiales, se acercaron al lugar para iniciar el operativo de búsqueda y prestar asistencia a los heridos en medio de la sorpresa e indignación de los vecinos.
«No me dejen morir…»
El terrible y nuevo hecho de violencia que volvió a instalar el tema de inseguridad entre los vecinos -quienes no llegaban a entender ni la violencia ejercida, ni el lugar y la hora elegida para el atraco- sumó otro elemento de reiterado reclamo en la sociedad en general por las demoras, más aún en situaciones como esta, en la llegada de la asistencia médica desde el Hospital Regional.
Apenas ocurrido el ataque y observada la terrible escena de un hombre de pie, sangrando y medio aturdido por el culatazo poco más abajo de su sien izquierda que le produjo una herida sangrante, y otro hombre en medio de un charco de sangre con su cuerpo entre el local y la vereda, los vecinos hicieron los primeros reclamos pero no llegó nadie.
Minutos después y también avisado por los vecinos, acudieron efectivos policiales de la Seccional Tercera, de la sección Comando y finalmente de Criminalística, quienes por su parte, reiteraron los pedidos de asistencia médica urgente, ante lo que a simple vista parecía una necesidad prioritaria por el cuadro que presentaba el hombre cubierto y en medio de un charco de sangre.
Mientras se asistía a las víctimas y se reiteraban los pedidos tanto telefónicamente como por radio, y escuchan el reclamo del dueño del locutorio que, con voz casi imperceptible solicitaba «no me dejen morir…», finalmente se decidió hacer el traslado al hospital en uno de los patrulleros que habían llegado al lugar, atendiendo la necesidad y urgencia de la situación y la demora del servicio sanitario.
Tal vez sin los conocimientos médicos profesionales pero con la prudencia y nociones que le da la práctica cotidiana, los efectivos asumieron el compromiso de atención de un herido y dispusieron, entre varios de ellos, la recuperación del cuerpo de la incómoda situación en que había quedado, lo acomodaron en el patrullero de Comando y finalmente dieron asistencia psicológica y lograron calmar a Sergio Gustavo Ballar para su traslado hasta la guardia hospitalaria.
Fuente: Diario Crónica