Las personas que sufren enfermedades cardíacas no deben renunciar a viajar, pero sí deben “planificar muy bien sus vacaciones y consultar antes con su médico”, según aconsejan los expertos.
La Fundación Alemana del Corazón recomienda básicamente “no viajar si la capacidad física está muy limitada”. Además, sugiere dejar pasar un tiempo prudencial después de determinadas enfermedades y operaciones del corazón, antes de decidir salir por turismo. Por ejemplo, deberían dejarse pasar al menos una o dos semanas después de una dilatación de las arterias coronarias, la inserción de un desfibrilador o un marcapasos antes de iniciar un viaje. Y habría que esperar el doble de tiempo, según los especialistas, luego de un ataque al corazón o una cirugía cardíaca.
Los expertos señalan que, a la hora de elegir el destino correcto para las vacaciones, es aconsejable optar por una zona climática a la que el cuerpo ya esté acostumbrado. De lo contrario, las temperaturas muy elevadas podrían provocar un “colapso circulatorio” en personas que ya están estresadas. Además, las estadías en altitudes elevadas podrían suponer “un esfuerzo excesivo para el músculo cardíaco”, y los climas tropicales o árticos podrían afectar al sistema cardiovascular. En ese sentido, los expertos recomiendan asimismo que las épocas óptimas para viajar son la primavera o el otoño.
Una vez que llegan a su destino de vacaciones, los pacientes cardíacos deben primero aclimatarse y evitar las excursiones por la montaña o exponerse al sol por mucho tiempo. En cambio, no supone problemas el realizar actividades que exigen un esfuerzo ligero o moderado, pero evitando el calor del mediodía. También aconsejan tener precaución al nadar, ya que existe el riesgo de sufrir problemas circulatorios al entrar o salir repentinamente del agua fría.
Los pacientes que toman anticoagulantes deben controlar su coagulación con mayor frecuencia durante las vacaciones debido al cambio de hábitos alimenticios. En tanto, para los especialistas, sería mejor que eviten viajar las personas que sufren opresión en el pecho o falta de oxígeno cuando realizan leves esfuerzos como, por ejemplo, subir una escalera o aquellos que padecen mareos o pérdida repentina del conocimiento (desmayos).
El 30% de los enfermos de coronavirus en el mundo tiene secuelas cardíacas. Así lo aseguran varios estudios que han hecho un seguimiento de pacientes que estuvieron infectados. Cardiólogos del Hospital de Clínicas alertaron sobre las secuelas de la enfermedad y resaltaron la importancia de realizarse chequeos luego de recibir el alta médica.
“Se han visto casos de miocarditis por coronavirus en pacientes que tuvieron que ser hospitalizados por cuadros moderados o graves de la enfermedad. Se estima que alrededor del 30% de las personas presenta complicaciones una vez superada esta afección”, señaló Analía Aquieri (M.N. 114.729), de la División Cardiología del Hospital de Clínicas.
Estas complicaciones en el miocardio principalmente producen aumento en la posibilidad de arritmias y también en la mortalidad, según estudios realizados. “Dichas secuelas pueden ser diagnosticadas mediante el dosaje en sangre venosa de troponina que demuestra el daño causado en el corazón. Existen otros estudios por imágenes como el ecocardiograma que pueden poner en evidencia el daño y suelen tener disponibilidad las instituciones médicas para realizarlo”, señaló la especialista.
Es importante remarcar la similitud de los síntomas generados por el coronavirus propiamente dicho y aquellos producidos por el compromiso miocárdico por el virus. Entre ellos se destacan la disnea o falta de aire, el dolor de pecho, el decaimiento y el desgano. Es importante descartar entonces en estos pacientes la miocarditis a través de los estudios mencionados. De confirmarse el diagnóstico, el paciente debería recibir un cuidado y seguimiento más estrechos.
“Podemos dividir a los pacientes en dos grandes grupos: por un lado, aquellos que cursaron una enfermedad leve, que no requirió internación. En ellos, un interrogatorio de los síntomas, un examen físico completo, un electrocardiograma, un ecocardiograma doppler y una prueba de esfuerzo gradual son suficientes para evaluar las posibles complicaciones cardiológicas. Si no existieran, se podría autorizar el reinicio de la actividad física. Por otro lado, están quienes cursaron la enfermedad moderada o grave, que requirieron hospitalización, y se les diagnosticó miocarditis, hepatopatía, daño renal, neuropatía y que hayan requerido asistencia respiratoria prolongada durante la internación. En esos casos, no se recomienda iniciar la actividad física, pero sí rehabilitación cardiopulmonar y un control profesional cada tres meses”, recomendó la especialista.
Fuente: TN