La gaseosa fue la primera empresa del mundo occidental en entrar a la Unión Soviética en 1972. A cambio recibió como pago 17 submarinos, una fragata, un destructor y un crucero. En todo esto tuvo algo que ver Michael Jackson.
Hay que ubicarse en la época. Comenzaba la década del ’60 y Estados Unidos y la Unión Soviética estaban en plena guerra fría. Lograr en ese momento que un producto soviético entrara en territorio norteamericano o viceversa, era una quimera, comienza relatando Clarín.
Pero los dos gobiernos buscaban una distensión y con ese fin se organizó en Moscú, el 24 de julio de 1959, la Exhibición Nacional Americana, celebrada en el parque Sokólniki.
El presidente estadounidense envió como representante a su vicepresidente, Richard Nixon, que fue recibido por el primer ministro soviético, Nikita Khruschev.
Pero el que hizo el mayor negocio de aquel evento, no fue un político ni un diplomático. Se trataba del Director de operaciones internacionales de Pepsi, Donald Kendall.
El hombre que era rápido como la luz, notó que Khruschev sudaba y le acercó un vaso de Pepsi casi helada al líder soviético, que la bebió. La foto dio la vuelta al mundo y Pepsi logró, además de una publicidad mundial gratuita, tener un primer contacto en la Unión Soviética.
Se cree que Khruschev fue engañado: le ofrecieron dos vasos de Pepsi, una hecha en Estados Unidos y otra en Moscú. Desde ya, el líder soviético eligió la rusa, aunque no sabía que las dos botellas tenían el mismo contenido.
Pero faltarían muchos años y cientos de encuentros para que el matrimonio comercial se hiciera realidad. Es que un año después, el 1º de mayo de 1960, la Unión Soviética derribó un avión espía U2 de Estados Unidos y capturó al piloto Gary Powers.
Poco después, Estados Unidos quiso invadir a Cuba desde Bahía de cochinos y una guerra nuclear URSS – EE.UU. parecía posible.
Pero los directivos de Pepsi nunca bajaron los brazos y el 16 de noviembre de 1972, ya con Leonid Brézhnev al frente de la Unión Soviética, Pepsi se convirtió en el primer producto estadounidense en desembarcar en territorio ruso. La empresa puso toda la logística para abrir 10 plantas en el país.
Pero había un problema: la moneda.
El rublo no podía ser cambiado internacionalmente debido a los controles monetarios del Kremlin, y Pepsi, aceptó un trueque: obtuvo los derechos para comercializar el famoso vodka ruso Stolichnaya en territorio estadounidense. El cambio era un litro de Pepsi por cada litro de vodka.
Ese vodka era oro puro. Fue creado en 1901 gracias a una receta diseñada por el famoso químico ruso Dmitri Mendeleiev, inventor de la tabla periódica de los elementos.
La primera planta de Pepsi se construyó en Novosibirsk, que tenía aguas dulces en sus alrededores. Y la ciudad pasó a tener una fama inusitada. Los rusos iban de vacaciones al mar Negro y pasaban por la ciudad para probar la deseada Pepsi.
Luego arribarían las plantas de Moscú, Leningrado, Kiev, Tashkent, Tallin, Almatý y Sujumi. En unos años serían 20.
El acuerdo fue un gran negocio para Pepsi. En casi 10 años llegaron a Estados Unidos 1.900.000 decalitros del vodka que dejaron en las arcas de Pepsi U$S 25 millones. Y en la Unión Soviética se produjeron 32.300.000 de decalitros de Pepsi, con los que el Kremlin embolsó 303 millones de rublos.
A los rusos no les importaba pagar 45 kopeks por la botella pequeña de Pepsi. Hay que considerar que cualquier bebida soviética refrescante valía 10 kopeks. Eso sí, si después de beber la Pepsi se devolvía la botella al comerciante, se obtenían 10 kopeks.
En 1988 se produjo otro hecho histórico. Pepsi puso el primer aviso pagado en la televisión soviética. Lo protagonizaba nada menos que Michael Jackson. Y la venta de la bebida llegó a la estratosfera.
El acuerdo estaba por terminar en 1989 y la Unión Soviética pasaba por una difícil situación económica. Pero no quería perder a la bebida cola que se vendía a raudales en su territorio.
¿Cómo pagarle a Pepsi? Cuando los directivos escucharon la oferta rusa creyeron que era una broma. No era dinero. Y ya tampoco vodka. Los rusos ofrecían una enorme flota: 17 submarinos, una fragata, un destructor y un crucero.
Y Pepsi aceptó. En ese mismo instante, la empresa yanqui pasó a poseer la sexta flota más poderosa del mundo. Pepsi pagó por esa enorme flota menos de U$S 3.000.000.
Pero tenían un hierro candente entre las manos. Y optaron por una solución ecuménica. Vendieron todos los navíos a una empresa sueca con una orden taxativa: debían ser convertidos en chatarra.
Fue un gran negocio para Pepsi que recibió en ese intercambio 300.000.000 de dólares.
El veloz Kendall (que se había convertido en presidente de Pepsi en 1963), un genio a la hora de negociar, le dijo al asesor de seguridad nacional de EE.UU., Brent Scowcroft: «Estamos desarmando a la Unión Soviética más rápido que ustedes».
En 1990, Pepsi, ante una casi disuelta Unión Soviética, firmó un acuerdo solo con beneficios para ella. Recibió 10 petroleros y cargueros soviéticos que valían 3.000 millones de dólares y a cambió entregó el concentrado de Pepsi para su fabricación, por un valor de 300 millones de dólares.
¿Qué hizo Pepsi con los cargueros y los petroleros? Algunos los alquiló y otros los vendió a una empresa noruega.
Hoy, siglo XXI, Pepsi sigue siendo una de las marcas más amadas por los rusos que sólo añoran algo: aquellas botellas de vidrio que contenían el líquido y le daban un sabor único.
Hoy la bebida cola viene en envase plástico y no es lo mismo.
Por aquella bebida histórica, la Unión Soviética, por un tiempo, convirtió a Pepsi en la sexta flota del mundo.
Locuras de tiempos idos.