El crecimiento exponencial de Añelo, que contrasta con la crisis que padece el resto de la industria, está avanzando tan a prisa que puede encontrarse en breve con peligrosos cuellos de botella. Sería una paradoja para la segunda reserva de shale gas del mundo y la cuarta de shale oil. El historiador económico Pablo Gerchunoff llama a Vaca Muerta “la nueva Pampa Húmeda”. Paolo Rocca, CEO de Techint, hizo cálculos y asegura que en cinco años, el país puede pasar a una producción de 200 millones de metros cúbicos de gas por día y un millón de barriles de petróleo diarios, lo que representaría US$30.000 millones al año y generaría exportaciones por US$15.000 millones, que equivalen, a los valores actuales, a la mitad de las exportaciones de granos y aceites.
Aunque más allá de las divisas, el primer beneficio, según se ocupan de remarcar aquí, es que Argentina dejará de importar gas y bajará el precio, con lo que eso implica para las cuentas públicas y para los consumidores.
Pero, ¿cuándo arrancó el fenómeno del shale? Vaca Muerta es el primer caso exitoso de producción fuera de Estados Unidos. En la Argentina, Pablo Bizzotto concretó desde YPF el primer pozo en 2012. Bizzotto habla de la compañía como pionera del shale y es actualmente el vicepresidente ejecutivo de la petrolera estatal.
En Loma Campana, a 120 kilómetros de la ciudad de Neuquén, se encuentra la base de operaciones de YPF para el petróleo no convencional. Gustavo Astie, gerente de Negocios de Activos no Convencionales, dice que son el segundo yacimiento del país después de Cerro Dragón en Chubut. Y prefiere enfatizar en el efecto dinamizador sobre la economía. YPF ocupa con sus concesiones 12.000 kilómetros cuadrados de los 30.000 de Vaca Muerta, tiene 470 empleados y 4.000 contratados que generan más trabajo para una actividad que requiere transporte, insumos de lo más variados y una logística compleja. Y tiene como socios en distintas operaciones a las estadounidenses Chevron y Dow, a Petronas, la compañía de energía de Malasia, a la noruega Equinor, a la francesa Total, a la angloholandesa Shell y la local Pampa Energía, en manos de la familia Mindlin.
Únicamente con Chevron, YPF pasó de la etapa de producción de pozos pilotos a la explotación, algo que está a punto de concretar también con Petronas y un nuevo jugador internacional cuyo nombre mantienen en reserva. El shale ya explica el 20% de la producción total de YPF con 632 pozos activos en producción y 12 equipos de perforación, 40.500 barriles de petróleo por día y casi 8 millones de metros cúbicos de gas. En los últimos 5 años invirtieron US$10.000 millones y en 2018, US$1.500 millones –según publica Diario Clarín-.
Pero no todas son rosas en una producción que plantea desafíos permanentes. Ingeniera química de profesión, Paula Castro, de 33 años, estuvo a cargo del diseño y del arranque de la planta de tratamiento del shale oil para despojarlo de aguas y sales y enviarlo al oleoducto. La planta que se destaca con tanques de tamaño imponente fue inaugurada en 2016 y ya les quedó chica. La están ampliando con el desembolso de otros US$23 millones. No es lo único. Expandirán el oleoducto que lleva el petróleo a Bahía Blanca y están a punto de terminar otro gasoducto.
Cuellos de botella
Entre las prioridades para los operadores de esta cuenca neuquina figura el tren que pueda llegar a unir Bahía Blanca con Añelo y que sirva para traer los tubos y la arena, entre otros insumos que se utilizan en grandes cantidades. El tren existe y llega desde Bahía a Chichinales, en Río Negro. Faltan 200 kilómetros y un consorcio de empresas que comprometería contratos de carga a largo plazo parece estar cerca de concretarlo. Es que para 2024 YPF prevé alcanzar solo en Loma Campana 100.000 barriles de petróleo por día.
En Vaca Muerta y con concesión propia también pisa fuerte Tecpetrol, de Techint, que en Fortín de Piedras alcanzó en apenas tres años los 10 millones de metros cúbicos de shale gas. Le siguen Total y PAE, de la familia Bulgheroni. Shell busca ser otro jugador de peso.
Entre estos petroleros con geólogos, ingenieros y técnicos sub 40 que expresan a los profesionales del siglo XXI, la obsesión por ser vanguardia tecnológica y por la eficiencia es un denominador común. Así, los pozos que al principio salían en torno a los US$20 millones hoy cuestan la mitad y quedaron apenas US$3 millones más caros que en Estados Unidos, que empezó hace más de 20 años y lleva perforados 10.000 pozos. En esa drástica reducción de costos incidió entender la producción como una fábrica y la tecnología. “Estamos en la cima a la par de los mejores del mundo”, se jacta Astie. Y aunque no lo menciona, el acuerdo con el sindicato para una mayor productividad fue clave.
Vaca Muerta arrancó con pozos de perforación vertical, pero desde 2013 fueron mejorando los sistemas para los pozos horizontales de 3 kilómetros de extensión que llevan unas 40 perforaciones para las imprescindibles inyecciones de agua y arena que permiten fracturar la roca y extraer el gas o el petróleo escondido en sus entrañas.
El combustible no convencional ya representa el 20% de la producción de YPF, que se completa con 50% del convencional y 30% de la recuperación de los viejos pozos. En una Neuquén convertida en una ciudad pujante con autos flamantes, comercios con primeras marcas, shoppings, hoteles recién estrenados y edificios que alteran la fisonomía de sus calles con álamos y casas bajas, bastará cruzar el puente que la une con Cippoletti para situarse en otra gran reserva de gas no convencional, la llamada Fernández Oro, que YPF le compró a la estadounidense Apache. Deslizan que es el próximo desafío.
Con Vaca Muerta aseguran que está naciendo una compañía que es en dimensiones una segunda YPF. No es poco para una firma que, al margen del petróleo, ya es la primera empresa de logística del país, la segunda vendedora de hamburguesas después de McDonald’s y la tercera en conectividad después de Telecom y Telefónica.