En el sexto piso de un edificio del centro de Mar del Plata, una adolescente de 17 años vivió 21 días de terror después de haber sido secuestrada por una red de trata. La drogaron, la golpearon y abusaron sexualmente de ella. Sus captores la ofrecían a distintos clientes que pagaban 20 mil pesos por violarla. De no haber sido por la valentía de su abuela, una mujer de 58 años con un coraje admirable, quizás la joven nunca hubiera regresado a su casa.
Sentada frente a la cámara, con los nervios a flor de piel y con las manos entrelazadas, B.I -se preserva su verdadero nombre- comenzó a relatar el calvario que padeció durante las tres semanas en las que estuvo cautiva su nieta, a quien considera como su hija, ya que la crió prácticamente desde que era una beba. Hoy la nena le dice “mamá” y no se despega ni un minuto de su lado.
B.I fue clara y precisa. Se emocionó y lloró. A lo largo de la entrevista abrió su corazón y aportó detalles aterradores, pero que son importantes para entender esta trama oscura que parece salida de una ficción.
Se infiltró en una red de trata y rescató a su nieta
Eran las 19 del 22 de enero. Pleno verano y el sol estaba a punto de esconderse. P.C -se resguarda la identidad de la joven- había hablado a través de Marketplace con una mujer para hacer un trueque de ropa.
Durante la conversación, quedaron en encontrarse en la esquina de Av. Constitución y Della Paolera. Mientras estaban hablando y mirando las remeras que la chica había llevado para intercambiar, una camioneta frenó delante de ellas, una persona bajó, agarró del brazo a P.C y se la llevó a la fuerza.
Del trayecto, la adolescente no recuerda nada. Está segura de que le pusieron un algodón en la boca y con eso la doparon. Cuando despertó, ya estaba dentro de un departamento, rodeada de personas completamente desconocidas, salvo una: la mujer que había conocido por Facebook. “Dale, dale. Vamos a trabajar”, le dijo.
B.I se enteró de todo recién cuando pudo rescatar a su nieta. Le llevó tres semanas de agonía. Por sus propios medios, con los pocos recursos que tenía a mano, logró saber cuál era el paradero de la adolescente, ya que la Policía nunca la ayudó.
“Fui a la comisaría y les dije que mi nena había desaparecido. No me quisieron tomar la denuncia, me dijeron que seguramente se había ido por un capricho adolescente”, relató.
La abuela había intentado comunicarse con su nieta, le mandaba mensajes y siempre recibía una respuesta, pero ella estaba segura -por el modo de escribir- de que no era P.C la que estaba del otro lado del WhatsApp. “Yo sabía que no era ella la que me contestaba”, aseguró.
Los días siguientes fueron caóticos. B.I caminó las calles de Mar del Plata mirando en cada esquina, le preguntó a los vecinos si sabían algo y le habló a todos sus contactos de Facebook para saber si su nieta había estado en la casa de algún conocido. Hasta que, finalmente, una joven le dio la respuesta que esperaba. Le dijo que había visto a la adolescente en un prostíbulo de Avenida Libertad, entre Francia y Don Bosco.
“Cuando me enteré de que mi nena estaba secuestrada, pensé que nunca la iba a ver más. Siempre pensé lo peor, pensé que me la iban a entregar en un cajón. No sé si fue mi valentía o qué, pero la rescaté yo. Yo la salvé”, expresó su abuela entre lágrimas en diálogo con TN.
La joven que le dio el dato de dónde estaba P.C, le pasó también un link de WhatsApp en el cual los secuestradores arreglaban encuentros sexuales con sus clientes y algunas de las mujeres que accedían a ejercer la prostitución. “Esta chica me dijo que no podía hablar, solo poner un emoji de dedito o una botellita, nada más”, le indicó. “Son gente muy peligrosa”, le advirtió.
“Me senté a pensar a ver qué podía hacer para rescatarla. Ahí se me ocurrió cambiar mi foto de perfil, me puse la de una mujer de 21 años con pollerita cortita y en pose, y me sumé al grupo”, contó. A los pocos minutos, un hombre le habló por privado. “En un momento empiezo a hablar con uno de los chicos. Me invita a un hotel, a un café, a drogarme. Yo todo le decía que sí. Después me dice que iban a hacer una ‘joda’ en Libertad al 4870″, relató. Con la dirección exacta de dónde supuso que estaba su nieta, decidió actuar.
Un acto de coraje
El 16 de febrero por la noche, B.I fue hasta al edificio señalado con la intención de meterse y rescatar a la adolescente. Tenía mucho miedo al principio, pero cuando salió de su casa se envalentonó. “Fui a eso de las 21. Pasé por la puerta con mi auto y no vi nada. Había gente que entraba y salía, pero ninguna de esas personas era mi nena. Decidí ir a la comisaría y avisar que sabía dónde estaba. Me acompañó el jefe de calle en un patrullero”, contó.
“Mientras los policías golpeaban la puerta del edificio, yo daba vueltas con mi camioneta por la zona. Le había pedido al hermano mayor de mi nieta que me acompañara. No terminé de estacionar mi auto sobre la estación de servicio en Constitución y la vimos. El hermano se bajó corriendo y me la trajo. Fue una luz. La agarró del brazo y la metió. Tiré el asiento para atrás y le dije ‘acostate, acostate, acostate’ y salí rápido”, relató sobre el momento del dramático rescate.
“Ella no sabía ni dónde estaba. Cuando llegamos a mi casa, se sentó en una silla y revoleaba los ojos. No podía hablar, no sabía qué había pasado, estaba muy drogada. Estaba vestida muy provocativa, como una chica que ejercía prostitución en la calle. De top, corpiño, calza engomada y una zapatilla toda crota, toda rota. Así la encontré yo a mi nena”, resumió.
B.I pudo hacer la denuncia a través de la línea 102 del municipio de Mar del Plata, ya que no confiaba en los policías de la Bonaerense. Antes, trató de obtener toda la información sobre lo que había sucedido en el edificio de Av. Libertad, donde su nieta había estado encerrada.
“Empezamos a hablar y ella me fue contando de a poco. Me dijo que la drogaban, que ejercía la prostitución, que la ‘vendían’ por 20 mil pesos, y que no le daban de comer. Se tenía que levantar a las 8 de la mañana sí o sí, porque tenía que cuidar a una nena muy chiquita que vivía en ese mismo lugar. Cuando se despertaba, empezaban a drogarla desde la mañana hasta la tarde”, puntualizó.
“Ella estuvo 15 días encerrada en el edificio. Una vez que le empezaron a tener confianza, la dejaron ir a la calle, pero la ‘pipeaban’ y le ponía merca entre los dientes. La controlaban siempre a través del celular del cliente. La verdad que la pasó muy feo”, reveló.
“Cuando no tenía noticias de ella yo pensé que era otra chica más que estaba desaparecida, pero me moví mucho, pregunté, investigué, yo sola. Nadie me ayudó. Pero no pensé lo que ella estaba pasando. Hoy está bien físicamente, pero cuando la encontré era un cadáver”, aseguró.
“Hoy ella es mi tercer pie. Desde el momento que la rescaté no se separó de al lado mío, si voy a un lado ella está primero. No me deja salir sola. Siempre conmigo, siempre. Tiene miedo de que la vuelvan a secuestrar. No duerme de noche, duerme de día. No sale de casa sola y tampoco quiere que yo me vaya”, aseguró.
B.I contó que actualmente está tratando de reconstruir su vida, aunque “la está pasando muy mal”, tanto económica como psicológicamente: “Tengo a la captora a siete cuadras que vive con el novio. Tengo que tener custodia policial en mi casa y ella hoy no se mueve sola. Tengo más nietos a cargo mío y a mi marido con discapacidad. Y la única que hace pie en la casa soy yo. Hoy mi situación es muy mala”.
En ese contexto duro, sin trabajo y sin poder salir de su casa, pidió ayuda y desde el municipio de General Pueyrredón le otorgaron una beca económica. Se trata de una ayuda de menos de 100 mil pesos que cobran las víctimas de cualquier tipo de hechos de violencia contra la mujer. De igual forma, no le alcanza para vivir. “A veces tengo que salir a cartonear para poner un plato de comida en mi casa. Todo por esa gente que me complicó la vida”, explicó.
Cómo avanza la investigación
El único detenido por el hecho es Gabriel Sánchez, un hombre de 30 años acusado de ser el cabecilla de la organización que funciona en Mar del Plata. Está preso en la Policía Federal Argentina DUOF Pinamar, un lugar de tránsito, aunque se prevé que si lo condenan sea trasladado a un penal de Buenos Aires.
La fiscal Laura Elena Mazzaferri, titular de la Fiscalía Federa N°1 de Mar del Plata, lo imputó por los delitos de “trata de personas con fines de explotación sexual agravada por aprovechamiento de la situación de vulnerabilidad de la víctima y por ser menor de edad, en concurso real por facilitación y comercialización de estupefacientes, más abuso sexual agravado con acceso carnal”.
Este hombre fue detenido el 3 de abril, dos meses después del hecho, tras una serie de allanamientos que se hicieron tanto en el edificio de Avenida Libertad, como en otros cuatro lugares donde eran explotadas sexualmente las víctimas. Los operativos fueron avalados por el juez de actuación del Juzgado N°3, Santiago Inchausti.
A partir del relato de la víctima, a través de una Cámara Gesell en donde la chica contó detalles y pudo identificar a Sánchez, la Justicia ordenó una serie de escuchas que fueron claves para atraparlo. Mientras tanto, se investiga la participación de otras personas que podrían ser cómplices.
Al respecto, se ordenó una pericia a los celulares secuestrados en los allanamientos en los departamentos, que comenzaron a analizarse recién el 30 de agosto a través del sistema UFED por parte de la Policía Federal.