El Presidente participó ayer de un seminario de la CELAC con exmandatarios de América Latina y España, mientras que el titular del Palacio de Hacienda cerró la conferencia anual del Consejo de las Américas junto a influyentes empresarios locales y el embajador de los Estados Unidos.
La dinámica de poder del Gobierno ayer alcanzó un nuevo status político con la agenda pública que protagonizaron Alberto Fernández y Sergio Massa: mientras el Presidente exigió a la noche que se terminen los bloqueos a Cuba y Venezuela -sin mencionar sus sistemáticas violaciones a los derechos humanos-, el ministro de Economía planteó durante la mañana una hoja de ruta vinculada al libre comercio y la democracia.
Alberto Fernández aparece al lado de figuras políticas de antaño -José Luis Rodríguez Zapatero, José “Pepe” Mujica y Ernesto Samper- y pronuncia discursos con su peculiar mirada sobre la guerra ilegal de Rusia contra Ucrania, el avance global de China y la estrategia de los Estados Unidos para enfrentar a los regímenes de La Habana y Caracas.
“Tenemos dos países bloqueados en el continente, algo imperdonable. Cuba desarrolla vacunas y no las puede comercializar. Y los venezolanos deben elegir libremente, en democracia”, dijo el jefe de Estado frente a los invitados que desbordaron el Salón Argentina del CCK, en obvia referencia a la decisión de la Casa Blanca de aplicar sanciones comerciales a las dictaduras de Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel.
Alberto Fernández también considera que Estados Unidos y la Unión Europea (UE) no deberían entregar armamento a Ucrania para combatir contra Rusia, y menos aún afectar su economía y sus finanzas para asfixiar su esfuerzo bélico. El jefe de Estado jamás criticó a Vladimir Putin por transformar a Europa en un campo de batalla.
Antes de participar en el cierre del seminario de la CELAC, Alberto Fernández invitó a almorzar a los exmandatarios José Luis Rodriguez Zapatero (España) José «Pepe» Mujica (Uruguay), Ernesto Samper (Colombia) y Vinicio Cerezo (Guatemala)
En las antípodas del discurso presidencial, Massa ejecutó una presentación económica y financiera que fue aplaudida -en primera fila- por Marc Stanley, embajador de Estados Unidos en la Argentina.
“La pandemia generó un proceso de cambio en las condiciones de comercio global pero además la guerra generó un cambio de precios relativos que está influyendo en la economía global”, opinó Massa ante empresarios, inversores y funcionarios que ocuparon el Salón Versalles del hotel Alvear.
El ministro de Economía describió un escenario global atravesado por los efectos tardíos del COVID-19 y el impacto actual de la invasión ilegal de Rusia a Ucrania, pero no se apalancó sobre un concepto binario teñido por la lógica de la Guerra Fría.
Al contrario, Massa apareció pragmático y muy cómodo avalando las sugerencias del embajador Stanley respecto a la política doméstica de la Argentina.
El titular del Palacio de Hacienda ocupa espacios de poder que antes pertenecían al Presidente. Alberto Fernández ya había participado en una edición del Consejo de las Americas (21 de julio de 2020), pero ayer optó por privilegiar su pertenencia a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Esa decisión política -que facilitan los movimientos públicos del ministro de Economía-encierran un dilema institucional que Alberto Fernández aún no sabe como resolver en medio de una crisis de mercado y el pesado silencio público de Cristina.
Massa llena los vacíos institucionales con una perspectiva ideológica que no cuadra con la mirada propia del Presidente. Entonces, Alberto Fernández aparece corrido del espacio público y a la vez condicionado por una matriz de pensamiento adverso a la hoja de ruta de la CELAC, que ayer lo cobijo en el CCK.
Sergio Massa durante su discurso en el Consejo de las América. (Adrián Escandar)
Las diferencias se van a agravar cuando Massa vuele a Estados Unidos y reitere su mirada sobre las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Alberto Fernández defiende a los regímenes que controlan Maduro y Díaz -Canel, y condena a la revolución totalitaria que maneja Daniel Ortega. Pero el Presidente rechaza -de plano- que Nicaragua sea suspendida de la CELAC.
Massa considera que Cuba, Venezuela y Nicaragua son dictaduras salvajes y que no tiene sentido perder tiempo con líderes populistas como Maduro, Díaz-Canel y Ortega. El ministro de Economía sostendrá en Washington y Houston que la clave es el libre comercio, que las dictaduras son la contracara de la democracia liberal y que el Estado no puede violar los derechos humanos.
Si las plegarias que se rezan en la Cancillería son escuchadas en el Ala Oeste de la Casa Blanca, Alberto Fernández se reunirá con Joseph Biden antes que concluya septiembre. El Presidente llegará cuando Massa haya explicado su mirada sobre la agenda global y esa explicación ideológica chocará de frente con las ideas que Alberto Fernández tiene sobre el actual tablero internacional.
Ese será un punto de inflexión.
El jefe de Estado puede desautorizar a su ministro de Economía y ratificar su alineamiento con la hoja de ruta de la CELAC, o ceder otra cuota (gigantesca) de espacio público y discurso propio frente al Presidente de los Estados Unidos.
Sólo Alberto Fernández tiene la respuesta a este inesperado dilema político.