A los 18 años renunció a su trabajo por el Mundial 2010, terminó sufriendo depresión y caída del pelo. El stand up lo salvó. Hoy, es el streamer del momento y lo mencionan en los partidos de Boca.
El colombiano Edwin Cardona toma la pelota en la cancha de Vélez, la besa y sacude un derechazo por debajo de la barrera que llega a la red y justifica el calificativo que días atrás le regaló Juan Román Riquelme: «un genio». El mismo Cardona aparece en la tanda de penales para que Boca le gane de una vez por todas un cruce superclásico al River de Gallardo. Elige picarla, lo hace mal y el final lo conocen todos, recuerda Clarín.
«Es la teoría de Luquitas Rodríguez», apunta Juan Pablo Varsky, comentarista del partido, que siguen millones de personas en todo el país y también en el exterior. Pero, ¿cuál es la teoría? ¿Y quién es Luquitas Rodríguez?
«Los futbolistas colombianos juegan sin contexto a la pelota: ni para bien, ni para mal, eso siempre me causó gracia. O sea, la misma razón por la que uno puede hacer una chilena en mitad de cancha y que termine en gol o por la cual puede pegarle un codazo a un rival sin ningún tipo de lógica. Es como que no logran conectar con el contexto del partido. Juegan todos los partidos igual: se reinician y todos los partidos son el mismo. Entonces, sucede lo que sucede, como Cardona picando un penal», le explica Lucas Rodríguez (29) a Clarín.
Fanático del fútbol y de Boca, quiso ser periodista, pero descubrió que lo suyo era la actuación cuando el stand up lo curaba de una profunda angustia que sufrió de joven: hoy es uno de los streamers del momento.
-Se podría decir que el stand up fue tu terapia…
-Sí. Igualmente recomiendo hacer terapia, ja. Si te sentís mal, andá a terapia, no vayas a un curso de stand up como hice yo… Andá a terapia, hablá de lo que te duele y construí sobre eso. A mí en ese momento me sirvió. Me sirvió muchísimo.
Lucas Rodríguez tenía 18 años cuando las trizas de su sueño se transformaron en angustia. Había conseguido su primer trabajo formal en Marini Gourmet, un restaurante que funcionaba en Av. Santa Fe al 3600, pero al tiempo decidió dar el portazo. «Empezaba el Mundial 2010 y yo era chico. Pensaba: ‘¿Para qué voy a estar acá, si me pagan mal y es un trabajo bastante de mier…?’. Así que me fui», cuenta. Pronto llegó junio y su atención viró hacia lo que sucedía en Sudáfrica, acompañando a una Selección dirigida por Diego Maradona, el capitán de sus días más felices.
La abultada caída de la Argentina contra Alemania en cuartos de final no hizo más que sumergirlo en una tristeza que acarreó durante meses. «No me crecía el pelo. Tenía un agujerito sin pelo en la cabeza, y ese agujero cada vez se hacía más grande. Llegó un punto -recuerda- en que parecía un mapamundi, tenía media cabeza sin pelo. Algo impresentable. Parecía que se me iba a caer todo el pelo». Fue entonces cuando una invitación a un curso de stand up se topó en su camino y todo empezó a cambiar.
Su aparición en el escenario junto a Roberto Galati, compañero de dúo en Rodríguez&Galati, significó apenas el comienzo de una carrera que explotó en plena cuarentena por el coronavirus: decidió incursionar en Twitch, donde acumula más de 192.700 seguidores, y los fragmentos de sus streamings se volvieron un habitué de otras plataformas como Twitter e Instagram, en las que también ostenta una multitudinaria audiencia. Incluso, desarrolló una serie de códigos que rápidamente se viralizaron a través de las redes. «Mi streaming es un lugar donde cae gente parecida a mí, que se ríe de las mismas estupideces que yo, y las repetimos para juntar fuerzas y al otro día levantarse, ir a trabajar y seguir con la vida real», resume.
-Entrás a Twitter y leés a todos hablando de «La teoría». No sólo eso: hasta Juan Pablo Varsky lo mencionó. ¿Imaginabas que iba a tener esta repercusión?
-(Risas) No, jamás. Si bien yo creo que es cierto, no pensé que tanta gente iba a verlo de la misma manera. No porque sea algo valorable en sí: es una estupidez. Pero no lo imaginaba.
Luquita, como lo conocen en el mundo virtual, mantiene una ligazón tan grande con el deporte como con el cine. Tiene tatuados a James Stewart -cuyo retrato muchos confunden con el de Juan Domingo Perón- y a Los Simuladores, decoró su departamento con objetos icónicos de varias películas, participa de un podcast de cine con sus amigos, se calzó la camiseta de Enganche en FM 947 durante dos años y hoy sumó a su proyecto de streaming un ciclo de entrevistas a las cuales coordina con su productor, Agustín Bronzini. No es casualidad: alguna vez pensó en convertirse en periodista, pero no prosperó.
-¿Qué pasó?
-Me enganchó, pero estaba muy metido con el stand up y quería dedicarle el 100% de mi tiempo a eso. Igual, fue un momento hermoso: en 2011, que River se fue a la B, yo estaba en TEA. Gran momento para estar en TEA: estaba en contacto con el fútbol y River semana a semana se iba derrumbando.
-Ese chico que jugaba con los amigos al Winning Eleven hoy lo hace contra jugadores como el Kun Agüero…
-(Sonríe) Terrible. Con Rodríguez&Galati fue cuando empecé a acercarme a los jugadores, porque miraban nuestros videos o alguno venía al teatro. Me hice muy amigo de Diego Perotti, por ejemplo, y era terrible. Lo de Agüero está buenísimo, pero fue hace poco y no me sorprendió tanto porque ya venía de esa experiencia. Al principio lo que más me gustaba de Rodríguez&Galati era eso: el acercamiento al fútbol, poder hablar con el 9 de Boca… Eso quería.
El humorista se describe como una persona tímida, aunque al momento de trabajar lo deje a un lado. No le agradan las reuniones sociales, pero se siente cómodo interactuando con aquellos que, como feligreses, se suman a su streaming cada vez que decide transmitir. Entiende que, entre ellos, siempre alguna opinión negativa se filtra. «Una cosa es ser autocrítico y otra que cada comentario de @piporossi02345 sin foto en Twitter te entre, te cale profundo y te haga todo el tiempo virar el camino», explica. El análisis sigue: «Vos entrás a Internet, ves que un tipo puso ‘Marcelito es un estúpido’ y a Marcelito puede resbalarle, pero en algún momento le entra. Si leés ‘es un estúpido, es un estúpido, es un estúpido…’, cuando te quisiste dar cuenta estás viendo hacia adentro para saber si sos estúpido».
-Así también surgen peleas como la que se dio entre Ibai Llanos y Gustavo López…
-Buena pelea, ja. Fue graciosísimo. Cuando un tema pasa a estar como foco N°1 en el aforo público aparecen los clichés de siempre: gente diciendo que lo malo que hacen unos es lo bueno que hacen otros, y nada es absoluto. Los medios digitales todavía están en una etapa de crecimiento en la que no tienen intereses tan marcados como pueden tener los medios tradicionales, y eso hace que aparezcan algunas voces distintas. Yo creo que en algún momento van a tener las mismas miserias que los medios tradicionales…
En este caso, si en un rincón está Gustavo López y en el otro está Ibai, voy a ir al de Ibai. Pero si hay 40 millones de argentinos pegándole a Gustavo López en el piso, periodista que a mí no me gusta para nada, no voy a ir ahí a pegarle en el piso para lavar culpas. Me quedé con la parte graciosa, no con la parte solemne ni seria que le quisieron dar.
-Salvando las distancias, ¿alguna vez te sentiste en el lugar de Ibai?
-Seguramente, pero no me llega mucho. En un mundo ideal, todos hablaríamos de lo que sabemos nada más, pero el mundo es absolutamente lo inverso. La actualidad nos arrastra todo el tiempo a hablar y opinar de cosas que no sabemos. Entonces, lo de Gustavo López sucede en el bar de la esquina. Está mal, porque no tiene razón, pero no es algo que se le escape a un engranaje que existe. Esto que no se lea como una ninguneada a Gustavo López, eh. Pero, ¿qué valor tiene lo que diga? No Gustavo López. Cambialo. Cualquier otro periodista, cualquier persona que habla del desconocimiento. No me parece muy constructivo.