El proceso de producción de las prendas es un gran factor contaminante y la constante renovación de armario motiva al crecimiento de la industria, que es una de las más contaminantes del mundo.
Cada año se usan, aproximadamente, 70 millones de barriles de petróleo para el proceso de confección de ropa en el mundo. La fibra tarda 200 años en descomponerse.
El agua que se ocupa para producir solo una prenda, teniendo en cuenta todo el proceso productivo, es la misma cantidad que bebe un ser humano entre 10 y 20 años.
Al año, en el planeta se producen 62 millones de toneladas de ropa debido al fast fashion, la moda del comprar, lucir y botar.
El 85 % de estas prendas terminan en vertederos y basurales produciendo más contaminación del aire y el suelo.
Estos datos brindados por la Revista de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile describen la importancia de tener en cuenta los factores que comprenden a la industria textil a la hora de utilizar y desechar prendas.
Es que se trata de un recurso de primera necesidad, tanto para vivir en sociedad como para obtener abrigo.
Sin embargo, se ha motivado a través de publicidades y propaganda a la continua renovación de armario, es decir, a cambiar prendas según temporadas y lo que las grandes marcas imponen para estar “actualizado”.
Esto ha llevado al poco uso de algunas prendas, tanto por el exceso de opciones al alcance en algunos casos, como a definir que “ya está pasada de moda”.
Diversas organizaciones han recomendado frenar con este proceso y dar mayor uso a las prendas para evitar cambiar de ropa rápidamente, disminuyendo la demanda y por lo tanto la producción de algunas ramas de la industria textil.
¿Qué se recomienda entonces? Darle uso a la ropa que ya se posee y no dejarse llevar por las campañas de moda que no hacen más que acortar la vida útil de prendas. Además, donar lo que no se utilice más en vez de arrojarlo a la basura para que pueda seguir siendo usado por otras personas que lo necesitan.