La pandemia exacerbó el discurso conservador de protección de intereses de grupos privilegiados: Atemorizan con la hiperinflación, confunden sobre la emisión monetaria, amenazan con el default abierto, advierten sobre el riesgo de un impuesto a los superricos, fomentan corridas cambiarias y presionan por la flexibilización de la cuarentena. Los economistaurus no se han extinguido.
El análisis hegemónico en el espacio público acerca de la oferta argentina para salir del default virtual que dejó el gobierno de Mauricio Macri es dominado por lobistas de acreedores.
El comportamiento antipyme de la mayoría de los bancos nacionales privados y extranjeros es casi ignorado al momento de evaluar la profundidad de la crisis económica, publica hoy el diario Página/12.
La propagación del miedo por la emisión monetaria adelantando un desborde de precios o hiperinflación tiene como responsable a un elenco de economistas ultraortodoxos con una desproporcionada presencia en los medios en relación a su representatividad.
El proyecto de impuesto a las grandes fortunas ha encolumnado a economistas del establishment con la mayoría de los medios de comunicación para batallar en contra.
Los bancos siguen haciendo de las suyas alimentando una corrida cambiaria en medio de la pandemia y se hacen los distraídos cuando las autoridades de control intervienen en el mercado.
La insistencia acerca del costo económico de la cuarentena para presionar por la flexibilización, planteando el falso dilema Salud o Economía, es liderada por voceros, voluntarios o involuntarios, del poder económico.
La pandemia del coronavirus no ha modificado en nada, por el contrario ha exacerbado, la presencia del discurso económico conservador protector de intereses de grupos privilegiados.
Los economistaurus que circulan en el país, cuyo hábitat principal son los medios de comunicación y las grandes empresas y bancos, son la única especie de la prehistoria que sobrevivió al meteorito de extinción.
Emisión
La obsesión acerca de la emisión monetaria es patológica en el debate económico local. Es un virus muy tóxico que ha contagiado el escenario político, económico y social.
En otras circunstancias era una controversia que, si bien ya fue saldada en gran parte de las economías menos en la argentina conservadora, era la expresión de una disputa política acerca de la capacidad de intervención del Estado.
Ahora, en la pandemia que generó una crisis global con caída vertical de la oferta y la demanda, plantear el riesgo de la emisión monetaria es ridículo en términos teóricos y prácticos, además de cruel para la mayoría de la sociedad.
A la habitual soberbia de la ignorancia se le suma el impactante desprecio por los sectores más vulnerables que sufrirían aún más si se limitara la expansión monetaria.
No se puede negar que son coherentes. Son los mismos que resisten la prolongación de la cuarentena porque hay que salvar la economía no importa la cantidad de trabajadores muertos que pueda haber por los contagios.
Son los mismos que señalan que los hospitales no están desbordados y que por eso no se entiende por qué hay que continuar con el aislamiento social preventivo y obligatorio.
La carencia de secuencia lógica en este último razonamiento (no están desbordados precisamente por el éxito relativo del aislamiento) es la misma que tienen en el oscurantismo en materia económico que expresan con los siguientes postulados:
* En un escenario de expansión de la actividad no se puede emitir porque genera inflación.
* En un cuadro de recesión no se puede emitir porque genera inflación.
* Y en una pandemia con destrucción de la economía tampoco se puede emitir porque genera inflación.
Serían sólo definiciones patéticas pero el problema es que esos postulados absurdos son repetidos e incluso levantados como dogmas por grupos sociales y políticos con elevada capacidad de influencia en la opinión pública.
Método
Los economistaurus serían una pieza de museo pero el problema es que son dominantes en el debate económico local, hasta infectar al mundo empresario pyme, dirigentes sindicales y hasta funcionarios.
Distorsionan la comprensión del funcionamiento básico de la economía y acomodan argumentos para que la realidad no incomode su dogmatismo.
El dato de inflación de abril es contundente para descolocarlos. El IPC Online Bahía Blanca, indicador que en los últimos años ha mantenido una correlación muy estrecha con el IPC-Indec, arrojó una variación mínima: 0,64 por ciento.
Ese movimiento promedio de los precios fue en el mes de la supuesta expansión monetaria peligrosa.
El usuario de la red social Twitter @PatricioGomezok hizo una descripción oportuna, en referencia a la situación de las cárceles y los presos pero que encaja perfecta para la secta de economistas: «Es un método. Toman un dato. Lo recortan. Lo sacan de contexto. Lo falsean. Lo tergiversan. Lo ubican en un universo que indigne. Difaman a alguien y lo acusan de eso. Cuando los refutan, toman otro dato aislado y recomienzan. #LosMentirosos están en campaña permanente».
En definitiva, los economistaurus tienen la misma rigurosidad científica y causan el mismo daño que los fundamentalistas antivacunas.
Audaz
Para evitar que el colapso de la economía no se convierta en una tragedia social la emisión de dinero es la principal y más efectiva medida de política económica. La llevan a la práctica las bancas centrales de países desarrollados (Estados Unidos y la Unión Europea), como también de los emergentes. Hasta el FMI promueve con énfasis de que haya una muy fuerte emisión monetaria.
Jorge Carrera, vicepresidente 2° del Banco Central, indicó que analistas dicen que la base monetaria tuvo «un aumento enorme, fenomenal, desmesurado». Pero, en realidad, al 23 de abril pasado, había crecido 8,3 por ciento en lo que va del año y 40 por ciento en un año calendario. O sea, por debajo de la inflación. Esto significa que la base monetaria disminuyó en términos reales.
Esto implica que el Banco Central debería ser todavía más audaz en la expansión monetaria para evitar un colapso mayor de la economía. Ahora bien, esa emisión debe ser orientada y dirigida por la entidad monetaria; no debe quedar a voluntad de la banca.
Algunos economistas no son tan delirantes y piensan que es necesario garantizar la existencia de cierta masa de circulante, pero patinan cuando dicen que no sean pesos sino que la emisión sea de cuasimonedas.
Coronamoneda
El economista Carlos Melconian propuso crear la «coronamoneda», como instrumento monetario alternativo al peso, para no inundar de moneda nacional el mercado.
Aconseja que sea un bono y que actúe como un medio de pago del sector privado para atender salarios e impuestos.
El saldo de una medida monetaria de ese tipo sería una caída del poder de compra de los ingresos de los trabajadores, puesto que la cuasimoneda sería aceptada en los comercios por debajo de su paridad plena, como sucedió en la experiencia anterior a comienzos de este siglo.
Por su parte, el fisco perdería financiamiento propio cobrando impuestos de esa forma.
La «coronamoneda» será un beneficio para el mundo empresario que comprará esos papeles bajo la par para pagar impuestos que la AFIP lo tomaría al ciento por ciento.
Las cuasimonedas sirvieron en el 2001-2002 porque la convertibilidad implicaba una tipo de cambio fijo inamovible y, a la vez, limitaba la expansión monetaria a la cantidad de reservas en el Banco Central. Hoy el cuadro económico es muy diferente.
No son necesarias las cuasimonedas; lo que se requiere es emisión monetaria orientada por el Banco Central y entregada con condicionamientos y objetivos predeterminados a la banca privada nacional y extranjera.
Dólar
El gobierno de Macri dejó una economía desmonetizada en pesos. La dolarización en esos cuatro años fue impresionante con inflación altísima y restricción monetaria (emisión cero en acuerdo con el FMI).
Existe margen para monetizar la economía. Batallar contra la emisión encierra, en concreto, una definición política: limitar la intervención del Estado en la crisis y restringir entonces la asistencia a los sectores sociales vulnerables.
El consenso de analistas y profesionales de la confusión fue que la emisión monetaria provocó el salto de la cotización del dólar blue y del dólar Bolsa (contado con liquidación y MEP).
No fue así.
La razón principal fue que el Banco Central expandió la cantidad de dinero pero se la entregó a la banca para que la prestara a las pymes. Como no lo hizo al principio y luego lo hizo en cámara lenta tuvo una impresionante disponibilidad de pesos para alimentar la corrida.
O sea, el alza del dólar no fue por simple emisión de dinero, sino que esa emisión fue entregada a la banca para que haga otra cosa de la que hizo. Era para prestar a las pymes; no para especular con el dólar fuga.
Las medidas restrictivas posteriores dispuestas por el Banco Central dejaron en evidencia esa deficiente gestión monetaria y cambiaria de las últimas semanas, que derivó en una brusca alza de diferentes tipos de cotizaciones de dólares que generaron una mayor incertidumbre en el escenario económico.
Precios
Las subas de esos dólares (blue, ccl y MEP) no impactan en la mayoría de los precios de bienes y servicios pese a la constante prédica en ese sentido.
Se conoce cómo es esa emboscada para justificar una megadevaluación.
A fines de 2015 la presentó el primer ministro de Economía del gobierno de Mauricio Macri. Alfonso Prat Gay adulteró el análisis del mercado cambiario diciendo que los precios de la economía tenían incorporados la cotización del dólar blue (en ese momento de 13 a 14 pesos) y no la del oficial (9,40 pesos).
Aplicó entonces una megadevaluación con la promesa de que no iba a ver aumentos de precios y el resultado fue previsible: hubo un shock inflacionario que provocó el primer gran golpe al ingreso real de trabajadores y jubilados durante el macrismo.
Ahora Domingo Cavallo comenzó la prédica para preparar una megadevaluación hablando de la brecha cambiaria. Se sabe cuáles son los resultados finales en la economía cuando se aplican las propuestas del ex titular del Banco Central durante la dictadura y dos veces ministro de Economía (en los gobiernos de Menem y de De la Rúa). La experiencia enseña que es mejor seguir otro camino al señalado por Cavallo.
Familia
El colapso de la economía por la pandemia coronavirus destruye uno de los grandes mitos del análisis vulgar: «La economía de un país tiene que administrarse como una economía familiar».
Es una de las distorsiones analíticas más arraigada en el saber popular gracias a que la reiteran hasta el cansancio políticos y economistas conservadores.
La frase dice que los Estados, como los hogares, deben vivir con sus propios recursos. Esta analogía resuena fuerte en el espacio público porque comprende el funcionamiento de las finanzas en las familias.
Quienes administran el presupuesto de un hogar saben que no pueden endeudarse en forma permanente. Pero los países emiten sus propias monedas, pueden gastar más de lo que recaudan y pueden endeudarse cuando lo hacen en forma consistente.
Las familias administran su presupuesto destinando dinero al consumo inmediato y, cuando pueden, ahorran para poder gastar más en el futuro. En cambio, los Estados pueden adquirir bienes y servicios con la moneda que ellos emiten.
Los Estados no se pueden quedar sin dinero porque lo emiten; las familias no emiten dinero. Es una diferencia sustancial para enfrentar el argumento de la austeridad.
El aumento del gasto público y la emisión monetaria con objetivos de expansión y en forma sustentable no provocan una crisis, sino que, por el contrario, la evitan, si la economía no utiliza en plenitud su capacidad productiva como en la actualidad.
Recaudación
La emisión monetaria es el camino adecuado para enfrentar el brusco freno de la actividad, buscando que no se quiebren la relación empresa-trabajador, prestamista-prestatario y la cadena de pagos entre proveedores, en el comercio y en la industria.
Esa política sirve para que el circuito económico, muy dañado por la cuarentena, siga funcionando y, a la vez, pueda pagar impuestos. Recaudación que sirve para continuar con el programa de salvataje global a la economía.
El papel de los impuestos en la vida económica es el reflujo de los gastos que hace el Estado. Los gastos del Estado son el flujo. O sea, la emisión no es sólo para entregar dinero a trabajadores formales e informales, grupos sociales vulnerables y empresas para pagar salarios y para su capital de trabajo, sino para que el Estado pueda también, con ese movimiento económico inducido, poder cobrar impuestos para seguir con su funcionamiento tradicional y el de emergencia.
La secuencia es importante para comprender la dinámica económica y alejarse de la confusión monetarista dominante: 1. emisión monetaria; 2. movimiento de la actividad; 3. el Estado cobra impuestos por ese flujo de actividad; 4. el Estado gasta el dinero que recauda y así se realimenta ese círculo virtuoso.
En cambio, limitar la emisión monetaria trabaría ese circuito y sólo tendría como resultado una caída aún mayor de la economía, con el consiguiente drama sociolaboral ampliado.
No existe mucho misterio en esta crisis. La emisión monetaria tiene que ser amplia y persistente para evitar daños aún mayores.
Antídoto
No existe una relación directa entre aumento de la base monetaria y el alza de precios, como quedó demostrado durante el desastre macrista.
No hay presión sobre los precios por el lado de los costos, puesto que las tarifas de servicios públicos están congeladas, los combustibles estables, el tipo de cambio oficial administrado y la discusión paritaria quedó postergada.
Por el lado de la demanda tampoco hay presiones por la incertidumbre que existe sobre la evolución de los ingresos e incluso con el pacto UIA-CGT que definió una reducción de un cuarto de los salarios de los trabajadores y trabajadoras suspendidas.
La brecha cambiaria es un factor de inestabilidad pero la cotización del dólar blue no es referencia para la fijación de los precios básicos de la economía.
En este escenario de crisis, atemorizar con el riesgo de una hiperinflación tiene el principal objetivo de disciplinar a trabajadores y de limitar la intervención del Estado en la economía.
El aislamiento social preventivo y obligatorio es, por ahora, el antídoto más efectivo contra el coronavirus. Esa batalla tiene que venir acompañada de convicción política y audacia en la gestión económica para neutralizar la influencia tóxica de los economistaurus.