Nahir Galarza y otra acción indignante: venden en Mercado Libre su «confesión» de puño y letra

Cuánto piden por el «diario íntimo» de la asesina. A dos años del homicidio de Fernando Pastorizzo, un usuario anónimo puso a la venta un presunto manuscrito de Nahir Galarza en el que confesó de…

lunes 24/02/2020 - 17:36
Compartí esta noticia

Cuánto piden por el «diario íntimo» de la asesina.

A dos años del homicidio de Fernando Pastorizzo, un usuario anónimo puso a la venta un presunto manuscrito de Nahir Galarza en el que confesó de puño y letra el asesinato del joven de 19 años por el que fue condenada a cadena perpetua. Se trata del  mismo documento que Jorge Zonzini, en su momento el ‘representante artístico’ de la confesa asesina, difundió como parte del «diario íntimo» de la por entonces imputada.

El documento consta de cuatro páginas y fue escrito por Galarza. Por el mismo, se piden 200 mil pesos, aunque con Mercado Pago se puede efectuar hasta en doce cuotas sin interés. «Manuscrito original de puño y letra de Nahir Galarza», se jacta el vendedor quien, al momento, no recibió ni una sola consulta por el artículo.

Eran las once y media de la noche del jueves 28 de diciembre del 2017. Hacía calor. Fernando Pastorizzo estaba en su casa, no tenía planes. Llevaba cuatro días sin tener noticias de Nahir Galarza, la “gurisa” con la que había mantenido una relación de “ideas y vueltas” durante los últimos cinco años. Pero el final, tan esperado por sus amigos, ya había llegado. “Me la saqué de encima”, les repetía Nando. La relación de tinte enfermizo había alcanzado su punto máximo en la madrugada de Navidad.

Esa noche, según les contó Fernando a sus amigos en un bestial audio, Nahir y una amiga lo habían golpeado en el local que se encuentra ubicado al lado de la casa de los Galarza y que, día a día, atiende la abuela de la asesina. “Recién logré salir de su casa. Es una hija de re mil puta, me viene a meter en su casa para cagarme a trompadas. Nunca le pegué a nadie, qué me viene a pegar así. Se me parte la cabeza mal, boludo. Me azotaron la cabeza contra la pared como 45 mil millones de veces”.

El relato de Fernando, inmortalizado en un audio de WhatsApp que envió al grupo que tenía con sus amigos pasadas las 8 y media de la mañana, fue una de las pruebas presentadas en el juicio que tuvo a Nahir como única imputada por el homicidio. Después del violento episodio, Nando -como le decían sus amigos- fue categórico y determinante: no había vuelta atrás. Se lo había dejado claro en el último mensaje que le mandó un día antes del crimen: «Ni aunque me paguen un millón de dólares volvería a querer saber algo de vos. Feliz día de los inocentes y que sea la última vez que me maltrates como lo hiciste. Quiero dejarte claro que no quiero que te metas más conmigo. Sabés, pero por favor. Yo no te jodo. Nada más».

El disparador, según los amigos de Nando, fue uno solo. «Nahir no lo sabía, pero Fernando tenía planeado irse a estudiar con un amigo a Paraná. Estaban buscando el departamento y tenían pensado irse a finales de febrero», reconocieron a BigBang. El cortante mensaje que le envió Fernando se tornó realidad cuando la confesa asesina comprendió que los planes de Pastorizzo eran croncretos: dejaría Gualeguaychú y se alejaría definitivamente. «Fue la primera vez que sintió que se terminaba en serio la relación y que no iban a volver más», refuerzan.

Un día después de recibir el último mensaje de Fernando, algo sucedió. En la noche del jueves 28 Nahir, desde su casa, decide desbloquearlo del WhatsApp y lo llama. Fernando atiende, no escuchaba lo que su ex novia le decía. Ella, del otro lado, intentó comunicarse tres veces más: no hubo forma. Así que fue hasta el casino de Gualeguaychú, ubicado a dos cuadras de su casa, se pidió un remís y partió rumbo a lo de Fernando.  Lo que sucedió desde entonces es una reconstrucción parcial. Sólo se sabe lo que declaró Nahir, quien en los primeros 20 días de la investigación cambió su relato en tres oportunidades. Todo, claro, para buscar un atenuante a su imputación: homicidio doblemente agravado por el uso de arma de fuego y el vínculo.

Nahir llegó a la casa de Fernando. Le reclamaba que le devolviera el cargador de su teléfono iPhone. Según la confesa asesina, él intentó que ella entrara a su casa y ella se negó. “Me quedé en la vereda por miedo a que me forzara a entrar a su casa. Después de unos minutos salió gritando, preguntando por qué no le atendía el teléfono. Le dije que se calmara, que lo había dejado en mi casa”.

egún la asesina, Fernando quería llevarla de nuevo a su casa en moto. “Estaba muy enojado y, para no complicar las cosas, le dije que estaba bien. Hice lo que él quería para que se calmara”, reconstruyó Nahir. Ya era la una de la mañana y se dirigieron de nuevo hasta la casa de los Galarza. “Ya estaba tranquilo y me pidió si podía entrar a mi casa porque quería hablar bien conmigo. Como lo noté más calmado, lo dejé entrar un rato. Entró la moto al negocio de mi casa y subimos”, prosigue el  testimonio de la asesina, condenada en junio a cadena perpetua por el homicidio.

En este momento del relato se produjo una de las contradicciones más fuertes de Nahir durante el juicio. En su declaración anterior, había dicho que fue ella quien tomó el arma que se encontraba arriba de la heladera de la cocina. Ahora, luego de reunirse con su nuevo grupo de abogados, la historia era otra.

“Agarró el arma de mi papá y me empezó a joder, a moverlo por todos lados. ‘Mirá qué fierro el de tu viejo’, me dijo y me enojé. Le empecé a decir que era un pelotudo y me fui a mi habitación. Él me siguió, pero antes volvió a dejar el arma”.

Nahir y Fernando se encontraban ahora en el dormitorio de ella, ubicado en el primer piso y junto al de sus padres. La habitación, de aproximadamente tres por tres, está pintada de rosa. Junto a la ventana, que da a la calle, está el sommier de dos plazas. Junto a él, una guitarra; próxima a un escritorio, acompañado por una silla tapizada en animal print. Esa noche, pese a que según la asesina su víctima le gritó y la golpeó, nadie escuchó nada. En la casa se encontraban Marcelo Galarza, su mujer, Yamina Khor; y el hermano menor de Nahir. En efecto, la planimetría ordenada por el fiscal fue concluyente: de haber existido gritos, fue imposible que nadie los advirtiera; ni siquiera los vecinos.

Dentro de la habitación, los jóvenes tuvieron sexo consentido. Pero, después del encuentro íntimo, Fernando comenzó a reprocharle a Nahir, siempre según su versión de los hechos, que había estado con “otros”. En efecto, la pelea de Navidad se disparó porque la rubia se había mostrado a los besos en el boliche Bikini con Rafael D.S; un joven de 19 años que estudia Profesorado de Educación Física en la Universidad Autónoma de Entre Ríos.

En su primera declaración, la que realizó a las 10.10 de la mañana del 29 de diciembre, Nahir contó otra cosa. En un intento por no desviar la investigación, la asesina reconoció que Fernando había estado en su casa, pero insistió en que se había ido pasadas las dos de la mañana. Y que, desde entonces, no supo más nada de él. Faltaban otras diez horas más para que se quebrara y acudiera a la fiscalía con el arma homicida. “Basta, fui yo. Lo maté yo”, confesó.

En su tercera declaración, la historia es otra. Según Nahir, fue obligada a abandonar su casa a punta de pistola. Se subió a la moto de Fernando con rumbo incierto. La pelea seguía. Eran casi las cinco de la mañana y el joven que en sólo cinco días iba a cumplir 21 años emprendió sin saberlo su último viaje.

BigBang realizó el mismo recorrido que consta en el expediente, acorde, siempre, a la declaración de Galarza. Fueron siete minutos en los que realizaron 31 cuadras. Pocos metros después de pasar el centro de la ciudad, la asesina asegura que le pidió que la dejara en lo de su abuela. “Él sabía donde quedaba. Agarró para el barrio y empezó a acelerar un montón, como un loco. Era una calle cortada y empece a gritar”.

Según los peritajes realizados en la escena del crimen, la moto de Fernando se encontraba “casi apagada” al momento del primer disparo. No se encontraron huellas de aceleradas, ni nada que pudiera indicar un manejo brusco. Sin embargo, según Nahir, al doblar en la cuadra de la casa de su abuela el joven perdió el control de su vehículo y eso fue lo que hizo que el arma “se disparara” sola. “Iba tan rápido que cuando dobló perdió el control de la moto. En ese momento me agarré de él. Él agarró la moto con las dos manos. Casi nos caímos. Es ahí cuando le saqué la pistola. Ni siquiera miré cómo la agarré. En ese momento frenó de golpe y sentí la primera explosión”.

La explosión era un balazo de una nueve milímetros. Un disparo a quemarropa, según precisaron los peritos balísticos, que le quitó la vida en el acto. La bala atravesó los pulmones de Fernando y salió por su abdomen. Ambos cayeron hacia la derecha. Nando acababa de ser asesinado a sangre fría por su novia. Los peritos determinaron que el segundo disparo fue realizado a sólo 50 centímetros de distancia. Fue directo al corazón. Una siniestra elección; casi como si el inconsciente de Nahir le estuviera diciendo a su ex novio: “Si tu corazón no es mío, no va a ser de nadie más”.

Pero el recuerdo que tiene Nahir es otro. Asesorada por sus abogados, Nahir cambió el lenguaje policial. Mientras que en su confesión reconoció con extrema frialdad que le había “disparado dos balazos” a Fernando, ahora hablaba de “explosiones”. “No entendía nada, empecé a temblar. Me quedé como sorda, como boba. Fue todo muy rápido. Me agaché para mirarlo y ahí es en donde sale la segunda explosión que me sorprendió. Ahí reaccioné y tiré el arma al piso”. A pocos metros, un remisero fue testigo accidental del crimen. Eran las cinco y media de la mañana. Entre las sombras, divisó a un joven que yacía en el piso y a otra persona ubicada a pocos centímetros. Era Nahir, que en ese momento sólo podía pensar en una cosa: el arma homicida era la de su padre.

“Lo primero que se me cruzó por la mente es que era el arma de mi papá y que le iban a echar la culpa a él. Entonces agarré el arma y me fui a mi casa caminando”. No le importaba si Fernando tenía una mínima chance de sobrevivir. Agarró el arma, la puso en el bolsillo de su short de jean y caminó hasta su casa.

Galarza fue condenada a cadena perpetua en junio por el homicidio de Fernando. El Tribunal no sólo desacreditó la hipótesis de la violencia de género que intentó instalar la defensa de la asesina, sino que además dio por comprobado el vínculo. La joven de ahora 20 años cumple su pena en el penal de mujeres de Gualeguaychú.

Compartí esta noticia