“Éramos muy felices con el Plan Gas de Cristina (Kirchner). La política de (Axel) Kicillof era excelente: nos permitió invertir y salir del pozo. Con él no tengo ningún miedo de sentarse a conversar”.
La sentencia corresponde al ejecutivo de una petrolera de origen europeo que difícilmente honraría con su voto a cualquier variante del peronismo, pero a quien las exigencias de su función lo fuerzan al pragmatismo. Criticar las consecuencias económicas de la política macrista se transformó en un clásico del momento, incluso de quienes apostaron a Cambiemos con la convicción de ciertas bonanzas. Pero no es frecuente que se tome con liviandad el recambio presidencial que se puede producir este año.
Por el contrario, aun los empresarios devenidos en detractores del Gobierno suelen decir que prefieren la continuidad de Mauricio Macri que el retorno de una gestión “K”, supuesto sinónimo de intervencionismo, arbitrariedad y confrontación con los dueños del capital. Sin embargo, parece que ni esos vicios resultaron tan dañinos ni las peleas fueron siempre y con todos. Las reivindicación del Plan Gas es un ejemplo.
El ex ministro de Economía diseñó un plan estímulo por el cual el Estado reconoció a las productoras un precio diferencial de 7,5 dólares el millón de BTU, el triple de lo que se remuneraba el producto entonces. Ese programa caducó pero su concepto inspiró el sistema para subvencionar la producción del gas no convencional de Vaca Muerta a través de la resolución 46. Aquí un programa de contacto entre los puntos de gestión presunta y totalmente antagónicos.
El diseño de la estrategia energética hoy está básicamente definido por Hacienda, que resuelve hasta donde subsidiar y a quién. Esto transforma a Nicolás Dujovne en un hombre clase y, como recuerda el CEO de otra petrolera e renombre, el actual ministro trabajó junto a Miguel Bein, principal asesor económico de Daniel Scioli, rival de Macri en el ballotage presidencial del 2015.
Por entonces, los economistas próximos al candidato del Frente Para la Victoria también hablaban de recomponer las tarifas para alivianar la carga de las subvenciones que afronta el Estado. Pero los modos rudos en que se instrumentaron esos ajustes proclamados por todos los cuerpos técnicos en la campaña hicieron que luego la oposición tomara distancia de los “tarifazos” aplicados por el presidente electo.
“No es lo mismo Cristina (Kirchner) que (Juan Manuel) Urtubey o (Miguel) Pichetto. Pero un futuro gobierno peronista no haría algo muy diferente a los que hace Macri” sentenció el aludido ejecutivo quien, por la sensibilidad del tema, prefirió el anonimato.
No es que todo de igual. Es que aun en un contexto de confusión, desde el sector privado no ve hoy gran margen para planes muy diferentes. Algo similar ocurre frente a la elección el 10 de marzo del gobernador de Neuquén, epicentro de Vaca Muerta: Omar Gutiérrez (MPN), Horacio Quiroga (Cambiemos) y Ramón Rioseco (PJ – K) difícilmente cambie el curso de los proyectos ya jugados.
Las distinciones son de estilo. E modos de ejercer el poder. De matices, si se quiere. Pero con cualquier triunfador nacional tendrán que sentarse a negociar con mucha creatividad para que la caja pública siga apuntalando los negocios privados con el manual que fuere.
Algunos denostan los subsidios a la oferta, como los actuales precios estímulo al gas. Pero reivindican la subvención a la demanda, que ampara al sector menos pudiente de la población de los aumentos tarifarios que anhelan las empresas de toda la cadena, a veces con divorcios de sus costos reales.
La bandera patronal común sigue siendo la seguridad jurídica. Las petroleras quieren saber a qué atenerse cuando planifican una inversión y solo aceptan cambios de reglas si éstos las aventajan. Como ocurrió con las privatizaciones menemistas, cuyos contratos se renegociaban cuando la performance del negocio privado era peor de la esperada. Pero de esto aún no se habla en público.
En diciembre el senador justicialista Miguel Pichetto y el del Movimiento Popular Neuquino, Guillermo Pereyra, invitaron a la Cámara de Empresas Productoras de Hidrocarburos (Ceph) a participar de un seminario sobre seguridad jurídica que quería organizar el Parlamento. Pero el titular de la entidad, Carlos Seijo (Total), declinó el convite para evitar transitar un terreno vidrioso.
No solo es difícil sostener una posición común cuando hay diferencias intestinas en la propia Cámara, en la que unos miembros mascullan su bronca contra otros que venden gas más barato en parte porque tienen el beneficio de la subvención de Vaca Muerta. Nadie en la entidad quiere incomodar al gobierno de turno con un reclamo ni ve rédito en ventilar estas cuestiones, dándoles micrófono a legisladores duros.
Las mismas empresas que en la actualidad especulan con las encuestas preelectorales en la mano, estiman que harán este año lo mismo que hicieron hace cuatro, en la elección que terminó coronando a Macri: aportar a la campaña de varios candidatos con chances. No sea cuestión que el desairado llegue a la Rosada y luego pretenda cobrarles la afrenta.