El peronista Sergio Massa, que entró en política antes de cumplir la mayoría de edad, se vio este domingo más cerca de coronar una de sus mayores ambiciones: llegar a la Casa Rosada. Este domingo, tras ganar en la primera vuelta de las elecciones argentinas, el candidato del oficialismo subió al escenario solo, sin otros dirigentes, y fue recibido al grito de “¡presidente!”. Desde allí, prometió que si llega al poder empezará a “construir una nueva etapa para la historia política” del país y una Argentina que “abrace a todos”.
Massa, de la alianza Unión por la Patria, ha quedado primero en los comicios de este domingo. El improbable aspirante a la presidencia, ministro de Economía de un país en crisis, ha obtenido el 36,6% de los votos, y se enfrentará en la segunda vuelta a la extrema derecha de Javier Milei, que ha logrado el 30% de los votos. Este domingo se dio 30 días para conquistar los votos que le faltan para ser presidente. Si lo logra, prometió construir un Gobierno de unidad nacional.
“Voy a convocar a un Gobierno de unidad nacional como presidente, convocando a los mejores sin importar su fuerza política”, ha dicho desde el centro de campaña de Unión por la Patria, en el barrio porteño de Chacarita, y ha enumerado algunos de “los pilares de políticas de Estado” que propone como fundamentales de ese Gobierno: “una industria argentina fuerte”, “más y mejor educación pública, gratuita, de calidad e inclusiva”, “un régimen laboral moderno que abrace la tecnología sin renunciar a derechos conquistados”… “Este es un gran país y entre todos lo vamos a poner en el lugar que se merece”, ha arengado Massa.
El candidato del oficialismo es consciente de que si quiere ganar las elecciones necesita convencer a votantes desencantados de que puede mejorar la situación del país después de cuatro años de Gobierno que han estado marcados por la gestión de la pandemia de la covid-19, el enfrentamiento del presidente, Alberto Fernández, con la vicepresidenta, Cristina Kirchner, además de la profundización de la crisis económica.
Argentina llegó al 138,3% de inflación interanual el último mes y la pobreza supera el 40%; el salario mínimo es de 132.000 pesos, unos 380 dólares al cambio oficial y menos de 150 en la cotización informal; la desocupación es uno de los pocos indicadores que muestran mejoras: solo el 6,2% de los adultos en edad de trabajar no tiene empleo. El país también ha tenido que negociar la refinanciación de la deuda de 44.000 millones de dólares que contrajo el Gobierno de Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional en 2018. “Sé que muchos de los que nos votaron son los que más están sufriendo. No les voy a fallar”, ha asegurado este domingo desde la sede su campaña.
Dos meses atrás, desde el mismo escenario, Massa había llamado a “dar la vuelta” en 60 días a los resultados de las elecciones primarias, que habían sido los peores en décadas para el peronismo. El candidato-ministro ha conseguido mejorar esos números y ha obtenido casi 9,5 millones de votos, frente a los 6,5 que había logrado Unión por la Patria en las primarias. Ahora se enfrentará en segunda vuelta a Milei, el 19 de noviembre, cuando ambos se disputarán los votos de unos 35 millones de argentinos habilitados para sufragar. Para imponerse en la primera vuelta, los candidatos debían obtener el 45% de los votos o el 40% con una distancia de 10 puntos respecto del segundo, pero ninguno de ellos lo consiguió.
Detrás de Massa y de Milei, que era el favorito en las encuestas, quedaron la conservadora Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, con el 23,8%, quien tras conocer los resultados rechazó apoyar al peronismo y abrió la puerta a secundar a la ultraderecha; el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, de Hacemos por nuestro País, con el 6,9%, y la diputada de izquierda Myriam Bregman, del Frente de Izquierda y los Trabajadores, con el 2,6%.
Massa, abogado de 51 años, fue un aspirante improbable designado por el oficialismo con el objetivo de ser el candidato “de la unidad”. El líder del Frente Renovador, una de las fuerzas que integran la coalición Unión por la Patria, pasó de estar enfrentado al kirchnerismo desde 2009 a ser la esperanza de salvación del peronismo gobernante en estas elecciones. El candidato se puso al frente de la campaña mientras el presidente y su vicepresidenta se echaban a un lado. “Ahora viene una etapa nueva, mi Gobierno, no este Gobierno”, precisó durante uno de los debates presidenciales celebrados este mes.
Al frente del Ministerio de Economía desde hace poco más de un año, Massa conjugó en los últimos meses las responsabilidades como titular de esa cartera con su papel de candidato. En las últimas semanas, su campaña ha estado enfocada en convencer al electorado de que fue él quien “agarró el fierro caliente” cuando nadie quería agarrarlo y en posicionarse como antagonista de Milei, un candidato ultraliberal que propone dolarizar la economía, reducir al mínimo el gasto estatal, derogar la ley del aborto y es, además, negacionista del terrorismo de Estado de la dictadura y del cambio climático.
Parece haber sido suficiente, al menos por ahora. En la calle, este domingo por la noche, cientos de militantes arengaban con bombos esperando el milagro. Malena Arancibia, de 16 años, votó a Massa “con gusto amargo” porque en otras circunstancias no hubiese sido su candidato, pero hoy, con la amenaza de la extrema derecha enfrente, le parece “la mejor opción para Argentina”. “La gente se dio cuenta de que Milei es un gran problema, e hicimos una buena campaña. “Es la remontada o nada”, zanjaba.
Ahora empieza una nueva campaña, que durará un mes. Entre medias, un nuevo debate presidencial el 12 de noviembre. Massa tiene por delante 30 días para materializar sus aspiraciones presidenciales.