Nadie gana nada con la provincia en un caos

Por miopía política o quizás por una mezquindad patológica, existen quienes ven en la situación límite que vive la provincia una oportunidad. No se entiende bien cuál, pero así lo estarían considerando. Según publica diario…

miércoles 06/06/2018 - 9:10
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Por miopía política o quizás por una mezquindad patológica, existen quienes ven en la situación límite que vive la provincia una oportunidad. No se entiende bien cuál, pero así lo estarían considerando.

Según publica diario El Chubut, no hay inocencia en apariciones y discursos con maquillaje combativo frente a los grupos sedientos de respuestas a una serie de complejas situaciones laborales. También son evidentes las ausencias de quienes deberían hacer su experimentado aporte para acercar a los que hasta ahora sólo han tenido un diálogo de sordos.

Y también está el Gobierno, o al menos los que -de manera infructuosa hasta el momento- ensayaron algún acercamiento para atender con madurez los reclamos genuinos y encauzarlos a una solución, al menos transitoria, en una etapa de crisis que va mucho más allá de lo económico. En esa posición se podría ubicar a los ministros Marcial Paz (Coordinación) y Federico Massoni (Gobierno), y al propio gobernador Mariano Arcioni, claro está. Pero a la vista (o debería decirse en realidad sin verse) está el papel que vienen cumpliendo de un tiempo a esta parte algunos integrantes del Gabinete: ausentes, abocados quién sabe a qué y en algunos casos temerosos de asomar la cabeza luego de aparecer en la lista de los sobresueldos que meticulosamente habría detallado el ex secretario de la Privada de la Gobernación, Diego Luters.

Un rol diferente al resto cumple el equipo económico, con Alejandro Garzonio y Luis Tarrío a la cabeza. Su tarea parece reducirse a buscar plata por los rincones más recónditos y con un denodado interés en la ingeniería de un fideicomiso con aportes millonarios empresariales que permitan atender las famélicas arcas provinciales. Quizás tengan la misma energía puesta en presentarle al Gobernador alternativas reales, de cumplimiento efectivo e inmediato, que le permitan sentarse a una mesa de diálogo sincero con los estatales y llevar una propuesta al menos ejecutable para lo que resta del año en curso.

A esta altura parece herido de muerte el sentido común, aquél que nos dice que nadie puede beneficiarse del fracaso de la provincia. No de un Gobierno, de la Provincia. Los trabajadores quieren cobrar en tiempo y forma sin obviar que dilatar una discusión salarial implica seguir depreciando sus sueldos, pero para que eso ocurra deben tener un Ejecutivo con el cual negociar soluciones posibles. Mientras tanto hay sectores políticos que buscan sacar tajada del enojo, pero no terminan de advertir que si prenden la mecha no quedará nada para sacar de favorable. Nada para nadie.

Y así como se puede ser culpable por acción, también les cabe responsabilidad a otros por omisión. No pueden hacerse los desentendidos los que tienen algún acceso más rápido a los despachos nacionales, donde deberían estar desde hora temprana y cada día gestionando y exigiendo si fuera necesario, respuestas para su provincia, la misma que hasta aspiran a gobernar a partir del año que viene. Deben comprender que aquí no se trata de la salud de un Gobierno de determinado color político, sino de la vida misma de los chubutenses a los que dicen representar.

También es cierto que no se pasó de la foto en aquellas reuniones de diálogo político convocadas por el Gobernador. Pero no por eso hay que salir de escena, aunque al reparto no le gusten los actores principales. Intendentes, diputados provinciales -sobre todo los del bloque que alguna vez fue oficialista- deberían, de ser necesario, obligar al Gobierno para que los incluya en una alianza en busca de acuerdos, consensos reales para encauzar el camino. Todos en algún momento quisieron ser parte de las soluciones de los chubutenses, como gustaban decir en campaña. Y si decidieron renunciar a dar con esas soluciones, entonces también deberían renunciar a sus bancas o a las intendencias y sus sueldos, porque ya no estarían cumpliendo su contrato con la sociedad. Esa misma sociedad que requiere de la grandeza de todos y cada uno, también de la dirigencia sindical, que hoy se muestra desbordada y hasta ha perdido representación.

Es cierto que a la oposición no se le puede pedir que ahora asuma un rol para el que no fue elegida. Pero entre ellos también hay quienes creen ver una oportunidad en el fracaso general. Si juegan con fuego, también saldrán quemados.

A esta altura parece herido de muerte el sentido común, aquél que nos dice que nadie puede beneficiarse del fracaso de la provincia.

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