La situación comienza a replicarse en Beijing, donde se levantan cercos metálicos en las calles. La queja de una arquitecta argentina: “Esto es insólito”.
Los 26 millones de habitantes de Shanghai llevan un mes en emergencia. Los ciudadanos están confinados por un rebrote de casos de coronavirus. La mayoría lleva un mes aislado, desde el 28 de marzo.
Otros, como la arquitecta cordobesa Florencia Gutiérrez, que reside en el céntrico distrito de Puxi desde hace 9 años, viven confinados desde el 1° de abril, según publica TN.
“Nunca se ha visto algo así. Esto es insólito”, dijo Gutiérrez.
Florencia, de 33 años, está sola en su casa de Shanghai. Allí trabaja en modalidad “home office”. Su pareja está en la Argentina. Y ella cuenta los días para poder salir del país. “Él no va a volver. La idea sería ir cerrando nuestro capitulo en China cuando el panorama sea un poco más claro”, contó.
Y agregó: “Ahora solo se ve a dos patrulleros en la calle en un check point. Los policías les piden los pases a los deliverys, unos de los pocos trabajadores a los que se les permite salir”.
La postal es de una ciudad fantasma. “Está todo cerrado. Las veredas están sucias, lo que jamás se había visto porque Shanghai es muy limpia”, comentó.
La vital ayuda de los “dabai”, el grupo de voluntarios que organizan la vida diaria de los habitantes de Shanghai
Florencia comentó que recibe día a día ayuda de un grupo de vecinos: los »dabai». Estos serían los voluntarios que se encargan de asistir a los necesitados y de avisar cuando llegan los suministros comunitarios comprados en conjunto en el supermercado o si deben bajar para someterse a un test masivo.
Ellos están cubiertos de pies a cabeza. Llevan guantes, barbijos, máscaras y equipamiento a prueba de virus. Son los únicos que pueden bajar a la calle y su tarea es esencial. Además de lo mencionado anteriormente, también tramitan los permisos ante el municipio para que una persona pueda concurrir a una cita médica.
Barreras de metal para evitar desplazamientos: una postal común en Shanghai
En los últimos días, grupos de voluntarios y trabajadores del gobierno erigieron barreras de metal en varios distritos de Shanghai para cerrar el paso a las calles pequeñas y las entradas a los complejos de departamentos.
En Pudong, el distrito financiero, se colocaron delgadas vallas de metal en varios vecindarios bajo una directiva del gobierno local, según Caixin, un medio de comunicación empresarial chino citado por EFE. Los edificios donde se detectaron casos sellaron sus entradas principales y dejaron solo una pequeña abertura para que pasen los trabajadores de prevención de pandemias.
En tanto, en Beijing, los testeos masivos causaron pánico en la población del distrito de Chaoyang, donde viven más de 3 millones de personas. La gente salió a realizar compras de urgencia en los supermercados para evitar quedarse sin comida en caso de un aislamiento estricto. Las góndolas se vaciaron en pocas horas. Nadie quiere repetir la experiencia de Shanghai.