Pese a la estabilidad cambiaria la inflación de enero superaría el 3%

El dólar está planchado, las tarifas, congeladas, pero la inflación de enero volverá a superar el 3%. En la Casa Rosada no disimulan la bronca, y acusan a los empresarios de cometer «abusos» con los…

miércoles 29/01/2020 - 12:00
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El dólar está planchado, las tarifas, congeladas, pero la inflación de enero volverá a superar el 3%. En la Casa Rosada no disimulan la bronca, y acusan a los empresarios de cometer «abusos» con los precios e incluso de intentar quedarse con una parte de lo que el Estado puso en los bolsillos de «los que menos tienen».

Según publica urgente24.com, como fuere, hay desesperación por encontrar la solución que lleve a un alivio antes de mitad de año cuando habría que descongelar las tarifas de luz, gas y agua, y volver a mover los pasajes en colectivos y trenes.

Pese a la estabilidad cambiaria y el congelamiento de naftas y tarifas, las consultoras estiman que la inflación de enero volverá a superar el 3 por ciento.

«Sorprende que la inflación vuelva a estar en torno al 3% teniendo en cuenta el calibre de las anclas que se están utilizando: cambiaria y tarifaria», indicó Juan Ignacio Paolicchi de ‘Eco Go’.

«Con el tipo de cambio planchado y sin correcciones en los precios ni siquiera de las naftas, la inflación debería dar más cerca de 2 que de 3, o inclusive por debajo», agregó. Desde la consultora registran que el rubro alimentos aumentó por encima del 4%, en parte por la eliminación del IVA cero para los productos de la canasta básica.

Desde la consultora ‘Elypsis’ estiman que la inflación de enero será de 3,5%, con una suba de alimentos y bebidas de 3,3%. «Los productos que más impulsaron este rubro fueron yerba, harinas y lácteos», indicó el economista Juan Solá de ‘Elypsis’.

La entidad ‘Consumidores Libres’ relevó que sólo en los primeros 15 días del mes la canasta básica subió 3% en la Ciudad, mientras que un año atrás esa suba había sido del 1,9%.

El primero de enero llegó el fin del IVA cero en una canasta de alimentos, medida que impulsó el gobierno de Cambiemos para contener, la estampida de precios tras la devaluación de agosto. El actual Ministerio de Desarrollo Productivo acordó con supermercados que no trasladaran el IVA, para evitar subas del 21%, y en cambio, que absorbieran en parte los aumentos en conjunto con las industrias alimenticias.

Sin embargo, el arreglo fue con las grandes cadenas por lo que las partes que no formaron parte de la negociación registraron subas de sus proveedores de más del 21%.

Fuentes de comercios mayoristas y almacenes barriales indicaron que tras el fin del IVA cero el aceite, la harina, la azúcar y la yerba registraron subas por encima del 30%. «Es imposible absorber esos aumentos porque te fundís a los dos días», aseguró el dueño del mayorista Maxiconsumo.

En el primer piso de la Casa Rosada no disimulan la bronca, y acusan a los empresarios directamente de cometer «abusos» con los precios.

Y de intentar quedarse con una tajada de lo que el Estado puso en los bolsillos de «los que menos tienen»: los jubilados que recibieron el bono mensual de $5.000 en diciembre y enero y quienes ya están utilizando la tarjeta «AlimentAr».

Según los cálculos oficiales, un total de 4.712.000 jubilados y pensionados percibieron en promedio $4.836 en diciembre y un monto similar este mes. Esto hace un total de $45.574 millones que se volcaron básicamente al consumo.

De la tarjeta alimentaria, Desarrollo Social ya distribuyó 70.000 plásticos, pero la idea es acercarse al millón y medio de unidades. Se cargan con un monto que va de $4.000 a $6.000 cada una.

El resquemor que muestran en el gabinete económico refiere a la posibilidad que parte de ese ingreso termine alimentando los balances de las empresas: fabricantes y cadenas de supermercados, que aprovecharía esa mayor demanda de alimentos para remarcar los precios.

A unas pocas cuadras de la Casa Rosada, en Reconquista 266 -sede del Banco Central-, perciben un fenómeno parecido. La cuestión fue abordada incluso por los flamantes directores del organismo.

«Vemos mucha irresponsabilidad de empresarios que no están ayudando con los precios», acusó sin individualizaciones el fin de semana, el propio Alberto.

En el equipo económico siguen bien de cerca estos movimientos. Eso sí: después de las palabras del Presidente, algunos funcionarios, en privado, se achacan responsabilidades por lo que viene pasando con los valores de los alimentos.

No por el salto que pegó la carne, que en las últimas semanas se acomodó a una cuestión estacional. Además, con respecto a este producto, los funcionarios esperan una mayor tranquilidad en el mercado interno ya que las cotizaciones de la exportación a China, principal mercado, se pincharon un 35% promedio el último mes.

Hay un foco de atención especial, eso sí, con lo que vaya a suceder con el valor del trigo a nivel internacional. Ese precio, que trepó a los US$200 por tonelada, se alteró por los incendios en Australia y también por la posible escasez de mercadería para el mercado interno.

La estrategia para disciplinar a la inflación se concentrará en el cumplimiento de Precios Cuidados, programa que podría ampliarse próximamente para darle todavía más fuerza.

También habrá un trabajo más al hueso de la dinámica de lo que ocurra en las góndolas, que se vinculará con un estudio pormenorizado de las cadenas de valor. Una apuesta que puede ser muy útil siempre y cuando se apaguen los principales motores de la inercia inflacionaria, más ligada a las expectativas y a la historia económica reciente que a cuestiones técnicas o teóricas.

«Estamos preocupados porque los empresarios embroman a quienes nosotros queremos ayudar», se quejan en Reconquista 266.

La obsesión de los funcionarios pasa por poder reflejar, antes que nada, una desaceleración en los precios de las góndolas, algo que por ahora se les escapó. Alberto F. ya dejó trascender que habrá nuevas medidas si se mantiene la volatilidad. Para los funcionarios, los empresarios ya no tienen excusas.

Puertas adentro, admiten que tras el regreso del IVA a los productos básicos, hubo alzas muy por encima de lo acordado. Y que no hubo previsión ni respuestas a esa situación.

Ahora, con un dólar quieto, las tarifas congeladas y los combustibles sin aumentos, tanto en Producción como en el Banco Central coinciden en que no hay más excusas para mover los precios.

La discusión se produce en coincidencia con el tratamiento parlamentario de la Ley de Góndolas, que ya tiene media sanción de Diputados. El Gobierno alega que la aprobación de este proyecto jugará a favor, porque incentivará la competencia entre oferentes.

Sin embargo, los supermercadistas y los grandes fabricantes de alimentos sostienen la argumentación contraria: dicen que imponer porcentajes de exhibición de productos en góndolas irá en contra de la eficiencia de la cadena comercial y que hay riesgo de mayores aumentos de precios.

En todo caso, lo que quieren los funcionarios es acercarse a mitad de año con una clara desaceleración inflacionaria. Se entiende: para ese momento habría que descongelar las tarifas de luz, gas y agua, y volver a mover los pasajes en colectivos y trenes.

Una cosa es hacerlo en medio de una dinámica inflacionaria complicada, donde el descongelamiento de los «regulados» metería más ruido y distorsión. Y otra, muy distinta, sería efectuarlo como «sintonía fina» poniendo metas de recomposición tarifaria en relación a la expectativa de inflación futura (supuestamente más manejable que la actual).

En este contexto, el Gobierno también definió que el otorgamiento de sumas fijas para los salarios también sería una buena solución para el corto plazo.

Sin embargo, desde algunas cámaras empresariales encendieron alertas sobre la cuestión: las sumas fijas podrían darle un horizonte a las compañías más grandes, con las nóminas más extendidas, pero no sería así con las Pymes y con aquellos sectores que peor la vienen pasando con la crisis.

Para esos casos, los empresarios prefieren un porcentaje de aumento, pautado para el resto del año, cuestión de poder diseñar los costos hacia adelante.

En esa misma línea está operando el BCRA, con una estrategia de bajas de tasas de interés focalizado en las empresas. La idea pasa por disminuir todos los costos que tuvieron las compañías en medio de la crisis: el costo financiero fue, justamente, uno de los de mayor peso en los últimos dos años.

De ahí que el Central tampoco vea con buenos ojos una escapada del «contado con liqui». «Cualquier desorden financiero te complica la economía real, aún cuando el dólar alternativo no guía a los precios del comercio exterior», analiza una fuente oficial.

Si hay algo que aprendió la Argentina es que, en momentos de incertidumbre, crece la volatilidad de los precios de la economía.

Hoy, aun cuando las tarifas, los combustibles y el dólar se mantienen planchados, la inflación igual trabaja y existe una gran dispersión de precios.

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