El presidente Mauricio Macri encabeza la campaña para buscar legitimidad política y social a una estructura tarifaria desproporcionada, injusta y regresiva. Datos duros desmienten sus principales argumentos para justificar el tarifazo.
El argumento más rústico, para justificar el aumento desproporcionado, injusto y regresivo de las tarifas de gas y luz, dice que existe una pauta de consumo de derroche en los hogares.
El presidente Mauricio Macri encabeza esa cruzada repitiéndolo una y otra vez cuando no existe evidencia empírica ni respaldo en investigaciones en el área energética para sostener semejante afirmación. Que Macri y su familia vivan con el aire acondicionado prendido todo el año, como informó en su momento su esposa, o que algunos hogares privilegiados calefaccionen sus piletas en invierno no deberían orientar a sentenciar que toda la sociedad dilapida energía como esos representantes de la clase alta.
En la defensa enfática de garantizar ganancias extraordinarias a conglomerados energético vía tarifazos, el gobierno carga la responsabilidad de los aumentos en sectores vulnerables, desde clases medias y bajas hasta pequeños y medianos comercios e industrias. El tarifazo sería culpa de ellos por años de despilfarro de los recursos energéticos. Macri lo afirma con la misma firmeza como cuando asegura que la inflación está bajando, sin recibir de sus interlocutores ocasionales la interpelación que no es cierto lo que dice.
Subsidios
Macri también critica la política de subsidios energéticos para buscar legitimidad social a los tarifazos, sin mencionar que ahora toda la sociedad está subsidiando a las petroleras pagando un precio del gas muy por encima del costo de producción. Hace años que la ortodoxia y la heterodoxia conservadora han demonizado a los subsidios a las tarifas de servicios públicos, logrando que gran parte de la sociedad aceptara que era necesario eliminarlos para vivir mejor. Ahora lo están padeciendo en los bolsillos.
La distorsión acerca de la comprensión acerca del alcance de la política de subsidios ha sido inmensa. Gracias a la cuenta de Twitter @elbosnio se descubre la existencia de un documento del FMI que se ocupa de ese tema. El objetivo de ese trabajo fondomonetarista es la de promover la disminución de los subsidios energéticos, pero resulta revelador porque informa que el nivel de subsidios que había hasta el 2015 en Argentina, en comparación internacional, era muy bajo.
En “How Large Are Global Energy Subsidies?”, el Fondo postula la necesidad de disminuirlos, exponiendo argumentos ambientales, fiscales y sociales. Por la cuestión ambiental, advierte que los subsidios, al abaratar el consumo de energías no renovables, incrementan la contaminación y gases de efecto invernadero. Por el frente fiscal, indica que su financiamiento implica aumento de la deuda pública y más impuestos, además de desplazamiento de gasto público de otras áreas, como salud, educación e infraestructura, que afecta el crecimiento económico. Por el impacto macroeconómico y social, sentencia que “son una forma altamente ineficiente de brindar apoyo a los hogares de bajos ingresos, ya que la mayoría de los beneficios de los subsidios a la energía son, generalmente, capturados por hogares ricos”.
El informe del FMI calcula que los subsidios energéticos sumaban 5,3 billones de dólares en 2015, 6,5 por ciento del PIB mundial, aumentando de la estimación de 4,2 billones de dólares de 2011. El aspecto más interesante de ese documento es el cálculo particular de los subsidios energéticos en los países, mostrando que no eran significativos en Argentina en la comparación.
Consumo
Quienes estudian con seriedad el tema energético explican que malgastar es muy diferente que el uso eficiente. En el mercado argentino no existe derroche pero sí una utilización deficiente de la energía, por ejemplo por el tipo de construcción de las viviendas y por la calidad de los electrodomésticos. Aunque para muchos es difícil de absorber porque ha habido años de desinformación, y más aún ahora con un Presidente de la Nación que insiste hasta el hartazgo con el tema del dispendio, el consumo energético de los hogares no se define por el nivel de las tarifas. El consumo no es mayor o menor según el precio del gas o de la luz, sino que está definido por la cuestión climática y por la calidad de la infraestructura de la vivienda.
Por el tarifazo no habrá ahorro; y sí, transferencias inmensas de ingresos a las compañías energéticas.
La demanda de gas natural está definida por la temperatura, por eso es mayor en las provincias más frías, y es inelástica respecto de los cambios tarifarios y el nivel de ingreso. Esto último significa que la utilización de gas no sube o disminuye según el nivel de la tarifa y el monto de los ingresos de los hogares. Son conclusiones de la investigación “El consumo de gas natural por red. Análisis territorial y temporal”, de Pedro Chévez, Carlos Discoli e Irene Martini, publicada en “Realidad Económica” N°308.