La medición de abril, que se divulgará hoy, enfrentó al INDEC a un gran desafío por la cantidad de rubros cerrados por la pandemia. El organismo asegura que se guió por recomendaciones internacionales
La consulta telefónica, el correo electrónico y el relevamiento de precios on line fueron las principales herramientas utilizadas por el INDEC para llegar al cálculo definitivo del nivel de inflación de abril. Se trató claramente de una situación atípica: una gran cantidad de rubros que componen la canasta que utiliza el organismo para medir la variación de precios directamente no estuvieron disponibles. Pero además tampoco se pudo llevar adelante trabajo “de campo” para medir los precios en supermercados o almacenes de barrio, ya que quienes se encargan de esa tarea en el organismo tuvieron que cumplir con la cuarentena.
Todo esto lleva a que el dato de inflación del mes pasado -que hoy será divulgado oficialmente- deba ser tomado con “pinzas” y resultó además muy difícil de predecir para las consultoras privadas. El titular del organismo, Marco Lavagna, aseguró que se están siguiendo recomendaciones internacionales para realizar una estimación que sea lo más certera posible. Y en todo caso lo que no esté bien medido en abril o en mayo se corregirá más adelante, cuando la economía vuelva a funcionar a pleno.
Existe otro componente que también mete ruido en la medición: el congelamiento de precios. A la estabilidad de los valores en servicios públicos y naftas se suman otros rubros. Especialmente los 2.200 “precios máximos” en supermercados. Si bien las grandes superficies respetaron en líneas generales estos valores, hubo muchas denuncias por aumentos por encima de los valores fijados tanto en super como en mayoristas. No sólo eso. En los almacenes y autoservicios barriales (negocios de cercanía) fue mucho más complejo realmente controlar que se estuvieran cumpliendo con esos límites impuestos por el Gobierno.
La canasta de consumo que utiliza el INDEC para medir la variación de precios no tuvo en abril nada que ver con la realidad. Sin hoteles, restaurantes, pasajes o venta de indumentaria resulta muy difícil abrir un índice creíble. En mayo habría menos problemas por la apertura gradual de la actividad
Claro que como el INDEC se basó sobre todo en la publicación que los supermercados realizan en los portales, resulta mucho más difícil encontrar las “filtraciones” de precios de alimentos que superan los límites dispuestos oficialmente.
Como la canasta de productos que releva el INDEC para medir la inflación mensual es fija hubo serios problemas para determinar precios en rubros como esparcimiento o indumentaria.
Sin hoteles, peluquerías, pasajes aéreos o de micro, ni restaurantes –como sucedió en abril-, se complica aún más la tarea para el organismo de medición. “Si la cantidad de precios válidos es inferior a un 20% de la exigida por la variedad, estos precios son descartados, aplicándoles a todos los precios del mes anterior la variación promedio observada en los precios de las demás variedades del agrupamiento inmediato superior”, explicaron en el organismo.
En los almacenes y autoservicios barriales fue mucho más complejo controlar que se estuviera cumpliendo el congelamiento de precios dispuesto por el Gobierno.
En el caso específico por ejemplo de indumentaria y calzado, seguramente se tomarán en cuenta las semanas en las que fue habilitada la venta online, es decir recién en los últimos diez días de abril. Pero, de vuelta, se trata de una información muy sesgada, ya que en esos días las marcas publicaron fuertes descuentos para tratar de promover la venta.
Los congelamientos tarifarios por supuesto también ayudan a que el índice de inflación se ubique en niveles más bajos, respecto al 3,3% de marzo. Claro que en la medida que las facturas de luz, gas o transporte se mantengan inalteradas, mayor será la necesidad de parte del Gobierno de incrementar los subsidios y por ende habrá mayor presión sobre el gasto público y el déficit fiscal. Pero ésa es otra historia.
En relación al congelamiento de alimentos, ya comenzaron las advertencias de compañías alimenticias, como el caso de Molinos, sobre los problemas que están teniendo por los aumentos de costos que no pueden trasladar a precios finales. La compañía perdió más de $100 millones en el primer trimestre y este rojo seguramente se multiplicará en los próximos meses. El resto de las empresas del rubro atraviesan situaciones parecidas, más allá del aumento de ventas que se registró sobre todo a principios de la cuarentena. La presión para avanzar con una nueva lista de precios, que reconozca algún tipo de ajuste, seguramente se hará sentir a la hora de definir la continuidad del programa en junio.
Fuente: Infobae