Mientras que el 30% de los integrantes de la clase media está por caer en la pobreza, según datos oficiales, de la mano de la inflación, muchos de los servicios que este sector social priorizó siempre van diluyéndose, incluso aquellos que siempre consideró indispensables, como el de la medicina prepaga: Según revelan los números, por primera vez desde 2001, las bajas en estos servicios que atañen nada menos que a la salud superan a las altas.
Pero el primero que descendió fue el de las empleadas domésticas, cuyas horas fueron reducidas para terminar directamente dejando de lado esa ayuda clave para muchas familias, en las cuales ambos padres deben trabajar para sostener alquileres y una canasta alimentaria que se ubica hoy por las nubes.
También sucedió con los colegios, con la educación privada de los hijos, en muchos casos bilingüe, de la clase media.
El camino no ve la luz y lleva indefectiblemente a que, por primera vez, la generación actual no logre superar en posesión de bienes y servicios a sus padres. Algo que en la Argentina no se producía desde hace al menos 80 años. Hoy, llueven historias de hijos que, tras intentar independizarse, deben volver a la casa de sus padres porque no pueden afrontar por ejemplo, alquileres como los actuales, además de servicios por las nubes.
En ese marco, los seguros de salud o prepagas, que hasta hace poco implicaban costos razonables, se veían como el último servicio a abandonar. Hasta que la inflación los transformó en «prohibitivos».
Y ahora por primera vez desde que existe el sistema, en los últimos meses la cantidad de bajas de afiliados supera a las altas, según revelaron fuentes de las cinco principales compañías del país al sitio económico ‘iProfesional’.
Pero la crisis de las prepagas además de estar ya naturalizada, encierra otras crisis más: una es la de las especialidades médicas. Ahora, la cartilla está más inaccesible y cada vez más delgada. Y hay que ser doblemente pacientes para aprovechar la credencial, o bien, buscar alternativas.
La UBA se llenó de turnos
Por ello, los hospitales públicos también comienzan a llenarse cada vez más. En salud mental, dermatología, oftalmología, odontología y hasta pediatría, principalmente, el mensaje es similar: «Hay turno para noviembre, ¿continuamos?«.
En la Facultad de Odontología de la UBA, ya se quedaron sin turnos pediátricos para este año, y hay especialidades que tampoco tienen disponibilidad.
De acuerdo con un estudio sobre acceso a la salud realizado por la ‘Fundación Colsecor’, la gente ya valora más las especialidades del sector público y 3 de cada 10 usan los dos sistemas de salud.
El 34% de los que se atienden en el hospital tiene una obra social/prepaga y usan indistintamente el servicio público o el privado. El 32% tiene una obra social o prepaga y usa el sistema de salud privado. Y el 26% se atiende gratis en hospitales públicos, frente al 5% que paga las prácticas médicas de forma particular.
La Unión Argentina de Salud (UAS), que engloba a la mayoría de las organizaciones de medicina privada, reconoce la crisis de especialistas que se van de la cartilla. El fenómeno lo inscribe en la «gran crisis» de todo el sistema de medicina prepaga: la insuficiente financiación que tiene el sistema.
En tanto, entre quienes hicieron cambios en la atención de su salud, el 7% dijo que tenía una obra social/prepaga y se fue a otra más barata, un 6% que pagaba prácticas médicas de forma particular y ahora algunas las hace en el servicio público y un 5% que tenía una obra social/prepaga y empezó a usar el sistema público.