Las diferentes expresiones de nuestros amigos caninos no son siempre comprendidas. Por qué hay que evitar humanizar sus gestos.
En los seres humanos la cara expresa un sinnúmero de situaciones, estados de ánimo, disposiciones y sentimientos. Para nosotros, la cara es “un reflejo del alma” y como nos conocemos, o pretendemos conocernos, nos sentimos capaces de interpretar, con aparente poco margen de error, los significados de determinadas caras en coincidencia con actitudes o situaciones del espíritu, consigna un artículo de Infobae.
Cuando nos alejamos del patrón racial, y social al que estamos acostumbrados nos cuesta mucho más lograr una clara interpretación del rostro y sus variantes, qué no decir, entonces, cuando estamos hablando de entender a otra especie.
Tuvo que pasar mucho tiempo y mucha animalidad en el hombre para que la interpretación de las expresiones de la cara de los animales, particularmente la del perro, no estuvieran teñidas de la subjetividad, de querer pasar por el filtro humano cada una de sus variantes.
Muchas situaciones cuya lectura resulta muy clara en el rostro del lobo aparecen como muy difíciles de entender en la cara de ciertas razas de perros cuya forma y estructura, con respecto a la de los ancestros, está literalmente deformada o muy cambiada. Así, que no es fácil lograr comprender claramente el significado o las variaciones del rostro en esos perros según la necesidad de la expresión.
A veces la cara se esconde debajo de una masa de pelos, como es el caso del Yorkshire Terrier, del Bobtail, etc., otras veces la deformación de la propia cara no permite reconocer claramente las expresiones, tal es el caso del Bulldog inglés, del Pequinés, etc.
Las actitudes de la cara del perro son múltiples y variadas, entre las que se incluyen: arrugar la nariz, fruncir los ojos, manteniéndolos titilantes y entrecerrados, levantar los belfos, aun constituyendo casi una sonrisa o una risa, y sobre todo la utilización complementaria de las orejas, mediante su plegado o su tendido. Es importante destacar que el acto de enseñar los dientes es, en el perro, una actitud de pocos amigos, pues nos está mostrando el arma lista para disparar.
Esto es cierto en casi todos los casos, salvo en algunos perros en los que mostrar los dientes en una actitud nerviosa, como en una sonrisa estereotipada y temblorosa, resulta casi un tic de placer absoluto, un rictus que expresa solo eso, que, erróneamente, el dueño interpreta como si fuese una sonrisa humana ante su presencia.
La expresión de la cara en los perros se complementa con el resto del cuerpo y el que pretenda realizar un análisis desglosado y unilateral de la misma caerá en un grave error de concepto que caerá en resultados falsos. Así, por ejemplo, los perros nos lamen para expresar afecto, asimilándonos a su propio olor, buscando imitar al comportamiento que tenían con su madre para reclamar alimento y brindándonos un masaje reparador como el que su propia madre en su infancia le brindaba. La madre, una vez más, resulta, también en el perro, un sujeto de culto muy particular.
Muchas perras adultas con gran instinto maternal, al observar cachorros ajenos en cualquier etapa de su vida, presentan un babeo profuso como si se les “hiciese agua la boca”. Sin pretender una interpretación freudiana del comportamiento canino, resulta lógico asociar esta sensación de “hacerse agua la boca” con el recuerdo del placer de la época del amamantamiento, asociando el placer de la visión del cachorro con otra gran sensación de placer que anida en su memoria, y que es la responsable de esa salivación profusa.
Cuando nos alejamos del patrón social al que estamos acostumbrados nos cuesta mucho más lograr una clara interpretación del rostro qué no decir, entonces, cuando estamos hablando de entender a otra especie
Los gestos de ternura de un perro hacia su amo pueden ser infinitos, por un lado con la lengua y sus lamidas, por el otro con la mirada y su profundidad increíble y finalmente la ceremonia de salutación, de un perro que salta con sus patas sobre su tutor imitando un acto que le es familiar desde su más “silvestre pasado”.
Para los que ladramos y hablamos al mismo tiempo, grupo al que me honro en pertenecer, no puede haber menú más exquisito de afecto y de inocente ternura manifiesta.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.