La suba del billete paralelo y la inflación más que alta hacen atravesar un momento crítico a quienes no tienen un empleo en relación de dependencia.
La Argentina no es un país fácil para nadie, pero menos para quienes tienen un ingreso variable y únicamente dependiente de sí mismos, según publica TN.
El cuentapropismo o freelancismo -en la versión que sea, desde profesionales a oficios- sufrió más que ningún otro sector las consecuencias de una economía sin precios y del dólar blue enardecido, actualmente cerca de los 340 pesos.
Por qué los trabajadores independientes sufren más las consecuencias de la crisis
Los trabajadores independientes no tienen un gremio que los defienda ni paritaria que al menos intente acercarse al ritmo de la inflación. Están en un constante “tire y afloje” para ponerle un precio justo a sus servicios sin perder clientes.
En entornos de alta inflación e incertidumbre, los ingresos de los independientes de baja calificación son los más vulnerables, coinciden los economistas y especialistas consultados. “En aquellos trabajadores de menor poder adquisitivo, la necesidad de definir un precio en pesos implica un rápido deterioro del poder de compra sin mecanismos de ajuste de contratos institucionalizados, como puede ser una negociación paritaria o algún indicador de indexación”, apunta Belén Rubio, economista de Abeceb.
“A ello se suma la debilidad de la demanda que contribuye a reducir la certidumbre en torno a cuál será la próxima fuente de ingresos”, suma.
Los tres grupos de trabajadores independientes que hay en la Argentina
Jorge Colina, economista de Idesa, describe tres grupos de trabajadores independientes. Un primer grupo de profesionales calificados que trabaja con honorarios y tarifas preacordados, como un abogado o un contador. “Sufren la inflación porque tienen que estar renegociando esos honorarios y esperando que el cliente acepte”, señala.
Un segundo grupo es el de trabajadores independientes en el sector de servicios personales, como los carpinteros y los albañiles, por ejemplo. “Trabajan a demanda: hacen un trabajo particular y le ponen precio; si están subiendo los precios, fácilmente pueden hacer el ajuste porque tienen un nuevo cliente”, explica.
Por último, el tercer grupo está conformado, según Colina, por quienes trabajan en la economía de las plataformas, choferes de Uber, DiDi y Cabify y repartidores de Rappi o PedidosYa. “Ellos son los que menos ganan, pero como su comisión está atada al precio, su ajuste es casi automático”, detalla.
“Muchos trabajadores independientes son parte de un grupo de clase media que en general no es destinatario de las políticas públicas. Además, muchas veces no conocen los resortes para obtener algún tipo de subsidio o transferencia del Estado, o no está dentro de sus expectativas”, añade Eduardo Donza, investigador del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
“Los que están bien son poco los que pueden facturar afuera nichos muy específicos. Los demás, tienen que ajustar sus presupuestos a un bolsillo de sus clientes que es cada vez más flaco. La mayoría tiene la percepción de que no sabe cuál es el precio justo, tanto para ponerlo como para pagarlo”, concluye Donza.