Según los fabricantes, a muchos clientes todavía les atraen los juguetes con formas y colores estereotipados. En las jugueterías se poeden ver, como siempre, peluches y muñecas enormes con packaging rosa; y regalos para varones donde predominan otras tonalidades.
¿La muñeca Barbie será sólo un recuerdo en menos de diez años? Sí, eso esbozan los expertos en juguetes, atentos a una tendencia que si puja lo suficiente un día se titulará “la muerte de los estereotipos”. Porque, contra la que podría pensarse, parece que la bandera de la inclusión también está tocando el corazón de los fabricantes: salen a la venta -cada vez más- desde personajes en silla de ruedas o con rasgos de Síndrome de Down hasta muñecas no tan anoréxicas y juguetes “neutros”, respetuosos de la diversidad. ¿La mala noticia que todos los que ya fueron a una juguetería por el Día del Niño ya pudieron chequear? Que aunque desde la industria haya un interés por impulsar estos productos, las góndolas siguen mostrando chiches clásicos, con una distribución obvia: nenas de un lado, varones del otro.
“Uno apunta a la demanda. Si mañana hay que hacer muñecos vestidos de negro porque se venden, los vamos a hacer. Siempre que el juguete cumpla las normas de seguridad, seguimos la tendencia”, admite Juan Ignacio García, dueño de la fábrica y juguetería Turby Toy.
García aclara que “en los últimos años hubo gestos simbólicos de un cambio en la industria. Hace doce años fabricamos una pelota para torball, un deporte para personas ciegas. En Alemania exportaban millones de ejemplares. Nosotros fabricamos 1.500, acorde a la gente que jugaba torball acá. Además donamos juguetes y apadrinamos escuelas. Desde lo emocional es una ganancia bárbara para mí y mis empleados. Pero comercialmente no rinde y nos vemos coartados porque el Estado no acompaña”.
Más allá de los estereotipos, lo que le preocupa a Darío Mermelstein, dueño de jugueterías Carrousel, es el techo que se plantó sobre la industria: “A los chicos de 7 u 8 años ya les entra lo electrónico. A veces me piden juguetes para 9 o 10 años. ¡Yo les digo ‘buscale o un novio o una novia’!”
Entender que la juguetería es un imán para chicos de 0 a 8 años como máximo permite armar el mapa de casi toda juguetería tradicional. “Hay un sector neutro hasta los 4 años, con juguetes sin género. De 4 a 8 hay un segmento de juguetes también unisex, pero buena parte son para nenas o varones”, describe Mermelstein, y advierte: “Ojo, no es que se establezcan pautas dentro del local: yo no vendo un producto de cocina diciendo ‘es para nenas’, pero es cierto que en las jugueterías suele haber tendencia al rosa en las cajas de las nenas, y rojo o negro en las de varones”.
Esto del packaging fue una pequeña lucha que, cuenta Matías Furió, se dio desde la Cámara Argentina de la Industria del Juguete, que él preside: “Hace diez años, por la tendencia de los países nórdicos, los fabricantes empezamos a entender que no se podía poner más a una nena sola en la foto de la caja de la cocinita: era discriminatorio. Muchos fabricantes entendieron el tema, pero las jugueterías siguen apuntando a la venta; a la abuela que va a comprar para sus nietos”.
Para Furió, “el comprador todavía busca el estereotipo. No tiene la mente tan abierta. Entonces el juguetero te dice ‘no me mandes planchas celeste’”.
“De todos modos, a mí no me gusta hablar de ‘juguetes inclusivos’”, subraya Furió. «Es como los bebés de piel negra: el comerciante no los quiere porque se venden poco, pero es importante que estén porque algún nene puede quererlos. La juguetería debe tener opciones para que todo chico pueda jugar con el juguete que quiera”.
Un caso bisagra, en este sentido, fue la aparición en el mercado argentino de «Oli», una muñeca que sugiere tener los rasgos de la trisomía del par 21, presentada en la Legislatura porteña el 20 de marzo pasado, un día antes del Día Mundial de las personas con Síndrome de Down.
La idea, recuerda Furió, nació del comentario de una nena con esta alteración genética a su papá: le remarcó que no había muñecas que se parecieran a ella. “Pero nosotros no creamos a Oli para que se la compren sólo a chicos con Síndrome de Down. La idea es que cualquiera la pueda elegir».
Entonces, ¿cómo garantizar la diversidad? ¿Tiene sentido “neutralizar” los juguetes? En los libros, la inclusión parece menos conflictiva. Judith Wilhelm, fundadora de la editorial Calibroscopio y de la librería “El libro de arena”, se refiere a una de sus últimas publicaciones “inclusivas”: “Rey y rey, un libro holandés de 2000, que acabamos de reeditar. Es icónico frente al tema de la libre elección. Cuenta la historia de un príncipe a punto de ascender a rey, que tiene que elegir esposa pero ninguna mujer le gusta”. ¿El final? Wilhelm lo cuenta, pero no será espoileado…
Sin embargo, lo explícito no siempre ayuda. Para Wilhelm, “el juguete y el libro son en sí diversos: no tienen que tener una temática diversa para llevar a pensar en la diversidad. No sirven las bajadas de línea”.
Lo paradójico es que mientras se combaten ciertos nichos inevitablemente se forman otros. Porque, ¿dónde vender los productos para estimular el juego en personas con capacidades diferentes? Esto se preguntaba Ana Siro, diseñadora industrial, cuando creó Juguetes Universales, emprendimiento de juguetes en sistema Braille, con lenguaje de señas, pictogramas, juguetes para chicos autistas, entre otros. “Estaría bueno que las jugueterías tuvieran juegos así, pero estos productos deben estar acompañados por gente bien asesorada y capacitada para recomendarlos. Hay que ser prudentes”, señala.
La pregunta es cómo incluir sin dividir en el camino. Quizás tanta segmentación corresponda a “límites que se van borrando”, según el diagnóstico de Laura Weisvein, directora de Giro Didáctico y Compañía de Juguetes.
Varones que quieren bebotes, nenas que se disfrazan del hombre araña… “Muchos padres temen y reprimen esas opciones, que sólo reflejan lo que los chicos observan y viven cotidianamente”, explica, y concluye: “En un mundo en que hombres y mujeres trabajan, cocinan, cuidan a sus hijos, planchan y lavan, de la misma manera y por igual, todo juego enriquece”. ¿Por qué no?