En el Gobierno hablan de una suba de más del 5 por ciento. “Me duele mucho, es mi principal compromiso. Sé lo que significa estar en la pobreza, porque los visito”, se conmovió el presidente Macri al confesar que el índice pegó un salto, aunque todavía no se conozcan los resultados. Otra vez, responsabilizó a hechos ajenos. Y ratificó su política, por “convicción”.
El presidente Mauricio Macri admitió ayer que la devaluación, una de las consecuencias de las políticas económicas implementadas bajo su gestión, está incrementando la cantidad de pobres. “Lamentablemente, esta devaluación trajo un rebote de la inflación, que es el mayor generador de pobreza”, aseguró el mandatario durante una conferencia de prensa en Jujuy, acompañado por el gobernador Gerardo Morales. En el Gobierno deslizan que el número de pobres que dará a conocer el Indec a fines del mes próximo, con datos del primer semestre, se ubicará por encima del 30 por ciento, cinco puntos más que en la segunda mitad del año pasado (25,7 por ciento). De todos modos, Macri defendió lo hecho hasta el momento e identificó como causantes de la actual crisis a factores externos. “Este es el camino que estamos recorriendo. Sabíamos que iba a tener obstáculos. Lo importante es mantener la convicción”, insistió, pese a que en seis meses de devaluación y consecuente pérdida de poder adquisitivo se hayan generado más de dos millones de pobres. “A mí me duele muchísimo porque es mi principal compromiso, y sé lo que significa estar en la pobreza porque los visito”, se consustanció Macri.
Lejos quedó atrás la máxima macrista en campaña de que “la devaluación no genera inflación”. Ahora la discusión es cuál es el grado de traslado de la suba del dólar a precios internos (‘pass through’), teniendo en cuenta que la eliminación de varios resortes regulatorios hace todavía más directa esa relación. Básicamente, el aumento del dólar está impactando casi de lleno en alimentos, energía e insumos básicos que repercuten en la canasta básica de la población. A contramano, el Gobierno reprime la discusión salarial y flexibiliza las condiciones laborales, lo que en un contexto recesivo y de pérdida de empleo como el actual, se traduce en una importante pérdida de poder adquisitivo.
El deterioro de las condiciones sociales en el país es cada vez más evidente y todavía no comenzó a sentirse el efecto del ajuste que acordó el gobierno con el FMI. Hace quince días, Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), había adelantado que la pobreza del primer semestre del este año se ubicará entre 32 y 33 por ciento, contra el 29 de la medición del segundo semestre de 2017. La semana pasada reiteró el pronóstico y aclaró que el aumento de la pobreza afecta principalmente a los niños. Incluso, aclaró que si no se contaran los programas sociales, el nivel de indigencia –aquellos que no acceden a comer todos los días– se duplicaría. Según el Indec, dentro del universo de pobres se distingue un 3,5 por ciento de hogares indigentes que incluyen el 4,8 por ciento de las personas. A fines de septiembre, dará a conocer las cifras de la primera parte del año.
“Lamentablemente, vamos a ver que parte de lo que habíamos conquistado como reducción de pobreza lo vamos a perder”, señaló Macri. La supuesta baja en la pobreza durante la administración de Cambiemos es difícil de cuantificar y comparar con los niveles previos a diciembre de 2015, debido al apagón estadístico y a los cambios metodológicos en la estimación de la canastas. La cifra de pobreza fue incluso el último dato que se recuperó tras un año y medio de no publicarse el indicador. En ese momento, la cantidad de pobres alcanzó a un 32,2 por ciento, correspondiente al segundo trimestre del 2016. Lo que impidió computar el apagón fue el efecto de la primera devaluación del macrismo luego de que eliminara la restricción a la compra de dólares.
“Sigamos trabajando, retomemos la agenda como la estamos retomando, sigamos queriendo desarrollar cada rincón del país, volviendo a crecer. El año que viene vamos a crecer, no mucho pero vamos a crecer”, prometió el mandatario. Sin embargo, los ajustes presupuestarios previstos para el año próximo, con un nivel de tasas de interés para la economía con un piso del 45 por ciento anual y una corrida latente contra el peso, dificultan prever un escenario tan optimista como el que ofreció Macri en San Juan. “La Argentina va a volver a tomar velocidad, sobre todo si hacemos los deberes de no seguir teniendo esta vulnerabilidad que nos volvió para atrás, porque veníamos creciendo muy bien. Habíamos generado 600 mil puestos de trabajo y habíamos reducido la pobreza de forma importante”, insistió el jefe de Estado. “El próximo año vamos a retomar la baja de la inflación. Lo que queríamos lograr a fines del año 2019, lo tendremos a fines del año 2020”, reiteró Macri. De esta manera, la luz al final del túnel ya no se patea semestre a semestre sino año a año. Desde que asumió Cambiemos se fue prometiendo tiempos de despegue de la actividad, pero al llegar a la fecha se renovaba el compromiso.
“A mí me duele muchísimo porque era mi principal compromiso y sé lo que significa estar en la pobreza, porque los visito, porque recorro, porque hablo. Y sé la desesperación y las ganas, a partir de un buen trabajo, por salir de ese lugar”, agregó Macri. Luego volvió a despegarse de la volatilidad financiera, la que justificó en cuestiones externas. El dólar “está más calmo en las últimas semanas, pero estamos en un mundo globalizado y toda esta volatilidad, que no depende de nosotros”.