Un zurdazo cruzado abrió el triunfo sobre México y fue el octavo tanto del capitán en 21 partidos en mundiales, las mismas cifras que completó el campeón de México 1986
Un resoplo tras el final del himno argentino. Inquieto mientras sonó el de México. Serio, demasiado serio. Como enjaulado. En su mundo, siempre está en ese universo que sólo él conoce y al que para el resto de los mortales no hay forma de ingresar. Desconectado, fastidiado, sin encontrar el lugar exacto. Midiendo, calculando, esperando el momento. La ebullición de genialidad en el punto exacto. Y él, el futbolista menos lógico del planeta, el menos terrestre de los humanos, descifró el jeroglífico en cuestión y sacudió entre el pánico a sus compañeros. Lionel Messi. Sólo él es capaz de semejante cosa. Porque era irrespirable el aire en Lusail y su botín zurdo le ofreció a la selección de la argentina la bocanada de aire que necesitaba para no sentirse tan asfixiada frente a México en el Mundial Qatar 2022.
Pulveriza cualquier análisis; el peso de su rapto de genialidad lo hace. Sus números dominan la escena, es cierto, pero es mucho más valioso que esta versión de Messi les permita a sus compañeros sentir que esta excursión por Qatar no es una pesadilla. Aseguran los hinchas que Diego Maradona lo mira desde el cielo y que vibra por él, y el rosarino se anota con un bombazo cruzado al palo izquierdo del arco de Guillermo Ochoa. Un remate que ubica a Leo al lado del eterno 10, con 8 goles en 21 partidos en mundiales. Las mismas cifras para los dos.
No se trata de creer que lo que propuso Messi durante todo el juego fue la salvación de la selección argentina; muy lejos de eso estuvo la producción del capitán. Le llevó un buen tiempo leer que debía acercarse a la mitad de la cancha para darle juego al equipo, y cuando lo hizo le permitió al seleccionado salir del agobio mexicano. Y quizá sea este el Messi de 35 años y cuentagotas que deben considerar sus compañeros, que por momentos parecen obsesionados con él, como si todo tuviese que ser reinado por sus pies.
Se preguntaban los hinchas mexicanos dónde estaba Messi y se burlaban de ese capitán argentino que se rascaba la cabeza y miraba hacia las tribunas como preguntándose por qué todo debía ser tan traumático. Y él se encargó de dar el presente en el momento más indicado, cuando Doha se preguntaba de verdad si el astro estaba “ausente”. Y si alguien creía que sólo se trataría de Cristiano Ronaldo, Messi dejó en claro que él completa todos los formularios: igualó al portugués en tantos conseguidos por la Copa del Mundo.
Para dimensionar lo de Messi cabe ver el final del partido, cuando todos sus compañeros fueron a abrazarlo, lo dejaron en el medio de una montaña de afecto. Más allá de la devoción por su capitán, del respeto supremo que le profesan, todos leyeron que desde su zurda el 10 espantó los fantasmas que instaló en sus mentes la derrota contra Arabia Saudita.
Se le llenó de gol el alma a Leo cuando rompió este partido a partir de desatar lo imposible. Si bien tiene curtido el lomo de tantas batallas, para él esta Copa del Mundo es una suerte de ceremonia permanente de despedida. Entonces, una eliminación prematura sería un mazazo imposible de soportar, que ni una Copa América iba a compensar. Hoy, su gol vale más que los otros 92 que acumula vestido de celeste y blanco en 167 partidos. El zurdazo que surcó el suelo de Lusail fue más que la confirmación que es el máximo goleador de la historia de la selección argentina. La bomba que fue a dormir junto a un poste generó el desahogo más profundo para su autoestima.
las lágrimas de Pablo Aimar, después de la belleza que desprendió el botín izquierdo del rosarino, fueron una muestra clara de la mochila gigante que cargaba este cuerpo técnico, de lo que podía pasar si esta historia se hubiera acabado esta noche en Lusail. No parecía haber proyecto que pudiera resistir una despedida prematura de esta cita. Con esa conquista del zurdo, Scaloni se permitió mover fichas y lo que conformó con Enzo Fernández y Exequiel Palacios produjo lo mejor de la Argentina hasta ahora en esta aventura en Qatar. Y entonces Fernández se sintió aun más confiado para sacar un derechazo cruzado y colgar en una pared el segundo gol de la selección como una obra de arte.
Entonces sí, Lionel Messi se permitió reír, se quitó la mufa, se sacó la bronca de lo que había pasado en el debut en lo que se considera “su” Copa. Cantó con la gente cuando terminó el partido, se abrazó nuevamente con cada uno de sus compañeros. El capitán había dicho que ahora se permitía disfrutar de jugar, y en especial, en la selección argentina. Le costó un poco, pero él se propuso torcer el rumbo, aun con un físico maltratado por la edad, con los gemelos algo castigados, con el alma bastante golpeada… Pero es Messi, el menos humano de los humanos. Y entonces, todo puede suceder.