La debacle económica, respuestas del Gobierno y los tribunales. Lavagna lanzado, encuentros, apoyos mediáticos. Gobernadores quejosos, Massa descolocado. Cristina volvió de Cuba, falacias desmentidas. Enfermedades y odios antiperonistas, un clásico. Algo sobre Río Negro tras el fallo de la Corte.
El decano de la facultad de Sociales de Estocolmo va al grano: “Aumenta el desempleo, se desmoronan el consumo y el PBI. La inflación, imparable. Cierran fábricas y locales todos los días. Hasta el dólar anclado se mueve… Barrunto que recrudecerán la actividad en Comodoro Py y la verborragia caliente de Macri. Al Gobierno no le queda otra”. Su discípulo, el politólogo sueco que hace tesis de postgrado sobre Argentina, detecta que el decano está enchufado. El hombre piensa venirse para acá, en parte a auditar el demorado trabajo del discípulo, en parte a ver la Copa América, el cierre de listas, las Primarias Abiertas (PASO) y las presidenciales. Un semestre de bifes gigantescos, paisajes únicos y clima gozoso… una pichincha merced a la depreciación del peso.
El presidente Mauricio Macri y la pata judicial de Cambiemos confirman las intuiciones del decano. El mandatario camina su marcha de la bronca: vitupera hasta a su padre recién fallecido. Los jueces y fiscales adictos se empeñan en “dar títulos” a los medios aunque el contexto se les puebla de espinas.
El endeudamiento pasa a ser una de las claves de la economía. El externo deja de ser asintomático para la gente común porque comprime el presupuesto para otras finalidades. Faltan remedios, infraestructura escolar, la obra pública refulge por su ausencia, los créditos de la banca oficial se tornaron exorbitantes. El Estado dinamizador de la economía se ausentó por tiempo indeterminado. Los inversores extranjeros se dedican a especular: la bicicleta financiera tiene por delante un año glorioso, el cuarto en la etapa macrista. En las semanas recientes los especuladores pueden haber acamalado ganancias faraónicas.
Las deudas privadas con los bancos, las tarjetas de crédito y otras formas de usura más rústicas (reservadas para sectores medios y bajos) invaden la cotidianeidad. El consumo de carne vacuna y el de leche bajan, marcando récords históricos. Faltan sachets de leche en las góndolas, para colmo. En su cruzada contra la Resolución 125 las patronales agropecuarias vaticinaban que escasearían los alimentos básicos. Acertaron, con una década larga de retardo en la que pasaron cosas. La más grave, el macrismo.
Lavagna rima con “campaña”
El ex ministro de Economía Roberto Lavagna prosigue su “instalación” como presidenciable. En 2007 le fue fatal. Ahora elige otro camino dentro de lo posible. Exhibe sus desempeños en gestión pública, afirma que no disputará PASO. Una postura de máxima, acaso para regatear y revisarla si lo imponen las circunstancias.
Los medios dominantes, Clarín especialmente, le conceden generoso despliegue. Cada una de sus reuniones es publicitada como si fuera un acto de masas. Se difunden encuestas inverosímiles (a casi todas les cabe ese rótulo, hoy en día) que le asignan una millonada de votos apenas se puso en carrera.
En la Casa Rosada rezongan pero contribuyen a visibilizar a Lavagna. Le destinan misiles verbales. Tal vez las intenciones del Gobierno y su aliado el Multimedios converjan. Agrandar los márgenes del “peronismo federal”, se supone, le resta votos a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner o al frente pluripartidista en ciernes. Clarín desparrama fichas en dos casilleros, por ahí más adelante elige a su favorito.
Autodefinido años ha como “un peronista paladar negro”, Lavagna exhibe su gestión durante las presidencias de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Es un galardón al que podría acumular su histórica inquina contra el sector financiero, su enfrentamiento temprano a la Convertibilidad, su industrialismo. En la largada, le conviene disimular su personalismo, el desdén por los sindicalistas, los radicales y un listado frondoso de protagonistas de la política.
Los gobernadores peronistas distan de formar un conjunto homogéneo. De cualquier modo, para la mayoría Lavagna cometió un desaire: cabía empezar el road show con los compañeros dotados de poder territorial, fuera cual fuera el color de su paladar.
Poco o nada (medido en potenciales votos) le suman al candidato los encuentros con radicales desperdigados, socialistas desvalidos fuera de Santa Fe o la ex diputada Margarita Stolbizer que está sola y desespera. Las movidas enojan a los gobernas que se creen con derecho a ser atendidos primero.
El salteño Juan Manuel Urtubey, claro, está dispuesto a apearse del escenario presidencial. Renunciar a lo que nunca se tuvo ni pudo inspira formidables boleros y tangos pero no es gran mérito (ni aporte estimable) en la competencia política.
El cordobés Juan Schiaretti recibió a Lavagna, sostuvieron un palique amable y flojo de sustancia. La foto es lo primordial en tales lances y lo secundario propende a no existir. “El Gringo” Schiaretti dejó constancia de que está a favor de las PASO nacionales.
Su prioridad actual es la elección en su provincia. Operadores que le responden deslizan off the record que si es reelecto el 12 de mayo estará a tiempo para inscribirse en la presidencial. Legalmente es estricto, el tiempo medirá la factibilidad y hasta el deseo del gobernador. El mensaje a Lavagna es claro: nadie es profeta en tierra de otro compañero. Ni nadie tiene asegurado un sitial sin un armado previo y un grado de viabilidad, al menos aparente.
Sin cantera
El ex diputado Sergio Massa padece más directamente la irrupción del ex ministro. La mentada ancha avenida del medio cada vez es más estrecha: no caben dos liderazgos con aspiraciones. El centimil de los diarios, las llamadas de las radios privilegian al nuevo emergente y Massa pierde en consonancia. No será suma cero pero se le asemeja bastante sobre todo mirado desde la narcisista subjetividad de “Sergio”.
El tenaz asesor Antoni Gutiérrez- Rubí (un Durán Barba catalán, pongalé) porfía: Massa tiene que pugnar por la presidencia y desoír los cantos de sirena de “listas de unidad” aunque le abran la alternativa de presentarse para la gobernación de Buenos Aires. Ese destino le es pensado por “otros” incluso dirigentes cercanos a Cristina.
El diferencial de Massa es contar con votos propios. Un éxito sorpresivo en la legislativa de 2013, una buena performance en la presidencial de 2015 y un remanente escueto en 2017 en la que no figuró en las listas.
El antecedente lo ranquea mejor que a otros aspirantes, tanto del espacio federal como del kirchnerista ampliado (salvo Cristina, desde ya). En la coyuntura luce desvaído, fuera del radar de los medios.
Cuando volví de Cuba: Fernández de Kirchner regresó de Cuba desnudando los bolazos de la prensa oficialista que la daban por profugada, asilada en la falta de extradición. Cristina no es el fiscal federal Carlos Stornelli: no se esconde de las citaciones a tribunales. En 2015, valga recordar, eligió no ser candidata a diputada y exponerse a la feroz ofensiva del macrismo político y judicial.
La enfermedad de su hija Florencia Kirchner exacerbó la ferocidad clásica de la derecha argentina. Ahorramos las groserías e inhumanidades proferidas que enlazan con una tan larga cuan ruin tradición antiperonista.
Cristina fue compelida a dar a conocer el estado de salud de Florencia filtrado malévolamente desde tribunales. Tiene razón al señalar que las persecuciones y el maltrato, cuanto menos, agravan cualquier dolencia. Los argentinos somos versados en lo psicosomático, anticipado por la añeja expresión popular “hacerse mala sangre”: el sufrimiento se propaga por todo el cuerpo, enferma.
En materia comunicacional, se incurrieron en varios errores. Formatear el mensaje, ilustrarlo con imágenes “publicitarias” y sobre todo musicalizarlo lo desnaturalizó. Tras la batalla cultural, las personas del común (de cualquier bandería) captaron las enseñanzas de 6-7-8: han adoptado la suspicacia frente a los emisores. El público sospecha, se pone en guardia para no ser manipulado. Cristina tiene motivos y derecho: el envoltorio le resta fuerza a lo que cuenta, a su modo lo distorsiona.
Otra falla básica fue la irrupción de “espontáneos” que hablaron de más en declaraciones periodísticas. De nuevo, el abecé: en materia de salud, unificar la comunicación, centrarla en partes médicos, agregar poco.
Los pálpitos, apuestas o fantasías acerca de una retirada de Cristina hasta ahora no hacen pie. Desde fines de 2017 para acá, el kirchnerismo mejoró su posición relativa en detrimento del macrismo. La unidad peronista congrega más dirigentes que dos años atrás. La necesidad de un frente opositor que desplace a la devastadora experiencia de Cambiemos se agiganta cada semana.
Sigue en veremos todo lo demás, que es mucho e incluye alianzas, armados, candidaturas, propuestas.
Semana intensa: El ministro de Hacienda Nicolás Dujovne cuestionó a Lavagna aduciendo que “una cosa es crecer al 9 por ciento anual haciendo las cosas mal y otra crecer haciendo las cosas bien”. Con singular modestia no se refería a su propia labor que no encaja en ninguna de las alternativas.
Termina una semana aciaga para el macrismo. Los “mercados” se encabritaron, los indicadores económico-laborales dan fatal. En otras ligas, la Cámara Federal de Mar del Plata confirmó la competencia del juez Alejo Ramos Padilla en la causa D’Alessiogate.
Las movilizaciones que ocuparán hoy el espacio público expresarán un ramillete de demandas y afirmaciones ajenas a (o antagónicas contra) la ideología de Cambiemos.
La oposición política dispone de una oportunidad para transformar tanto potencial crítico en votos. Como dicen los comentaristas deportivos, depende de sus propios desempeños. Así está el escenario, aquí y ahora.