El referente libertario se sube a la ola de hartazgo social y activa su plan para ir por la presidencia en 2023; su pelea contra la “casta”, su metamorfosis y por qué cree que cambió el eje de la grieta
Su salto brusco a la política estuvo estimulado por un instinto de supervivencia. Fue durante la madrugada del 12 de agosto de 2019, a pocas horas de que Alberto Fernández se impusiera por una diferencia arrasadora de quince puntos sobre Mauricio Macri en las PASO presidenciales, cuando Javier Milei decidió cambiar de hábitat y de piel: de economista y predicador del liberalismo en el prime time televisivo a diputado nacional y futuro candidato a presidente. Atónito por las cifras que arrojaban el tablero del resultado electoral e inmerso en un estado de furor por el giro político en el país, Milei hacía zapping a las tres de la mañana, después de repasar frenéticamente los números de los comicios en su departamento en la zona del Abasto, para terminar con el insomnio. Se distrajo con los graphs y placas de Crónica TV hasta que escuchó que el analista Juan Enrique pedía excluir a los “neoliberales” de los canales para que “no le pudran más la cabeza a la gente”. Esa señal de alerta lo perturbó y lo alentó a transformarse en un político: “La batalla cultural estaba en jaque”.
Con un discurso rupturista, estilo provocativo y aura mesiánica, Milei emergió con fuerza en el ecosistema político: acumula crédito social, despierta dilemas y discusiones en los pasillos del poder y amenaza con reconfigurar el mapa de alianzas en la Argentina. Decidido a competir por la Casa Rosada en 2023, el economista recorre el país y acelera la construcción de su proyecto presidencial, mientras surfea la ola de hartazgo y frustración que atraviesa a una sociedad resquebrajada, por la crisis y la escalada inflacionaria.
El referente libertario hace crujir el tablero político y edifica su plan para suceder a Fernández: arma equipos, teje alianzas en las provincias y hasta hizo ajustes en su distintivo look. Fundamenta sus ambiciones basado en ese descontento y olfatea en la sociedad un deseo de probar una propuesta alternativa.
Su crecimiento constante en las encuestas y la rápida nacionalización de su figura inquietan e interpelan al Frente de Todos y a Juntos por el Cambio, que intuyen que podría haber un cambio de ciclo histórico. A su vez, despierta interés en el establishment. El economista no es un outsider para el “círculo rojo”: tiene vínculos con sectores corporativos desde hace años. De hecho, es conocido su paso por Corporación América, de Eduardo Eurnekian.
¿Milei es un emergente coyuntural por el deterioro social y el desgaste de liderazgos tradicionales o su ascenso no tiene techo? ¿Podrá ser competitivo sin una estructura partidaria a nivel nacional? ¿Su eventual gestión garantizaría gobernabilidad? ¿Quién financia su cruzada contra “la casta”?
“La casta” y JxC
Con el traje de outsider y un fuerte anclaje en el segmento más joven del electorado, Milei apuesta a correr el eje de la grieta entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Pretende interpelar a los liderazgos tradicionales con una visión maniquea de la política. Su batalla contra “la casta” es una reedición del latiguillo que usaba para cerrar su show teatral hace cuatro años: “Ellos o nosotros”.
“La grieta no es entre el kirchnerismo y JxC, sino entre los parásitos y los que producen”, adoctrina ahora a sus discípulos. Admirador de Donald Trump, intuye que hay “una rebelión contra el statu quo” y “un hartazgo con la socialdemocracia a nivel mundial”. Y pese a que rechaza la efectividad de las coaliciones en la gestión y cree en liderazgos fuertes, repite que no es un antisistema y que se insertó en el tablero político para interpelar a la dirigencia y activar reformas de raíz: “Yo juego con las reglas del sistema”.
Milei siente que ganó la batalla cultural y que “marca agenda”, sobre todo, cuando escucha que Cristina Kirchner, Elisa Carrió o María Eugenia Vidal hablan de la “casta” o se debate la dolarización o cómo combatir los piquetes. Consciente de que deberá sellar alianzas para llegar con una propuesta competitiva a 2023 -sobre todo en el interior del país donde explora acuerdos los Bussi o los Menem-, Milei fue adecuando ese concepto y suma excepciones, como Macri y “los halcones”.
De hecho, no oculta su buena sintonía con el expresidente, a quien visitó el año pasado antes de las PASO para charlar a solas sobre economía. Dice que volvería a hablar con el fundador de Pro, pero descarta una alianza con él mientras siga en JxC. Lo mismo transmite sobre Patricia Bullrich, quien busca integrarlo al espacio. Hoy, ese objetivo está lejos. El encono de Milei es con el ala moderada de JxC: cree que “las palomas” y los radicales “arruinarían” su eventual gobierno, “como lo hicieron con Macri”. Define a la UCR como “la internacional socialista” (llama a Martín Lousteau como “mister 125″) y se siente en las “antípodas ideológicas” de Horacio Rodríguez Larreta, a quien insultó en público y responsabiliza por las “operaciones con valijas voladoras”, de las que, cabe consignar, nunca dio prueba alguna, para desgastarlo. Es más, dice que detrás de la apuesta del alcalde por armar un gobierno con el 70% del sistema político hay “una visión totalitaria”. “No cree en el debate ni en el Congreso; quiere que sus proyectos salgan por un tubo”, lanza.
La controversia alrededor de la figura de Milei también se refleja en la opinión pública. Según un estudio realizado este mes por D’Alessio-IROL/Berensztein, el 42% cree que el economista es positivo para el país, mientras que un 37% lo rechaza. Si bien tiene un alto nivel de conocimiento, un 68% lo calificó como una persona autoritaria.
En tanto, analistas advierten que el fenómeno Milei ya traspasa los límites de la Capital y excede la ola libertaria. Dicen que pesca adhesiones tanto en la fuente de JxC como en la izquierda o el Frente de Todos. Milei se envalentona cuando sus seguidores recitan la definición de liberalismo de Alberto Benegas Lynch hijo en el cierre de sus actos, o lo veneran en las calles por sus propuestas provocativas para sanear la economía, como “dinamitar” el Banco Central, y recortar privilegios a la política -dona sus sueldos como diputado-. Macri o Bullrich admiran esa frescura y les preocupa que el economista arrastre a los votantes más duros de Pro.
En cambio, sus rivales temen que, frente a una fragmentación política, Milei capitalice el descontento y lidere una opción competitiva, con un viso totalitario. Los ejemplos están al alcance de la mano: desde el meteórico ascenso de Trump en los EE.UU. o la experiencia de Jair Bolsonaro en Brasil hasta la irrupción de Marine Le Pen en Francia y de Vox en España, con quien el líder la La Libertad Avanza tiene relación.
Su transformación
Milei hizo su metamorfosis al calor del brote libertario que surgió en plena pandemia de coronavirus en rechazo de la cuarentena. En apenas un año y medio, dejó de ser un analista y divulgador del liberalismo en programas como Intratables a convertirse en una voz interpelante. De forma progresiva, edificó un personaje a la medida del momento político del país: apuesta a la mística y proyecta una figura mesiánica. Por eso, llama a “despertar a los leones” e instruye a sus leales para que luchen contra el “hostigamiento” en las escuelas y las universidades. Su grito de guerra es “Viva la libertad, carajo”.
Está claro que la “división ideológica” es la consigna que guiará a Milei hacia 2023. “La ‘casta’ no puede ser parte de la solución, porque esencialmente es parte del problema”, repite el diputado libertario. En su tropa están convencidos de que la crisis económica favorece la germinación de Milei pero también son conscientes de que la eventual agudización complicará al próximo gobierno. Una apuesta a “que se doble pero que no se rompa”.
Quienes conocen a Milei lo describen como un economista preparado que saltó a la política en un reflejo de autoconservación: “Hace lo que le divierte”, retratan. Para sus detractores, se convirtió en un personaje mediático y teatral, una suerte de “standupero” que es propenso a exagerar.
El mundo Milei
El 14 de noviembre pasado, a pocos minutos de haber sido electo diputado con un 17% de los votos porteños, después de saltar eufóricamente en el escenario de su búnker en el Luna Park, Milei blanqueó su próximo objetivo: ir por la Casa Rosada. Ese día comenzó lentamente a cultivar un perfil presidencial: se sacó su campera clásica de cuero negro, de rockstar, y apareció de traje y corbata. Fue su hermana, Karina, su colaboradora más estrecha, quien le recomendó abandonar el diseño rayado en la vestimenta formal. Por eso, se compró cinco trajes, en distintas gamas de gris.
También empezó a usar el pelo más corto tras escuchar el pedido de su asesora de imagen, Lilia Lemoine, la cosplayer trabaja para que el economista tenga un look presidenciable. Antes, Milei solo se cortaba su particular cabellera, que no peina desde sus 13 años, cuando ya no podía leer.
Como una “celebritie”, Milei tiene su ángulo preferido para las fotos. “Picadito, desde arriba”, remarcan sus colaboradores. Por caso, le molesta que lo retraten mientras habla y repite una técnica para las selfies: baja un poco su cabeza y mira fijo.
Si bien tiene una agenda comprimida -intercala viajes al interior con reuniones para armar equipos de gobierno y su programa económico-, Milei preserva su rutina. Se levanta a las 6 de la mañana, cuando “los chicos” lo “llaman”. Se trata de los cinco mastines ingleses con los que vive en una casa en Benavidez, en Tigre, donde los dos dormitorios están armados con caniles. Sus perros tienen nombres de economistas: Conan, Murray (por Murray Rothbard), Milton (por Milton Friedman), Robert y Lucas (por Robert Lucas).
Más allá de sus diálogos con políticos y economistas, Milei intercambia visiones cada quince días durante unas tres horas con su “rabino de cabecera”, quien le manda preguntas por WhatsApp para que reflexione. Es católico y se define como un gran admirador del judaísmo.
Milei reparte su agenda entre viajes al interior y el exterior, conferencias -que están plasmadas en el cuaderno que lo acompaña a todos lados-, charlas y reuniones. Además, mantiene un alto perfil mediático: suele participar en tres programas de televisión por día.
Su plan presidencial
Con la mira en la Casa Rosada, Milei confecciona desde hace meses un “gabinete en las sombras”, que ya cuenta con cuatro ministerios, pero mantiene el hermetismo para que no se filtren los nombres de sus integrantes. Le gusta simular que estas virtuales carteras están en funciones y que toman decisiones en tiempo real. Tiene un estilo de conducción verticalista, similar al de los altos mandos del peronismo.
Inspirado en el modelo americano, el jefe de la Libertad Avanza arma un “Consejo de Notables”, integrado por expertos e importantes analistas con quienes intensificó sus diálogos. Desde hace tiempo, Milei charla en privado con el exministro de Economía Domingo Cavallo, el padre de la convertibilidad. El libertario es un admirador de Cavallo pero, ante todo, de Carlos Menem, a quien definió como el mejor presidente de la Argentina.
Uno de los primeros contactos políticos que sumó a su cartera fue Ricardo López Murphy. El “bulldog” le prologó varios libros al economista, quien tenía por entonces un perfil técnico. Luego se distanciaron y mantienen sus diferencias. Milei también tiene lazos al otro lado de la grieta: tuvo vínculo con dirigentes del Frente de Todos, como el embajador en Chile, Rafael Bielsa, o el extitular de YPF Guillermo Nielsen. Con Sergio Massa mantiene una relación cordial.
Receloso de su entorno, Milei cuida al extremo su intimidad para preservarse. Elucubra teorías conspirativas y sospecha de que hay “infiltrados”, incluso, en su círculo político que pretenden limarlo. La figura más influyente de su “manada” es su hermana Karina. Él la llama “El Jefe”. La tarea de Karina excede el manejo de la agenda o el rol de consejero: define la estrategia para posicionar al diputado. En el armado nacional, su hermana trabaja en tándem con Carlos Kikuchi -exencargado de prensa de Cavallo-, un enlace entre Milei y el Partido Demócrata.
Entre los colaboradores más cercanos de Milei también están Lemoine, su asesora de imagen, fotógrafa y maquilladora, y el cineasta Santiago Oría. Los legisladores porteños Ramiro Marra y Eugenio Casielles (Consenso Federal), entre otros, integran el ala política del economista. Ambos vienen del lavagnismo.
Para transitar su primera experiencia parlamentaria, Milei conformó un staff de cuatro asesores: dice que tres de ellos lo asisten ad honorem. El restante es un “especialista en escribir proyectos de ley”. “No voy a perder dos años en aprender a hacerlo. No hay tiempo”, comentó a los suyos. Las reglas de la “casta”.
Abocado a “cuestiones técnicas” de su plan, Milei delegó “la rosca” y su incipiente armado en el interior en sus leales. Aunque prefieren no hablar de interna, hay dos equipos tejiendo en simultáneo para la construcción nacional. Y, pese a que desde el espacio evitan identificar a los dirigentes con los que exploran alianzas, ya avanzaron en varias provincias, como Buenos Aires, Mendoza, San Luis y San Juan.
La primera incursión política de Milei en el interior fue en La Rioja. Fue por invitación de Martín Menem, sobrino del expresidente, y el único candidato que el economista decidió apoyar en las legislativas pasadas. Menem, que accedió a su banca, también colabora para tejer una estructura nacional, sobre todo, con contactos del peronismo.
En Santa Fe, Milei delegó su construcción en Romina Diez, cercana a Karina, y avanza en un posible acuerdo con Amalia Granata. Desde hace tiempo, el libertario profesa en contra de la legalización del aborto y rechaza las leyes de paridad salarial o de cupos de género.
En Mendoza, adonde viajó este fin de semana y reunió a una multitud para un acto en la plaza O’Higgins, articula con el Partido Demócrata, pero también tiene diálogo con José María Videla, un exaliado local del massismo que integra el frente oficialista en esa provincia.
En Tucumán se especula de una alianza con los Bussi. De hecho, Milei dialoga con frecuencia con Ricardo Bussi, cuyo espacio, Fuerza Republicana, obtuvo el 10% de los votos en las legislativas pasadas. Es más, el economista fue asesor del fallecido represor Antonio Bussi cuando era diputado por esa provincia. Se sumó al equipo con un contrato temporal, para colaborar en algunos proyectos ligados al limón y azúcar, apenas se egresó de la universidad. Otra excepción en “la casta”.
El financiamiento económico de su proyecto político es aún un misterio. Tanto para las PASO como para las generales no presentaron en término su informe de financiamiento. Desde La Libertad Avanza dicen que sus viajes al interior están financiados en parte por quienes lo invitan y que para la campaña utilizaron los fondos estatales. Hasta que asumió su banca en diciembre pasado, Milei tuvo contratos con la empresa Proden S.A, de Corporación América, y trabajó para Helport S.A.
En caso de llegar a la Presidencia, Milei no piensa moderarse o apelar a un tono conciliador: dicen que escucha, pero que no se deja coachear. Por tanto, a la hora de adelantar sus primeros cien días de gobierno insiste en que irá a fondo: pretende “eliminar” el BCRA e imagina dolarizar la economía en “cuatro etapas”, con una reforma del sistema financiero. A su vez, buscará “hachar” el gasto público y avanzar con la reforma tributaria y laboral apenas asuma. “Panic show”, dirían en La Renga.
Para Milei, los beneficiarios de los “planes sociales son víctimas de la casta”, por lo que priorizará el recorte de privilegios y hacer crecer la economía antes de modificar de cuajo esa estructura. El profeta libertario y ferviente defensor del capitalismo deja todo librado a las reglas del mercado: desde la economía hasta su performance electoral en 2023. Suele decir que no se siente dueño de los votos: “No voy a condicionar las decisiones”. Sin embargo, confía en que llegará con una propuesta competitiva a los comicios: “No soy un candidato testimonial, yo juego a ganar”
Al jefe de la Libertad Avanza no le preocupa analizar en si podrá hacer esas reformas sin tener una presencia fuerte en el Congreso. Pero, poco a poco, tiende puentes de diálogo con la “casta”. El lunes, Milei se acercó a saludar a Carrió cuando se cruzaron en los estudios del canal TN. Tuvo un trato afable con la líder de la CC, quien lo examinó por primera vez: “No te confundas, nene, yo soy liberal cristiana”, le comentó. Con la vista clavada en sus ojos, Milei le susurró: “Yo también soy cristiano”. Tras despedirse, la exdiputada reveló el apodo que le puso al libertario: “Es el sapito glo, glo, glo’”. Frente al desconcierto de sus asesores, Lilita recitó: “Nadie sabe dónde vive, nadie en su casa lo vio, pero todo el mundo habla de él”. Y, entre risas, remató: “¡Es un cuento que me leían cuando era chica!”.
Por Matías Moreno Lucila Marin para La Nación