En medio de la crisis originada por la pandemia y la cuarentena, con una brutal caída de la economía y un considerable aumento del gasto público, la pelea por la energía pasa desapercibida para el gran público, pero concentra más de un capítulo que amenaza con posibles juicios y que tiene perjudicados directos que involucran no sólo a los privados sino al propio Estado.
Tampoco se habla de un reacomodamiento tarifario en los combustibles, otro golpe que beneficia a los usuarios, pero que le pega en el mentón a las productoras, con YPF a la cabeza.
Así las cosas, por estas horas se discute en el Congreso dar marcha atrás con el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 1053, el mismo que intentó compensar a las productoras de energía por la diferencia del tipo de cambio generado a partir de la devaluación de 2018, durante la gestión de Mauricio Macri.
En un principio, el Gobierno de Macri intentó trasladar el costo de la devaluación a los usuarios a través de un plan de pagos de 24 cuotas. Pero tal plan fracasó de forma estrepitosa. En un nuevo intento para «arreglar» a las productoras, la administración anterior puso en marcha el DNU 1053. Tal decreto lo que estableció fue que dicha compensación no la pagaran los usuarios, si no el Estado. Pero el Estado pagó la primera cuota de las 30. No volvió a pagar Macri y tampoco pagó otra cuota el gobierno de Alberto Fernández.
Si finalmente se da de baja el DNU 1053, las empresas no serán compensadas. La deuda acumulada es de alrededor de $ 25.000 millones, de los cuales más de $ 10.000 millones pertenecen al principal acreedor: YPF.
Pero la crisis es más aguda porque en plena pandemia, hablar de aumento de tarifas suena descabellado y de compensar a productoras de energía también. Sin embargo, el problema existe. Algunos ejemplos para tener en cuenta, más allá de los enojos populares y de los voluminosos aumentos de tarifas aplicados durante la administración Macri donde la electricidad subió 1082% y el gas 108%, los combustibles cayeron 34%.
Los productores de hidrocarburos, vieron caer su rentabilidad por la imposibilidad de trasladar a precio el costo de sus productos. A modo de ejemplo, YPF tuvo un retroceso enorme en sus ingresos medido en dólares. Una de las consecuencias de esa pérdida de rentabilidad en el sector fue la caída en la producción de gas, que sin incentivos concretos probablemente seguirá.
Si la mira se pone en los surtidores el panorama no es mejor. Los precios están lejos de ser los más caros del mundo, aunque para los bolsillos locales diezmados por la crisis, casi todo es caro en pesos aunque sea barato en dólares. En Italia, por ejemplo, el litro de nafta representa u$s 1,61; en España u$s 1,33; en Uruguay u$s 1,26 y en Chile u$s 1,01. En la Argentina, el litro de nafta se paga u$s 0,8 y está por debajo del promedio que es u$s 0,9.
Fuente: Cronista