Un balance de lo que va del año acerca de la desregulación del precio de los combustibles que ata su suerte al dólar daría que, mientras el crudo cotiza apenas 3 centavos más que en enero y el peso argentino se devaluó 95%, las naftas subieron promedio 72% y el gasoil 102%, a pesar de lo cual se afirma en el sector faltaría recuperar 9% neto de atraso. Suena a mala noticia para el ya híperrecalentado índice de precios al consumidor, debido a que en la medición general incide en un 1 punto por cada 5 que aumenta por la repercusión en el transporte particular y público de pasajeros y en la logística.
En los costos agropecuarios es el insumo que más pesa. No sólo las petroleras están pendientes del indexador ahora dolarizado y tocaron el marcador de los surtidores 14 veces en 10 meses, sino que hay dos socios silenciosos que esperan su ración tributaria y no quieren saber nada de que se pare esta rueda continua: la Tesorería de la Nación y las arcas de las provincias productoras, según reveló el hasta hace poco subsecretario de Hidrocarburos José Sureda. Uno de los motores más potentes de la inflación tiene así larga vida asegurada, por más que ya haya llegado a valer lo mismo que la media de 43 países que integran un índice global.
En esta última oportunidad quedó demostrado que ni las leyes del mercado ni la fórmula binómica que conjuga dólar y crudo funcionan para la determinación del precio doméstico de los combustibles: pese a que bajaron ambas referencias siguió subiendo, y cuando la respuesta en los surtidores (la demanda) fue consumir menos, la oferta viró hacia el exterior y decidió que lo que no venda acá lo exportará.
La regla de juego en la que se basó la liberalización del precio de los combustibles, en el sentido de que los ajustes seguirían la evolución del tipo de cambio y del crudo internacional, funciona mientras la combinación da hacia arriba.
No es la primera vez, ni achacable sólo al macrismo: el kirchnerismo también había acordado con las petroleras reconocerles un sobreprecio de US$ 70 por el barril criollo, cuando el crudo estaba debajo de los 40 a nivel internacional.
A comienzos de año, con la cotización del barril Blent en ascenso, el mercado local ha sido desregulado y sujeto a esos vientos.
Y así llega septiembre. Con el dólar cerca de los $ 40 y el petróleo en torno de los u$s 70 por barril, las naftas son subidas más de 10% en promedio, con lo que el incremento acumulado fue de 62% para las súper y 66% para las premium.
Pero resulta que en octubre, cuando el vector de esa fórmula se inclina hacia abajo al perder el dólar un 6,43% (hasta $36,68) y el petróleo un 10% (a u$s 63,69 el barril), las correcciones igual se hacen en alza, desde el 2,5% que subió YPF.
Sumados los 14 incrementos que hubo en el año, la mejora en las naftas lleva un 72% promedio, contra el dólar que ganó 95% tras arrancar a $18,76 y el petróleo, con altas y bajas, operando al momento de tomarse las últimas decisiones sólo 3 centavos de dólar por encima de enero.
La perspectiva es que, sin que cuente lo que deparen las variables externas, «todavía queda un atraso de un 9%», según el presidente de la Federación de Expendedores de Combustibles y Afines (FECAC), Gabriel Bornoroni.
Sin embargo, según el Global Petrol Prices (Precio Global del Petróleo), que recoge los valores de 43 países, el costo de los combustibles en nuestro país está ya cerca al promedio mundial: la nafta sin plomo cotiza a u$s 1,17 el litro y el diésel más económico a u$s 1,09, mientras en la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Rosario la Súper de YPF llegó al equivalente a u$s 1,10 por litro y el gasoil grado 2 a u$s 0,95.
El ex subsecretario de Hidrocarburos durante la gestión ministerial de Juan José Aranguren, José Sureda, explicó a surtidores.com.ar que, más allá de los números que se hagan, se reconocen al menos 3 partes interesadas en que no bajen los valores al público: las provincias productoras, el Estado Nacional (porque los impuestos también están dolarizados) y las petroleras.
Por el lado de la demanda empiezan a aparecer focos de resistencia. Desde Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) se señaló que, a partir del nuevo aumento en el precio del gasoil, las producciones regionales tendrán que hacer un esfuerzo extra cercano a los $4.000 millones para la presente campaña., ya que el alza del combustible respecto de 2017 es del 102%.
Los sectores más perjudicados que indica son los relacionados con las producciones vitivinícolas, arroceras, olivo, y lecheras, altamente dependientes del gasoil –según publica Urgente 24-.
El economista de CRA, Matías Lestani, dijo a BAE Negocios que “el cuadro es bipolar, baja el dólar y el precio del barril, pero vemos subir el precio del combustible, casi como el reino del revés”, sostuvo, y advirtió “que aún faltan subas de entre el 15% y 20% en los surtidores”.
En el caso de los granos no repercutió tanto por la mejora que vienen teniendo sus precios de la mano del dólar, aunque se dé en plena cosecha de trigo y siembra de maíz y soja.
El insumo del agro que más subió
De todos modos, la medida de desregulación del mercado de combustibles ha determinado aumentos consecutivos en este insumo esencial de la producción agropecuaria, y lo convirtió, por lejos, en el que más subió en la comparativa interanual, haciendo sentir su peso específico dentro de los costos y en el bolsillo del productor, según la entidad.
El consumidor también reaccionó frente a los incrementos, primero pasándose de las naftas Premium a la súper y luego directamente restringiendo las cargas.
La menor actividad en las estaciones de servicio provocó, casi simultáneamente, que empezaran las reducciones de personal, según denunció el gremio, pero a las petroleras no se les movió un pelo por la caída en los despachos internos.
Al respecto Sureda explicó que en este escenario “la posibilidad de exportar excedentes hoy parece ser viable”, y de este modo compensar la retracción del mercado doméstico.
En diálogo con surtidores.com.ar, el ex funcionario pronosticó que seguirá cayendo el consumo en los próximos 6 meses, pero no solo por un eventual aumento de precios, sino fundamentalmente por la recesión.
“Tal vez, la proximidad del verano hace que las petroleras quieran llegar `bien paradas´ a esta instancia, dado que habría un repunte estacional, a partir de un nivel deprimido”, expresó.
Aun así desestima todo tipo de intervención regulatoria. “El Estado, y no por voluntad del actual gobierno, decidió conformar un oligopolio fuertemente concentrado cuando compró el 51% de YPF, transformándose así en juez y parte”, afirmó.
Y agregó: “También por razones que en su momento pudieron ser válidas, el Estado patrocinó la cartelización del sector upstream y downstream como un conjunto. En su momento hubo consenso jurídico de que esto no violaba la Ley”, recordó Sureda.