Desde el 3 de marzo, cuando se conoció el primer caso positivo en el país, los trabajadores y las trabajadoras de la salud ponen su cuerpo para vencer al coronavirus, al punto que ya han tenido 397 decesos y 63.837 contagios.
El 66,4% del personal de salud contagiado corresponde a mujeres, mientras que el promedio de edad es de 39 años.
Casi 64 mil de los casos de coronavirus reportados en el país afectaron a
trabajadores de la salud, el 4,3% del total de contagios, de los cuales
397 murieron como consecuencia de una enfermedad que tiene al sector
desde el primer día trabajando bajo presiones y al borde del
agotamiento.
El 3 de marzo se registró el primer caso positivo de coronavirus en la Argentina y,
desde ese momento, médicos, enfermeros, camilleros y técnicos
comenzaron un camino de incesante de trabajo que los llevó, en muchos
casos, al borde del agotamiento, según precisaron distintos trabajadores
de la salud entrevistados por Télam a lo largo del año.
Tamaña tarea no fue siempre reconocida por la sociedad, aunque en el principio de la pandemia los balcones y ventanas de Buenos Aires se llenaron de aplausos en agradecimiento a aquellos trabajadores de «la primera línea».
Con el paso de los días, las palmas de las 9 de la noche se acallaron, e incluso algunos de estos trabajadores tuvieron que soportar mensajes discriminatorios.
«Si sos médico, enfermero, farmacéutica, o te dedicás a la salud!!!
Andate del edificio porque nos vas a contagiar a todos hdp!!! Tus
vecinos», señalaba un cartel ofensivo pegado en el ascensor del edificio de Villa Crespo, desde donde todas las mañanas y con guardapolvo blanco, se iba a trabajar Fernando Gaitán, farmacéutico de 31 años.
La proliferación de estos carteles impulsó también una ola de mensajes
solidarios de vecinos que plasmaban muestras de afecto, palabras de
agradecimiento o dejaban sus números de teléfono ofreciendo hacer las
compras a aquellos trabajadores de la salud que pasaban largas jornadas
en los hospitales.
«Estamos
exhaustos, a esta altura hay una angustia permanente en los compañeros
de trabajo, estamos siempre al límite», dijo a Télam un enfermero del
hospital Durand, de la ciudad de Buenos Aires.
Con el paso de los meses, y a la par de las sucesivos alargamientos del
aislamiento obligatorio, los casos diarios aumentaron y, por ende, el
número de camas de terapia intensiva, pero no sólo era cuestión de
plazas, respiradores y equipamiento médico, sino que además el recurso humano fue cada vez más exigido.
Abrumados ante la presión de luchar contra una enfermedad poco conocida,
exhaustos por jornadas que parecían interminables, con un «sentimiento
de angustia permanente» y una curva de casos en ascenso que no daba
tregua ni para despedir a sus compañeros que hasta hace unos días
luchaban a su lado, a fines de agosto los trabajadores de la salud afirmaban que se estaba «perdiendo la batalla».
«Sentimos que no podemos más, que nos vamos quedando solos, que nos están dejando solos;
encerrados en las Unidades de Terapias Intensivas con nuestros equipos
de protección personal y con nuestros pacientes, solo alentándonos entre
nosotros», advirtió el 1 de septiembre la Sociedad Argentina de Terapia
Intensiva (SATI) en un comunicado.
«Los recursos físicos y tecnológicos como las camas con respiradores y
monitores son cada vez más escasos. Los intensivistas, que ya éramos
pocos antes de la pandemia, hoy nos encontramos al límite de nuestras fuerzas, raleados por la enfermedad, exhaustos por el trabajo continuo e intenso, atendiendo cada vez más pacientes», señaló la entidad en el texto.
Además de visibilizar la situación que estaban atravesando, el documento
apuntaba a generar conciencia ante las primeras habilitaciones para
circular y reunirse en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), que
en ese momento era la región con más restricciones.
Durante meses se hizo público el porcentaje de ocupación de camas de
terapia intensiva, pero esa cifra ya dejaba de ser relevante puesto que
comenzaba a escasear el personal para poder cubrirlas. Al menos ese era el mensaje de los terapistas que fue replicado por técnicos, kinesiólogos y enfermeros.
«Estamos exhaustos, a esta altura hay una angustia permanente en los
compañeros de trabajo, estamos siempre al límite», aseguró durante una
recorrida realizada por Télam Gastón Kalniker, enfermero del hospital Durand, donde más de 300 trabajadores se infectaron con Covid-19 y tres de ellos murieron.
En cuanto a los 397 fallecidos, 210 (52,9%) eran menores de 60 años y un 62,2%, varones.
Según el último informe especial del Ministerio de Salud de la Nación,
sobre los trabajadores de la salud publicado el 11 de diciembre, 63.837
contrajeron la enfermedad (679 con antecedentes de viaje), lo que
equivale al 4,3 por ciento del total de casos confirmados hasta ese día.
De ese total, el 66,4% «son de sexo femenino (en el resto de la población es del 49,7%)» mientras que «la media de edad es de 39 años», precisa ese informe.
En cuanto a los 397 fallecidos, 210 (52,9%) eran menores de 60 años y un 62,2% de los fallecidos eran varones.
«Virginia siguió laburando para llevar un mango a su casa, y no un mango
más como algo extra, sino algo que le alcance para darle de comer a su
familia», afirmó Héctor Ortiz, al recordar a su compañera
enfermera de 61 años que pese a ser diabética continuó trabajando y
murió el 19 de agosto.
«Si se tomaba la licencia por grupo de riesgo sólo se le pagaba el básico, que son 32 mil pesos«,
remarcó el trabajador y explicó que los enfermeros de los hospitales
públicos porteños no cobran su salario como profesionales sino como
«técnicos administrativos».
Esta situación llevó a los enfermeros a movilizarse para exigir mejoras
salariales y la profesionalización de la actividad de ese sector de
trabajadores que, junto con técnicos, camilleros y médicos están desde
el primer día luchando contra la enfermedad, pero también contra la
irresponsabilidad de quienes no cumplen las medidas sanitarias, la
presión y el cansancio de su trabajo, la falta de personal y los
problemas laborales.
El homenaje de los chicos
Fuente: telam.com.ar