El Presidente se rodeó de los miembros más cercanos del Gabinete para volver a lanzarse a pesar de la resistencia K, que se ausentó de manera masiva. Lo acompañaron un solo gobernador y un puñado de intendentes.
Sobre el final del tercer año de su gestión, sin Cristina Kirchner, sin la primera plana del sector duro del Gobierno, y en medio de la euforia mundialista, Alberto Fernández ratificó hoy, en un acto en la Casa Rosada, sus intenciones de competir por la reelección en 2023. Su anuncio coronó un extenso repaso de su administración, al que sumó una serie de críticas a la Justicia, de guiños a la vicepresidenta -a pesar de la enemistad latente que se traslució en su faltazo-, y algunos dardos ambivalentes a la oposición.
El mensaje del primer mandatario quedó resumido en una frase claramente destinada a la tropa propia: “Me voy a poner al frente para que el que asuma en 2023 sea uno de nosotros”, dijo el jefe de Estado. Y aunque su referencia fue indirecta, en su entorno confirmaron que se trató, efectivamente, de un nuevo virtual lanzamiento a la reelección.
No casualmente, el Presidente se rodeó esta mañana, en el despliegue que ordenó montar en el Parque Colón, detrás de la Casa de Gobierno, de los miembros más cercanos del Gabinete: Gabriel Katopodis (Obra Pública); Victoria Tolosa Paz (Desarrollo Social); y Carla Vizzotti (Salud), entre otros. También contó con la presencia de uno de los principales representantes del sindicalismo, Hugo Moyano. Su hijo Pablo, el actual secretario general de Camioneros que presiona por un bono de fin de año, se ausentó con aviso.
Alberto Fernández sólo logró que asistiera un gobernador, Gildo Insfrán, de Formosa; y unos pocos intendentes: Osvaldo Cáffaro, de Zárate; Leonardo Boto, de Luján, y Andrés Watson, de Lomas de Zamora. “Falta más rosca política”, analizó un armador del área moderada, crítico, sobre el bajo volumen político del acto que buscaba festejar un nuevo aniversario del Gobierno.
Con el kirchnerismo, el Presidente tuvo aún menos suerte. Brillaron por su ausencia los representantes del kirchnerismo en el Gobierno, desde Luana Volnovich (PAMI) a Fernanda Raverta (Anses). Ni siquiera estuvo Eduardo “Wado” de Pedro, el ministro del Interior, miembro de la órbita K, que suele presentarse en los eventos del primer mandatario para mantener las formas a pesar de las diferencias internas. En su entorno aseguraron que no estuvo por “cuestiones de agenda”, pero en Balcarce 50 atribuyeron su ausencia al intento de despegarse de un acto que se perfilaba como pura reivindicación del albertismo.
Tampoco fue el titular de Economía, Sergio Massa, a pesar de que hasta anoche cerca suyo confirmaban que iría. En su lugar, quedó sentado su representante de Cermonial; el ministró cruzó la calle Hipólito Yrigoyen desde la sede de Hacienda recién cuando el acto había terminado, para reunirse, en privado, con el Presidente.
El acto, que estaba previsto para las 10, empezó tarde, y duró menos de una hora. Bajo un sol abrasador, que se volvía cada vez más intenso cerca del mediodía, los invitados se sentaron en unas 100 sillas, si bien unos cuantos lugares quedaron vacíos. Para la puesta en escena, el Presidente, que ingresó rodeado de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo -a quienes destacó cuando habló- dispuso que subieran a la tarima, para acompañarlo, representantes de las áreas que quería destacar en su administración.
Como se esperaba, revisó, con cifras que leyó cuidadosamente, los logros de su gestión, con alusiones a la gestión de la salud en la pandemia, la creación de viviendas, la entrega de planes sociales, la creación de puestos de trabajo y el crecimiento de la economía en términos porcentuales, entre otros temas, con menciones directas a algunos de los ministros, inclusive los que salieron para volver a sus distritos, como Jorge Ferraresi.
En un pasaje, a propósito de ese repaso, se mostró enojado con los medios de comunicación por “ocultar” deliberadamente los avances logrados. Un pase de factura que en su círculo suelen mencionar en privado, de manera constante, y que consideran como una forma de “bullying” contra el primer mandatario que adjudican al hecho de que “nunca le soltó la mano a Cristina”. Esta vez, el Presidente hizo público ese malestar.
El segundo tramo de la alocución fue el más cargado en términos políticos. Alberto Fernández quitó el foco de la reivindicación de su administración para criticar al Poder Judicial, en particular, por el polémico encuentro en Lago Escondido -al que aludió de manera directa-; y por los actos de “persecución” judicial. Aunque en este tramo no mencionó a Cristina Kirchner, se trató de un nuevo gesto de solidaridad con la vicepresidenta por la condena que recibió la semana pasada. Sí la había nombrado al comienzo, al recordar que fue ella quien lo eligió como su delfín; y cuando rememoró la cuarentena, debido a que la vice se contagió coronavirus la semana pasada.
El primer mandatario empezó a hablar con tono apacible, pero con el transcurrir de la mañana elevó el espíritu de su exposición, para culminar con la señal política central de la jornada. “Les garantizo que me voy a poner al frente de todos, sin exclusión, para que en diciembre de 2023, el presidente que asuma, la presidenta que asuma, sea uno de nosotros; y me voy a poner al frente para ordenar la fuerza política, que a todos incluya, donde todos seamos necesarios”, dijo.
Sus palabras, emitidas frente a su círculo íntimo, un solo gobernador y unos pocos intendentes afines, habían sido cuidadosamente premeditadas. “Al decir ‘me pongo al frente’, quiso transmitir que es el candidato natural para el año que viene”, explicó un funcionario del círculo de confianza del jefe de Estado. No es la primera vez que se manifiesta de esa forma. Y cuando lo hace, suele utilizar frases elípticas, que luego relativiza cuando el ala dura de su espacio hace sentir su desaprobación.
En la Casa Rosada son conscientes de las resistencias que provoca, especialmente en el kirchnerismo, cualquier manifestación sobre las intenciones de reelección. Sin embargo, aseguran que el primer mandatario está convencido, a pesar de la falta de apoyos internos y de su pobre imagen en las encuestas, de que tiene posibilidades de imponerse dentro del Frente de Todos en las PASO y, eventualmente, en la batalla posterior contra Juntos por el Cambio, en los comicios generales del 2023.