De la cumbre sólo quedan las anécdotas porque todo marcha muy rápido, en especial cuando es insostenible lo que se intentó construir. Artistas pagos por el Estado que gritan «Ar-gen-tina/Ar-gen-tina» no pueden ser considerados expresión de una ‘nueva realidad’ político-social.
Mauricio Macri anhela la reelección. No es cierto que Jaime Durán Barba y Marcos Peña la ambicionen más que él. Sí es verdad que ambos estimulan el deseo que, advierten, comienzan por recuperar la ‘propia tropa’, el llamado ‘macrismo original’, que se alejó progresivamente de su líder, y es donde intentan instalar sus proyectos tanto el economista José Luis Espert como el diputado nacional Alfredo Olmedo.
En el llamado ‘regreso a la derecha’, que apunta a conseguir ese objetivo, Patricia Bullrich consigue un rol estelar que, evidentemente, Elisa Carrió no se encuentra dispuesta a tolerar, en especial porque no se la consultó previamente acerca d e cuál sería el binomio 2019 del oficialismo.
El proyecto de reelección tiene, precisamente, un problema muy evidente: la alianza electoral Cambiemos parece agotada en los comicios 2015 y 2017, al menos tal como se la imaginó luego del ingreso de la UCR tras la votación en la Convención Nacional en Gualeguaychú, Entre Ríos. En 2018 se requieren redefiniciones, muy difíciles de ejecutar mientras no cesen los reproches mutuos acerca de por qué no ocurrió el cambio y si éste era el cambio que deseaban.
Tanto la UCR como la Coalición Cívica-ARI han conmocionado y erosionado, en forma alternativa aunque reiterada, a la alianza Cambiemos, que luce recostada básicamente en el PRO, y por cierto corresponde deslizar el interrogante acerca de si el macrismo coincide exactamente con el PRO.
La coyuntura es harto curiosa porque la fragmentac ión como herramienta de victoria sobre el panperonismo es el eje del proselitismo de Macri 2019 pero resulta que también él la padece porque Cambiemos no se encuentra menos roto que sus adversarios.
En este contexto, es posible especular que tomará el liderazgo en el año electoral quien resuelva primero sus disputas de entrecasa.
En este reencuentro con la unidad posible mucho tendrá que ver la macroeconomía.
Si sigue mal, el panperonismo se reunificará con más facilidad por la apetencia de poder. Pero si la economía mejora y, básicamente, se recupera la esperanza de un futuro de mayor bienestar, lo que se llamó Cambiemos -habrá que ver si se mantiene el nombre- superará cuitas y desencuentros.
Aquí cabe una pregunta: ¿qué significa que la economía mejore o desmejore? ¿Menor inflación? ¿Más activ idad económica? Ambos valores no se comportarán en paralelo. Los electores deberán priorizar uno y postergar el otro, o castigar que uno fue dejado de lado.
En 2015, la mayoría del electorado sufragó contra CFK, y así fue como ganó Cambiemos, que luego logro proyectar, y ampliar, la grieta hasta 2017, sumando a Florencio Randazzo para provocar la rajadura que faltaba.
¿Contra quién se votará en 2019? ¿Quién de los candidatos provocará más ira que el resto, más deseo de condena popular?
Por lo demás, hay simetría en el escenario: así como el panperonismo ofrece 2 vertientes representadas por Unidad Ciudadana y Alternativa Federal, en Cambiemos hace tiempo que no es igual la interpretación del futuro que hace Macri que la de María Eugenia Vidal/Horacio Rodríguez Larreta. No es casualidad que el PRO consiga el apoyo que pr ecisa del panperonismo en Ciudad de Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires pero no en Nación. Luego, tanto Elisa Carrió como la UCR tienen sus propios enfoques.
En cualquier caso, el trampolín del G20 que imaginó Macri luce agotado 72 horas después, y la medida del deterioro la certifica el riesgo-país que no le provoca descanso a la Argentina. En tanto, la tregua entre USA y China por su contienda comercial ha comenzado a pincharse y derrumbó los mercados de renta variable comenzando por NYSE y Nasdaq.
Probablemente ninguno de estos eventos previsibles dañaría a Macri si él no hubiera sobreactuado los supuestos éxitos. El riesgo-país tiene que ver con la incertidumbre político-electoral que marcará cada día hasta el comicio 2019 y los problemas entre Donald Trump y Xi Jinping no se iban a resolver durante una cena. Pero la necesidad de in stalar el ‘marketing del rebote’ de la popularidad presidencial provocó ‘inflar globos’ que se han desinflado.
Sin embargo, también es cierto que sin los globos, Macri no sería Macri ni Cambiemos sería Cambiemos. La realidad siempre gana.
Por ejemplo, según las consultoras privadas que participan de la encuesta que realiza el Banco Central, llamada Relevamiento de Expectativas de Mercado, en noviembre la inflación anualizada continúa elevada (47,5%), pero en baja (Orlando Ferreres habla de 2,4% para noviembre). El REM habla de 27,5% para 2018 pero hay un precio a pagar: la recesión. Entonces, la economía caerá -2,4% en 2018 y -1,2% en 2019. Esto exige inflar globos pero deberán ser globos más consistentes que un grupo de artistas pagos por el Estado gritanto «Ar-gen-tina». Tampoco la pavada.
Y del otro lado, un dato: el camino del medio no es sólo la preferencia del ‘pero nismo bueno’.