En Chubut, al igual que en otras provincias, la vieja política hizo estragos, provocando un déficit institucional importante. Resulta imprescindible reconstruir una autonomía en base a un nuevo federalismo. De lo contrario, las provincias son un lastre de un país que no funciona: profunda reflexión del politólogo Claudio Blanchart.
Según publica urgente24.com, el federalismo argentino languidece cuando la lógica nacional se devora la riqueza de nuestro interior. Tal como muchas provincias, Chubut está desdibujado. Quizás como recuerdo, nos viene la imagen de la cola de una ballena. Pero Chubut es mucho más.
Hoy la provincia vive un despertar único en su historia enfrentando debates profundos. El desafío esencial es encarnar la nueva política. La vieja política se apaga, mientras lo nuevo viene formándose para ponerse de pie y dar vuelta la página de una historia de desencuentros y fracasos.
La vieja política ha dejado consecuencias catastróficas. Chubut vivió históricamente una lucha entre regiones que signó los tiempos de grieta mucho antes que en la Argentina se hiciera tristemente famosa.
Han dejado una provincia fracturada, y esas fracturas emergen en todos los frentes. El desafío es cerrar las heridas y construir una identidad común con un sentido pluralista.
Una dirigencia opaca condenó a Chubut al más absurdo de los sinsentidos: ser una provincia rica en recursos naturales y capital social, pero paupérrima en su condición de desarrollo.
En esa falta de unidad interna y de visión estratégica radica nuestra enorme desventaja, la misma que intereses externos aprovecharon sin límites, con complicidad de muchos propios que obtuvieron sus beneficios.
Chubut es una provincia saqueada y minimizada por el gobierno central. Se requiere de un nuevo orden político que la una, la defienda y la cuide para que cada chubutense sienta el orgullo de vivir en una provincia en paz y desarrollo, palabras que hace rato dejaron de verse reflejadas en la realidad de todos los días.
El año 2018 fue el tiempo de la división, donde los chubutenses dijeron basta a lo viejo, al conflicto y a la corrupción, al autoritarismo y a la partidocracia tradicional, al atraso y al abandono.
El gobernador Mariano Arcioni es un emergente de lo nuevo que, sin dudas, batalla contra las reacciones tardías de lo viejo.
Pero esa partida ya está ganada, la vieja política ya no tiene espacio. No sólo avanza la revolución contra las formas caducas y vacías, sino que la ciudadanía está cansada de la mediocridad local y del abuso nacional, reclamando con justo derecho un nuevo tiempo.
La naturaleza, con esa belleza que remite a la presencia silenciosa de lo trascendente, une a los chubutenses, consolidando y potenciando la identidad.
Chubut ya no admite una economía extractiva, ni que empresas y gobiernos nacionales se lleven nuestros recursos, desprotejan a la población que saquean y nos quiten los beneficios de una producción propia y genuina.
Un sentimiento de unidad emerge en la búsqueda de una reparación histórica, que es una acción de estricta justicia. Surge una consciencia ciudadana que se niega a vivir postrados en el olvido siendo la cuarta provincia exportadora y la principal proveedora de energía renovable del país, aunque como resultado solo reciba migajas del poder central.
Del corazón de la Patagonia, de las entrañas del Chubut, estalla un grito que se escucha cada vez más fuerte, con una nueva generación de políticos y ciudadanos que se ponen al servicio de una transformación necesaria.
Es tiempo que en la Argentina se sepa: Chubut nuevamente está de pié, con la consciencia de construir solo con la verdad, con valores y visión de futuro, con la disposición a modernizar sus estructuras, a desarrollarnos, a proyectar nuestra riqueza al país y al mundo desde el sentido patagónico, a instalar el diálogo como forma de elaborar consensos, a que la provincia funcione más allá de los liderazgos circunstanciales, a ser cada día más democráticos, más federales y más republicanos.